(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAl del día 19 de
Marzo 2015.)
El euro se acerca
día a día a una igualdad en su relación de cambio con el dólar. En la semana recién
pasada la relación de cambio cerró en un euro igual a 1.049 dólares. Un euro
igual a un dólar es la relación que se visualiza para un futuro no lejano. No hace mucho, el 15 de septiembre del año
2014, la relación se encontraba en 1.29 dólares por euro, y desde allí ha
bajado en forma sistemática. En los seis meses transcurridos desde esa fecha
hasta hoy la caída del euro ha sido, por lo tanto, de 23 %.
En términos más
simples la situación presentada se puede visualizar en los siguientes términos:
comprar un euro es cada día más barato para quienes tienen dólares, o para
quienes ganan en dólares, o para quienes obtienen dólares por concepto de los
bienes que venden en el mercado
internacional. Es decir, para una parte importante de la economía y del
comercio internacional contemporáneo – que se maneja en dólares – comprar un
euro es cada vez más barato. Igualmente – y por la misma razón- comprar mercancías valoradas en euros es cada
vez más barato o más conveniente para los países, empresas o personas
ajenas a la zona euro. Esa caída del euro debería, por lo tanto, empujar en la
dirección de un incremento en las exportaciones de la Unión Europea - o por lo
menos de su zona euro, que no es lo mismo.
Mayores exportaciones al resto del mundo es una cosa positiva que tiene
que pasar necesariamente por un aumento de la producción y del empleo de los
países capaces de protagonizar estos procesos. Es decir, se camina hacia una
mayor reactivación económica, que es una situación largamente buscada por los
países europeos. Obviamente no todos los países europeos están en las mismas
condiciones de aprovechar rápidamente ese estímulo que para las exportaciones significa el euro barato.
Alemania es el país que en mejores condiciones está para aprovechar esta nueva
situación, pues ya en estos momentos es
uno de los líderes mundiales en materia de exportaciones. Los países del sur de
Europa –Portugal, España y Grecia – tienen más rezago o más dificultades en ese
campo.
Esta
situación cambiaria del euro, que se mueve hacia la igualdad con el dólar, no
ha sido ajena a las decisiones de política monetaria que ha venido implementando el Banco
Central Europeo. Este organismo comenzó desde el 9 de marzo un programa de
compra de bonos o títulos de gobiernos e instituciones privadas, por un monto
de 60 mil millones de euros al mes, lo cual implica lanzar a la circulación una
cantidad inmensa de euros a la circulación en Europa y en el mundo, con la
consiguiente rebaja de su precio con relación al dólar o a otras monedas de reserva. El BCE ha anunciado,
además, que mantendrá ese programa por lo menos hasta septiembre de 2016.
La
contrapartida de un euro barato es un dólar caro, lo cual afecta negativamente
a la economía norteamericana, que pierde con esta situación algún grado de competitividad
comercial internacional. Pero dentro de ciertos
rangos manejables y negociables es enteramente
posible que Estados Unidos y la Unión Europea crezcan juntos en el mundo
contemporáneo, sin caer en más competencia que la que provenga de los incrementos
de productividad de sus respectivas economías. Es decir, sin caer en
devaluaciones compensatorias o retaliativas que se sabe claramente que terminan
por arruinar a todos los participantes.
El dólar caro
afecta también a los países latinoamericanos que han visto devaluarse sus propias
monedas locales en el transcurso del presente año, con la consiguiente presión
inflacionaria, pero con algún desestimulo para las importaciones y estimulo para las exportaciones de aquellos
productos cuyos precios que no se determinan internacionalmente en bolsas o
mercados en los cuales los pequeños países productores tiene poca influencia.
Toda esta
situación muestra una economía internacional que no se limita a crecer o a decrecer,
sino que se reformula y se transforma al calor de cada uno de sus períodos de
crisis o de bonanza. Desgraciadamente, muestra también una América Latina que
sigue siendo altamente pasiva, receptiva o dependiente de lo que suceda en los
países desarrollados del mundo contemporáneo.
sergio-arancibia.blogspot.com
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