(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en ELMUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 18 de Septiembre
de 2012.)
Un buen gobierno
se caracteriza por cuanto convoca al ejercicio de la función pública a los
mejores elementos técnicos y profesionales con que cuenta el país, ya sea formados
en las buenas universidades nacionales o extranjeras, o formados en largos años
de ejercicio profesional en los cuales han ganado experiencias y conocimientos
que los destacan por sobre la media de sus iguales.
Un mal
gobierno se caracteriza, por el contrario, por convocar a elementos carentes de
experiencias o de calificaciones, y cuyas únicas credenciales para ocupar un
determinado cargo son las credenciales políticas, es decir, la adhesión y la
incondicionalidad hacia la persona o
hacia el grupo que le permiten un ascenso económico y social de esas características.
Un buen
gobierno está conformado por hombres y mujeres que tienen como norte conseguir
determinadas metas nacionales que pueden prestigiarlos, pero no lucrarlos. Un
mal gobierno, en cambio está conformado por ciudadanos cuya meta principal es
utilizar su paso por el gobierno, que suponen transitorio, para lucrar tanto
como puedan, aprovechando para ello las muchas oportunidades que su cargo les
genera.
Pero un buen
gobierno se caracteriza no sólo por convocar a los mejores, sino también por dejarles
espacio para que tomen las decisiones que estimen convenientes en su ámbito de
desempeño. Es decir, tienen que estar dotados no sólo de un nombramiento, de un
escritorio y de un sueldo, sino que tienen que tener libertad como para tomar
las decisiones que correspondan a su cargo, dentro de las orientaciones estratégicas
que emanen de la cúpula del poder ejecutivo.
Ni el más
excelente profesional o el más experimentado ejecutivo podría funcionar con
eficiencia si tiene que consultar con el Presidente de la República cada decisión
que tenga que tomar. Si el Ejecutivo no confía en ellos, no los nombre. Si
confía, hay que delegar en ellos la capacidad de administrar eficientemente los
recursos materiales, financieros y humanos que se le confían, para que obtenga
los resultados que se esperan. Y juzgarlo posteriormente, en función de los
resultados alcanzados. La descentralización y la delegación del poder de decisión,
son por lo tanto, parte importante de la caracterización de un buen gobierno. Un
gobierno deviene necesariamente en un mal gobierno si ante cada problema, en
cualquier parte del país, las opciones posibles tienen que ser elevadas la más
alto nivel de decisión, para que allí se resuelva desde la pavimentación de una
calle o la construcción de una casa.
Pero un buen
y un mal gobierno se diferencian no sólo por la forma en que toman las decisiones,
sino también por las metas que cada uno se plantea. Un buen gobierno tiene
metas en cuanto a lo que el país debe ser en el corto y en el largo plazo. Un
mal gobierno no tiene otra meta que su propia sobrevivencia o su perpetuación
en el poder.
En cualquier
escuela de administración se enseña a los alumnos que el viejo método fordista
de administración - en la cual el jefe toma todas las decisiones y los demás
realizan labores repetitivas en las cuales no necesitan comprometer su
capacidad de raciocinio ni de decisión - es un método que conduce al fracaso de
las empresas modernas, que actúan en ambientes de alta incertidumbre y constante
modificación. En este contexto, se necesitan metas estratégicas claras y
delegación de poder. Este método permite, e incluso obliga, a que cada miembro
de la empresa aporte su creatividad y su capacidad de raciocino, en función de
los problemas de corto y de largo plazo que se enfrentan. La gran administración
de un país, siendo mucho más compleja aun, requiere en mayor medida del aporte
creativo de todos. De allí la importancia de la política propiamente tal, como
práctica del dialogo y de la suma, que debe estar presente también en las
credenciales que definen un buen gobierno El que quiera resolverlo todo - por que asume
que él sabe todo y tiene la capacidad de decidir sobre todo – conduce
inexorablemente a la organización a los mayores fracasos. El que aprovecha el
aporte, la creatividad y los conocimientos
de todos, permite que la organización crezca y se desarrolle. No hay duda de
que Venezuela merece un buen gobierno.
sergio-aranciba.blogspot.com
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