(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA
Y NEGOCIOS el día 23 de noviembre de 2016)
Si un país
es importante en lo que respecta a la producción y exportación de cierto
producto, exhibiendo un peso significativo en el mercado mundial
correspondiente - como sucede, por ejemplo, con Venezuela y el petróleo- puede
que tenga problemas y dificultades si se plantea aumentar su producción. Si
quiere, eventualmente, aumentar la producción de dicha mercancía, en un 20 o 30
%, tiene que tomar en cuenta las consecuencias que ello tendría sobre el
conjunto de dicho mercado, así como también sobre las acciones y reacciones que
cabe esperar de los otros actores que ofertan el mismo producto. Puede que se
llegue a la conclusión de que ese aumento traería consecuencias negativas -
pues el mercado no tiene capacidad como para absorber esa mayor oferta- y por
lo tanto el precio bajaría, los inventarios aumentarían y/o quedarían sin poder
ser vendidos, todo lo cual terminaría siendo negativo para el país que
protagonice este incremento de producción, y para las empresas que participan
en dicho proceso. Esos son los costos o los inconvenientes de ser importante.
Distinto es
el caso si un país exporta bienes en los cuajes no pesa en forma significativa
en el mercado internacional correspondiente. Por ejemplo, si sus exportaciones
representan menos del 1 % de las exportaciones mundiales. En el caso concreto
de Venezuela hay varias decenas y centenas de productos que el país exporta que
están en esas condiciones. En esos productos el país podría aumentar su
producción y su exportación en un 50 % o en un 100 %, y lo más probable es que
el mercado internacional tenga plena capacidad de absorber esa mayor oferta,
sin que las condiciones generales que caracterizan ese mercado se vean
alteradas. Más aun, exagerando quizás un poco las cosas, es posible que el
mercado internacional ni se entere de este incremento de la oferta venezolana.
Se trataría de una situación en que las potencialidades se basan precisamente
en la importancia de no ser importante. Puede que duplicar la oferta de un
determinado producto sea una situación sumamente importante para las cuentas
externas de Venezuela - y para las empresas implicadas en el ese proceso- pero
sin que eso sea igualmente importante para el mercado mundial en que esa
mercancía se inserta.
Así, por
ejemplo, en el capítulo 29 del arancel de aduanas, referido a productos
químicos orgánicos - que es el más
importante para Venezuela después del capítulo 27, referido a petróleo y sus
derivados – las exportaciones principales son las de alcoholes acíclicos y sus
derivados, donde Venezuela exportó 494 millones de dólares en el año 2015. Pero
esas exportaciones representan el 1,9 % de las exportaciones mundiales de dicho
producto. Venezuela se ubica en el lugar 19 del ranking mundial de exportadores
de dicha mercancía. Si Venezuela aumentase dichas exportaciones en un 20 %, eso
sería significativo para nuestro país, pero sería un dato modesto para el
mercado mundial correspondiente.
Veamos otro
ejemplo: el capítulo 76 del arancel de aduanas, correspondiente a aluminio y
sus manufacturas. En ese capítulo la principal exportación venezolana es el
aluminio en bruto, mercancía de la cual se exportaron en el año 2015 un total
de 219 millones de dólares. Esa cantidad, siendo importante para Venezuela,
representa el 0.5 % de las exportaciones mundiales de ese rubro arancelario, y
Venezuela se ubica en el lugar 35 entre los exportadores mundiales
correspondientes. ¿Hay, por lo tanto, espacio en el mercado mundial para que
ese productor, que abastece el 0.5 % de este, aumente su oferta en un 20, 30 o
40 %? Creemos que sí, pues se trata, nuevamente, de un aumento importante de un
productor no importante.
Todo esto
nos lleva a que hay posibilidades serias, y no meramente fantasiosas, como para
que Venezuela dé un salto hacia adelante importante en lo que respecta a sus
exportaciones no petroleras.
Si en el
2016 se llega a un total de exportaciones
diferentes al petróleo y al oro de 2.500 millones de dólares – que es lo
realista de suponer - y si dichas exportaciones crecen a partir del próximo año
a una tasa interanual de 10 %, al cabo de 10 años se llega un nivel de
exportaciones de 6.484 millones de dólares. Esa cantidad es menor que la exhibida
por Venezuela en el año 2005, razón por la cual creemos que es una meta que la
economía venezolana está en condiciones de superar.
Si la tasa
de crecimiento interanual de las exportaciones fuese de 15%, al cabo de 10 años
se llegaría a un nivel de exportaciones de 10.113 millones de dólares. Y si la tasa de crecimiento interanual de las
exportaciones fuese de 20% - lo cual luce como una tasa enteramente posible de
alcanzar - al cabo de 10 años las exportaciones no petroleras y no auríferas
serían de 15.479 millones de dólares. Dado que de las muchas mercancías que
Venezuela exporta solo es importante en el mercado del petróleo y sus
derivados, en todos los demás rubros puede aumentar su producción sin alterar
los datos básicos del respectivo mercado. Crecer al 20%, en forma sostenida
durante 10 años es, por lo tanto, posible y deseable, sobre todo si se piensa
seriamente en superar el modelo rentista petrolero. Pero obviamente nada de
ello sucederá en forma espontánea - ni como regalo del cielo, ni como
consecuencia del mero funcionamiento libre y automático de las fuerzas del
mercado - sino que requiere acciones claras y sostenidas en el campo de la
política económica como para lograrlo. Más aun, se necesita de una política de
estado, asumida como tal por el conjunto de las fuerzas políticas y económicas
del país.
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