jueves, 17 de noviembre de 2016

CUENTOS CHINOS.


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 17 de noviembre de 2016)

 Hay anécdotas históricas que son muchas veces puras invenciones - desde el principio al fin - pero que aun así, cumplen un rol positivo, pues dejan ciertas moralejas o enseñanzas que pueden ser útiles para alumbrar situaciones presentes o futuras. Una de ellas dice relación con el Presidente Mao, el legendario líder chino. Antes de que la victoria jalonara definitivamente sus esfuerzos, tuvo que pasar por luchas largas y difíciles. En medio de ellas, se tuvo que participar en diálogos, pactos y negociaciones con otros líderes o políticos chinos, que tenían intereses o perspectivas distintas respecto al futuro de China, pero que coincidían con Mao en ciertos aspectos de la lucha de un cierto presente. Uno de esos líderes fue Chiang Kai Shek, dirigente del Kuomintang.
Cuenta la historia - o la mitología, o la fantasía - que en uno de los encuentros de ambos líderes chinos, encaminados a formar una alianza para luchar de conjunto contra la invasión japonesa, Chiang le exigió a Mao que lo recociera como líder absoluto de toda la coalición, a lo cual Mao no opuso objeción alguna. Luego Chiang exigió que en su uniforme Mao usara menos estrellas que en el uniforme de aquel, con lo cual este estuvo totalmente de acuerdo.  Luego se planteó que en los discursos Mao debía dirigirse a Chiang como al líder del pueblo chino, cuestión que Mao estuvo totalmente dispuesto a aceptar. Finalmente, Chiang le exigió a Mao que disolviera el Ejército Rojo, ante lo cual Mao le respondió que por ningún motivo. Allí residía todo el problema, o por lo menos el problema central del poder.  Allí estaba la fuerza de Mao. Todo lo demás era absolutamente adjetivo.
Moraleja 1: hay que saber distinguir lo importante de lo secundario, o lo sustantivo de lo adjetivo.
Moraleja 2: hay que saber ceder en lo adjetivo para concentrar los esfuerzos durante la negociación en los aspectos realmente sustantivos.
Moraleja 3: el dialogo, la alianza o la negociación no definían las metas a futuro de ninguna de las partes. La lucha continuaba más allá de ese momento de negociación. La negociación era un momento de la lucha y de la vida, pero no el final de la misma. Hubiera sido infantil o ingenuo pretender que en esa negociación Mao iba a obtener todos sus objetivos y sus metas de corto y de largo plazo.
Supongo - agregándole ya cosas por mi cuenta a lo anecdótico, lo fantasioso o lo histórico - que Mao debe haber contado permanentemente con un importante estado mayor, y que ninguno de sus miembros, ni antes ni después de la negociación, cualquiera que haya sido el resultado de la misma, formuló críticas a lo que se acordó o se dejó de acordar en esa reunión. 
El final de la historia es conocido. Mao continuó al frente del Ejército Rojo, y se ganó en la batalla contra los japoneses y contra el Kuomintang al apoyo mayoritario del pueblo chino.

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