(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO CONOMÍA Y NEGOCIOS el día 22 de Junio de
2016.)
El Ministro
de Comercio Exterior hizo recientemente unas interesantes declaraciones en el
sentido de que cada empresa venezolana debería generar sus propios dólares. Una
declaración de ese tipo amerita una serie de reflexiones adicionales. Como la
única forma legal de generar dólares es por la vía de exportar bienes o
servicios, la declaración del ministro se puede interpretar como una
exhortación a que todas las empresas del país incrementen su competitividad
internacional y se conviertan en empresas exportadoras. Eso sería
indudablemente muy positivo, pero desgraciadamente creo que las cosas no
suceden en esos términos en ninguna parte del planeta tierra. En todos los
países conocidos hay empresas que son grandes exportadoras y, paralelamente,
hay empresas que no exportan ni una sola locha, sino que toda su producción va
encaminada hacia el mercado interno.
Pero puede
perfectamente suceder que estas últimas - las que no exportan - necesiten de
todos modos insumos y materias primas importadas. Necesitan, por lo tanto,
comprarle dólares a alguien. Y como los que exportan no utilizan totalmente
esos dólares para importar, sino que necesitan moneda nacional para pagar
salarios y hacer compras de bienes y servicios en el mercado local, entonces
necesitan vender en el mercado interno todo o parte de los dólares que han
obtenido legítimamente en el mercado internacional. Se genera así la necesidad
de un mercado de compra y venta de dólares que relacione a los ofertantes y
demandantes, y termine beneficiando a unos a otros. No se puede, por lo tanto,
satanizar a las empresas que necesitan dólares, pues ellas están dispuestas a
comprarlos - no están pidiendo que se los regalen – y su actividad es
fundamental para la buena marcha de la economía nacional. Más claro aún: sin la producción de esas
empresas que no producen dólares, la economía no podría funcionar. No se les
puede condenar a desaparecer.
No se puede a
esta altura de los tiempos concebir una sociedad en que las únicas empresas
manufactureras que existan sean las que generan dólares, y con esos dólares se
importen todos los bienes de consumo que el país necesite. Ese modelo de
desarrollo ya pasó. Tuvo su período de auge en el siglo XIX pero ya pasó. Ahora
hay empresas que producen para el mercado interno y que necesitan dólares, y
que es bueno para la salud de la economía, que funcionen con la mayor
normalidad y eficiencia posible. Lo que se deduce de todo lo anterior es que
hay que incrementar la cantidad de empresas que generan dólares, para que
funcionen a su vez la mayor cantidad posible de aquellas empresas que necesitan
dólares pero no los generan.
En materia
de producir dólares es importante recordar que en este país hay una cantidad
importante de empresas que podrían perfectamente generar sus propios dólares,
si las dejaran. Pero no las dejan. Les ponen tal cantidad de trabas, requisitos
y alcabalas, que prácticamente impera sobre ellas una prohibición de exportar.
Hay que generar condiciones como para que todo el que pueda exportar, desde el
punto de vista de su competitividad internacional, lo haga.
En segundo
lugar, hay que generar condiciones como para que la oferta de dólares que
generan las empresas que exportan -públicas o privadas - se pueda encontrar con la demanda que
proviene de los que necesitan dólares para importar. Es decir, generar las
condiciones para que exista y funcione un mercado de divisas. Actualmente no
hay un mercado de divisas legal y accesible para exportadores e importadores.
Es posible que un mercado funcione en determinados momentos, con ciertas
anomalías, y en esas circunstancias eventuales, el Estados deba tener
mecanismos o instrumentos para arreglar en esos mercados lo que funcione mal.
Pero en el mercado cambiario venezolano no se han tomado medidas para que
funcione bien, sino que todas las medidas que se han venido tomando en los
últimos años están encaminadas a que el mercado cambiario no funcione en
absoluto. Se le ha sustituido por una asignación centralizada, poco
transparente y arbitraria, que en la práctica es una gran fábrica de nuevos
ricos. Como resultado de todo ello, las empresas que necesitan dólares para
producir mercancías para el mercado interno no tienen acceso a ellas.
Por lo
tanto, siendo buena la idea de que se incremente la cantidad de exportadores -
y siendo buenas todas las medidas de política económica que se tomen para
acercarse a dicho objetivo - tampoco hay que exagerar y postular que todos
deben ser exportadores. En este mundo, desde que hay división del trabajo,
algunos son exportadores, otros son importadores, y otros son exportadores que
a su vez pueden importar materias primas y otros bienes y servicios con los
propios dólares que ellos mismos generen. Pero para que todos estos diferentes
agentes económicos estén interconectados y se apoyen recíprocamente, se
necesita que funcione de verdad verdad un mercado cambiario. Más aun, se
necesita un mercado cambiario unificado - como recomendó recientemente el grupo
de economistas que reunió la Unasur para asesorar al gobierno venezolano - pues
los tipos de cambios múltiples, como han funcionado hasta este momento, generan
necesariamente la intervención del gobierno para que discrimine entre quienes
reciben dólares y quienes no y - entre los primeros- quienes los reciben a un precio y quienes a
otro, lo cual es la madre de todas ineficiencias y de todas las
tentaciones.
sergio-arancibia.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario