(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUALel día 10 de
Diciembre de 2015)
La
diplomacia es una parte de las relaciones entre estados que se ha venido
desarrollando desde hace siglos, incluso antes de la constitución de los
actuales estados nacionales en Europa y en América. Es una actividad que exige particulares
normas y experticias, pues cada palabra o cada gesto que se utilice están
sujetos a escrutinio e interpretación, y los errores que allí se cometen no
solo afectan a los protagonistas directos,
sino que afectan la imagen y los intereses de los estados que representan.
Hay tres
casos recientes de cómo no debe hacerse diplomacia en el mundo de hoy, que creemos
que son interesantes de analizar.
El primero
dice relación con las palabras del recientemente electo Presidente de
Argentina, Macri, quien dijo , antes y después de la elección, que pretendía
aplicar a Venezuela la clausula democrática del Mercosur, dados los numerosos
antecedentes que permiten calificar a este país como poco respetuoso de lo que
el común de los mortales entiende por democracia en el mundo contemporáneo. Eso
puede tener fundamento y es enteramente lícito que el Presidente Macri lo piense
– miles de venezolanos y de latinoamericanos también piensan lo mismo - y que pretendiera plantearlo en el seno del
Mercosur. Lo malo es que inicie su lucha en ese campo planteando el tema ante
los micrófonos internacionales, antes de haberlo conversado en forma
discreta, por los canales diplomáticos, que operan no solo a través de las embajadas,
con sus socios del Mercosur. Al no utilizar los canales diplomáticos, se arriesgó
innecesariamente a una derrota temprana, lo cual no hubiera sido bueno para él
ni para la causa que defiende. Los sucesos del 6 de diciembre en Venezuela le
permitieron, afortunadamente para él, protagonizar un retroceso ordenado y
decoroso.
Otro caso:
Bolivia y su campaña internacional para forzar a Chile a negociar una salida
soberana al mar. En varios países visitados recientemente por el Presidente
Morales, donde indudablemente ha planteado sus puntos de vista al respecto, ha
recibido respuestas diplomáticas , que el Presidente ha interpretado como
apoyos, y ha obligado a sus contrapartes a salir rápidamente aclarando de ese
apoyo no es tal. Una mala lectura de la terminología diplomática se termina
convirtiendo en una situación embarazosa. Nuevamente, la diplomacia vuelve por sus
fueros y hace ver que en el terreno de las relaciones internacionales no se puede
improvisar.
El tercer
caso dice relación con Venezuela y su deseo vehemente de que aumente el precio del
petróleo, para lo cual necesita que la OPEP deje de producir los actuales volúmenes
de hidrocarburos. Nuevamente estamos en presencia de un planteamiento que puede
ser justo, en la medida que representa adecuadamente los puntos de vista o los
intereses de un gobierno o de un país. Pero la forma de plantearlo no es la adecuada. El Presidente Maduro salió en gira
internacional pidiendo frente a cada micrófono que se le puso por delante que
los países productores - de la OPEP o de fuera de ella - limiten su producción.
La decisión final de los países OPEP ha sido contraria a ese punto de vista,
con lo cual se han logrado dos cosas no deseadas: poner de manifiesto la
diferencia de criterios en el seno de la OPEP, lo cual termina por hacerle más
daño aún a esa debilitada organización, y poner de manifiesto la mala jugada
diplomática de Venezuela, que no utilizó los canales sutiles y reservados de la
diplomacia y que se arriesgó, por lo tanto,
a lo que luce como una derrota explicita de sus puntos de vista.
sergio-arancibia.blogspot.com
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