martes, 29 de diciembre de 2015

LA DÉCADA PERDIDA DE VENEZUELA


 (Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 28 de Diciembre de 2015)



La Comisión Económica para América Latina, Cepal, organismo dependiente de Naciones Unidas, acaba de hacer público su estudio sobre los Resultados Económicos de América Latina y el Caribe 2015, en el cual incluye los datos sobre los niveles alcanzados por el Producto Interno Bruto de cada país - hasta el año 2015 inclusive - así como las proyecciones para el año venidero.

Venezuela, como es ya habitual, sale muy mal parada de estos antecedentes y de estas proyecciones. Si se toma el año 2008 como año base, con una ponderación igual a 100, se tiene que en el año 2008 y 2009 la economía venezolana, medida a través del PIB, disminuyó en 3.2 % y 1.5 % respectivamente. Es decir,  si tomamos el 2008 con un nivel de100, el 2010 terminó con un nivel de 96.34.

En los años 2011, 20012 y 2013 la economía  venezolana presentó tasas positivas de crecimiento, que fueron de 4.2 %, 5.6 % y 1.3 % respectivamente. A partir de esos datos se puede decir que la economía venezolana presentó un nivel de PIB de 111.49 a fines del año 2013.

En el año 2014 la economía venezolana presentó una disminución de su PIB de 4.0 %. Se llegó, por lo tanto, a un nivel de 107.03, con relación al nivel de100 alcanzado en el 2008. Pero en el 2015 las cifras indican que la economía venezolana presentará una nueva caída esta vez de 7.1 %, lo cual la llevará a un nivel de 99,43. Esta proyección sobre la caída de la economía venezolana desgraciadamente no se puede confrontar con las cifras del BCV, como era tradicional en la economía venezolana, pues este organismo ha decidido que la mejor forma de luchar contra las tendencias negativas de la economía es dejando de mostrar las cifras correspondientes, y hace más de un año que en este país no hay cifras oficiales sobre producción, sobre inflación, ni sobre los resultados de la balanza de pagos.

Pero la situación negativa no termina allí. Las perspectivas para el año 2016 indican que en el año venidero la caída de la economía venezolana continuará, esta vez con una tasa negativa de 7.0%. Si eso resulta cierto, la economía venezolana habría  alcanzado  un nivel de 92.46. Aun cuando ocurra un  milagroso crecimiento en el año 2017, que no se ve posible con las actuales definiciones de política económica, ni con las actuales tendencias de la economía mundial, no se alcanzará a terminar ese año con los mismos niveles de producción  que se exhibían en el año 2008. Es decir, Venezuela iniciará - aun en el mejor de los casos -  el año 2018, con un nivel de producción igualito al que se presentaba en el 2008. Esa es la hipótesis optimista.  Estamos, de acuerdo a la cifras presentadas por la Cepal, ante una auténtica década perdida para Venezuela.

Pero aun cuando el nivel de la producción venezolana resulte en el 2017 igual al nivel alcanzado hace una década atrás - situación obviamente dudosa-  las cosas no serán iguales que hace 10 años atrás. La población continúa aumentando. En el año 2008, según el Instituto Nacional de Estadísticas, la población venezolana era de 27.688.638 habitantes. En el año 20015 ya somos 30.620.400 y en el año 2017, según la misma fuente la población venezolana alcanzará a los 31.431.164 habitantes.  Igual o menor producción, con población creciente, significa   necesariamente una producción per cápita cada vez menor. Menor producción per cápita es una y la misma cosa que decir menor ingreso per cápita. Es decir, un país más pobre y habitantes, en promedio, cada vez más pobres.

Pero no estamos frente a una maldición divina. Estamos frente a desaciertos sustantivos y sostenidos de la política económica. No estamos condenados por la historia. Para un país como Venezuela, todavía hay esperanzas.   
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lunes, 28 de diciembre de 2015

POBREZA, EDUCACIÓN Y EMBARAZO JUVENIL

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 28 de Diciembre de 2015)


Entre los estudiosos del tema en América Latina es una verdad suficientemente aceptada el que el embarazo juvenil es una de las vías fundamentales a través de la cual se transmite intergeneracionalmente la situación de pobreza. Las muchachas pobres en edad reproductiva, al quedar embarazadas se ven obligadas a dejar sus estudios, lo cual desde ya se convierte en un elemento que la condena de por vida a una situación de pobreza o de bajos ingresos. Si es pobre y no estudia tiene altas posibilidades de que ella y sus hijos sigan siendo pobres. Si es pobre y queda embarazada, tendrá que vivir allegada con sus padres, o con los padres del padre, con lo cual incrementa el problema de hacinamiento familiar y necesariamente las condiciones de pobreza de la familia que la acoge.  Podemos asumir como supuesto que las muchachas de clase media o alta tienen las mismas posibilidades de quedar embarazadas, aun cuando sus condiciones de vivienda no las hacen vivir en el mismo grado el problema del hacinamiento.  Pero para estas últimas las posibilidades de usar las condiciones que ofrece la medicina - en sus manifestaciones legales o clandestinas, dentro o fuera del país- para interrumpir  el embarazo no deseado so mucho mayores. Además, aun cuando el embarazo siga adelante, eso no las  arrastra a una situación de pobreza, a pesar de que limite sus posibilidades de ascenso educacional, profesional  y social.

Todo esto viene al caso por cuanto estudios recientes de Naciones Unidas indican que  Venezuela es  el país en América Latina y el Caribe que presenta los más altos porcentajes de embarazo juvenil. Las cifras muestran que el 101 por mil de los embarazos corresponden a embarazos juveniles, mientras que en el resto de la región esa tasa llega solamente a 76 por mil.

En los tiempos que corren en Venezuela el problema del embarazo juvenil, ya de por si alto, se incrementa más aún por la imposibilidad,  o por lo menos las dificultades,  para adquirir preservativos  o pastillas anticonceptivas.  

Este no es, indudablemente, el único mecanismo a través del cual se genera el círculo vicioso que hace que los hijos de pobres devengan en pobres, pero es uno de los fundamentales. La educación, ya mencionada, y la salud, son  otros factores importantes. En lo que respecta a la educación se va generando una segmentación extraordinariamente grave. Hay educación masiva, gratis y de mala calidad, para pobres, y educación de buena calidad, cara,  para las capas medias y altas de la población. Los primeros generan egresados, aun de nivel universitario, que no dominan las habilidades que necesita hoy en día el aparato productivo y son condenados a trabajos de baja productividad y remuneración. Los otros dominan las tecnologías de la información y las comunicaciones, los idiomas que se hablan en el mundo contemporáneo, y las habilidades que requiere el aparato productor de bienes y servicios de calidad en el mundo contemporáneo. Incluso hay universidades que se ufanan de recibir a estudiantes de escasa preparación, sin exámenes de admisión, y de llevarlos hasta el momento de la graduación sin repetir ni una sola materia. La masividad en lo que respecta a ingresos y graduación es  el único indicador que les importa. Los indicadores propiamente académicos no juegan ningún papel.

Junto con arbitrar todos los medios para evitar el embarazo juvenil, hay que dar luchas como para que todo el sistema educativo, desde el preescolar hasta la universidad, exhiba elevados niveles de calidad y permita a los usuarios acceder a mayores niveles de productividad, de remuneración y de vida que la que conocieron sus padres.   
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miércoles, 23 de diciembre de 2015

LOS OBJETIVOS DEL MILENIO

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 19 de Diciembre de 2015)


A principios del presente siglo los jefes de gobierno de los países del mundo se reunieron bajo la convocatoria de las Naciones Unidas y aprobaron lo que se ha conocido como los Objetivos del Milenio, ODM. Se trata, en apretada síntesis de ocho grandes propósitos o metas que la humanidad contemporánea se proponía alcanzar en el plazo de 15 años. Allí se incluían metas tales como el reducir en un 50 %  la proporción de personas que sufren hambre, tonado como año base a 1990;  lograr la enseñanza primario universal; reducir en dos terceras partes la mortalidad infantil; reducir en tres cuartas partes la mortalidad materna; detener la propagación del Sida, del paludismo y de otras enfermedades; promover la igualdad de género, etc.

Los organismos internacionales han sido muy generosos a lo largo de su existencia en la generación de documentos llenos de buenas intenciones y de metas inalcanzables. Los jefes de gobierno, a su vez, ubicados en ese ámbito, suscriben muchos propósitos aun cuando saben que nunca se alcanzarán. Sin embargo, los ODM no sufrieron la  misma suerte que muchos otros documentos de la misma especie. Se convirtieron realmente en un mapa de ruta que guiaba los esfuerzos de los gobiernos, de las ONG y de los organismos internacionales. Como pocas veces en la historia de la humanidad se tuvieron encima de la mesa metas u objetivos concretos que reflejaran la preocupación universal por los derechos y las condiciones de vida de los más débiles. Los ODM tenían también la cualidad de que se traducían en indicadores fáciles de ser cuantificados, de modo que el grado de avance podía ser medido y evaluado a lo largo del periodo de análisis.

En alguna medida el tipo de metas presentes en los ODM daba cuenta de un tipo de preocupación distinta a las preocupaciones posteriores a la segunda guerra mundial, en que todo giraba alrededor de las tasas de crecimiento del PIB. Ya el PIB ha perdido el peso que tuvo hace 50 años atrás, y los problemas relativos a la distribución de la riqueza, así como a los derechos sociales, preocupan de una forma distinta a la humanidad contemporánea.

No tiene sentido idealizar y engañarnos sobre como es el mundo de hoy en día. Las guerras, la mala distribución de la riqueza, la explotación de niños y mujeres, las muertes por enfermedades curables, las brechas tecnológicas y sociales, siguen presentes con acuciante gravedad, pero hay a nivel mundial una mayor preocupación  por los derechos humanos, por los derechos sociales, por los derechos de la minorías étnicas, sexuales o culturales, y por el cuidado del medio ambiente y de la salud planetaria. Esos problemas, esas preocupaciones y los valores que todo ello entraña han permeabilizado en mayor medida que en cualquier otra momento de la historia a la civilización contemporánea.

Ahora, en 2015, las metas del milenio alcanzan el período para el cual fueron concebidas y cabe hacer el balance del grado en que ellas se alcanzaron. Cabe también definir y abrirle paso a un nuevo conjunto de metas y objetivos que guíen a los líderes mundiales por los próximos 20  o 30 años.
En el campo del los balances cabe mencionar que, entre 1990 y 2015, la pobreza extrema ha caído de un 47 % a un 14 % a nivel mundial, la nutrición insuficiente ha disminuido del 23,3 % al 12,9%; la matrícula en la educación primaria ha aumentado del 83 % de los niños al 91 %; la mortalidad infantil ha disminuido del 90 por mil al 43 por mil; y la mortalidad materna ha bajado en un 45%.  Quedan por delante, por lo tanto, objetivos importantes que pueden ser alcanzadas con el desarrollo tecnológico y con el desarrollo  material alcanzado por la humanidad contemporánea, y que deben ser las metas morales y solidarias que guíen a las nuevas generaciones. 

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EL YUAN ENTRE LOS GRANDES

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 16 de Diciembre de 2015)



La moneda nacional de China, el yuan, ha sido aceptada o reconocida oficialmente por el Fondo Monetario Internacional como moneda de reserva internacional. Esta medida comenzará a operar oficialmente en el 2016, pero su solo anuncio genera desde ya los efectos que son inherentes a una moneda de reserva. Para entender las consecuencias que esta medida tendrá para la economía china cabe hacer algunas reflexiones previas.

Si un país puede con su moneda nacional comprar bienes y servicios en el exterior lo más probable es que los agentes económicos que reciben esa moneda quieran transformarla rápidamente en otros bienes y servicios que se puedan, a su vez, comprar en el mercado del país que ha emitido esa moneda. Es decir, esa moneda nacional usada en importar bienes seria rápidamente recuperada por el país que la emitió, el cual se vería obligado a entregar bienes, es decir, a exportar, a cambio de la misma moneda que él había entregado poco tiempo antes.

En esa medida la moneda nacional estaría siendo utilizada como medio de cambio, o como instrumento para facilitar los intercambios. Para que esto suceda, el que recibe esa  moneda nacional de otro país tiene que tener la certeza de que podrá comprar con esos activos monetarios otras mercancías en el país de origen de ese dinero. Además, debe confiar en que ese dinero no perderá su valor de compra, es decir, no se vera devaluado, en el tiempo en que esos activos permanezcan en su poder. Si en el país de origen hay una elevada inflación,  es obvio que esta última condición no se cumple, sino que por el contrario, el correr del tiempo hace que con esa moneda se pueda comprar cada vez menos en el país de origen de la misma. En las circunstancias descritas en este párrafo la moneda del país que estamos analizando actúa como medio de cambio pero no como moneda de reserva.

Una situación distinta se genera si un país compra bienes y servicios en el exterior pagando con su propia moneda nacional, pero los agentes económicos que reciben esa moneda no procuran realizar a la brevedad compras en el país que emitió esa moneda, sino que deciden guardarla, atesorarla, mantenerla en su poder como un activo que les permite resguardar valor para usarlo en periodos posteriores, o incluso, como un respaldo frente a otras operaciones comerciales o financieras que realiza el segundo país con terceros  o cuartos países de otras partes del mundo. Puede darse el caso de que esas monedas, mantenidas como moneda de reserva, no se utilicen nunca como medios de cambios, pero aun así, guardadas en las bóvedas de un banco extranjero, cumplen un rol significativo en la economía mundial y más aun en la economía del país que emitió esa moneda.

La situación antes descrita permite al primer país pagar sus compras de bienes y servicios en el mercado internacional con su propia moneda, pero sin que en algún momento cercano tenga que entregar bienes y servicios nacionales a cambio de la moneda que entregó en la primera parte de esta cadena. Sencillamente recibe bienes, entrega papeles, esos papees son guardados por un segundo país, y el primer país no tiene que entregar bienes nacionales a cambio de esos papeles sino hasta un futuro lejano e impreciso. Es, desde todo punto de vista, un negocio redondo para el primer país. Se abastece en el mercado internacional pagando con su propia moneda. Puede funcionar, en lo que se refiere a su balanza de pagos, con un  déficit sostenido, que se financia con moneda nacional. Mas un aun, el país puede hacer inversiones en el exterior, es decir, comprar factores productivos en otros países, pagando con su propia moneda. Todo eso implica una situación beneficiosa para el país que puede gozar de una situación de esa naturaleza. Esa fue la situación de la que gozó Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo necesitaba alguna moneda en la cual confiar y que pudiera funcionar internacionalmente como unidad de cambio y como medio de reserva. Estados Unidos en las décadas posteriores a la  Segunda Guerra Mundial utilizó y gozó intensamente de los beneficios que le daba el ser uno de los pocos países que tenía una moneda nacional que gozaba de credibilidad internacional y que era por lo tanto usada universalmente como moneda de reserva.

Obviamente el FMI y la comunidad financiera internacional no deciden aceptar el yuan como moneda de reserva de puro buenas personas que son. Lo hacen por varias razones obligantes: por un lado, por el hecho claro e incuestionable de que China es una potencia comercial  mundial - el primer exportador mundial para ser más precisos - y sus mercancías se compran prácticamente por todos y cada uno de los países que conforman la geografía económica mundial. Eso hace que todos los países vean como posible, necesario y conveniente mantener yuanes en su poder para efectos de solventar las operaciones comerciales con China, y desean que esos activos sean reconocidos internacionalmente como parte de las reservas o de los valores que le dan seriedad y solvencia a cualquier país. Además, los países, con la autorización del FMI o sin ella, mantienen  ya yuanes en sus reservas, o incluso se endeudaban en yuanes con la propia China, lo cual genera una situación de hecho en términos de que esa moneda es utilizada como moneda de reserva por una parte importante de la comunidad internacional. El FMI no ha hecho sino reconocer una realidad.
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jueves, 10 de diciembre de 2015

DIPLOMACIA, DIPLOMACIA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUALel día 10 de Diciembre de 2015)


La diplomacia es una parte de las relaciones entre estados que se ha venido desarrollando desde hace siglos, incluso antes de la constitución de los actuales estados nacionales en Europa y en América. Es una actividad que exige particulares normas y experticias, pues cada palabra o cada gesto que se utilice están sujetos a escrutinio e interpretación, y los errores que allí se cometen no solo afectan a  los protagonistas directos, sino que afectan la imagen y los intereses de los estados que representan.

Hay tres casos recientes de cómo no debe hacerse diplomacia en el mundo de hoy, que creemos que son interesantes de analizar.

El primero dice relación con las palabras del recientemente electo Presidente de Argentina, Macri, quien dijo , antes y después de la elección, que pretendía aplicar a Venezuela la clausula democrática del Mercosur, dados los numerosos antecedentes que permiten calificar a este país como poco respetuoso de lo que el común de los mortales entiende por democracia en el mundo contemporáneo. Eso puede tener fundamento y es enteramente lícito que el Presidente Macri lo piense – miles de venezolanos y de latinoamericanos también piensan lo mismo -  y que pretendiera plantearlo en el seno del Mercosur. Lo malo es que inicie su lucha en ese campo planteando el tema ante los micrófonos internacionales, antes de haberlo conversado en forma discreta,  por los canales diplomáticos,  que operan no solo a través de las embajadas, con sus socios del Mercosur. Al no utilizar los canales diplomáticos, se arriesgó innecesariamente a una derrota temprana, lo cual no hubiera sido bueno para él ni para la causa que defiende. Los sucesos del 6 de diciembre en Venezuela le permitieron, afortunadamente para él, protagonizar un retroceso ordenado y decoroso.  

Otro caso: Bolivia y su campaña internacional para forzar a Chile a negociar una salida soberana al mar. En varios países visitados recientemente por el Presidente Morales, donde indudablemente ha planteado sus puntos de vista al respecto, ha recibido respuestas diplomáticas , que el Presidente ha interpretado como apoyos, y ha obligado a sus contrapartes a salir rápidamente aclarando de ese apoyo no es tal.  Una mala lectura  de la terminología diplomática se termina convirtiendo en una situación embarazosa.  Nuevamente, la diplomacia vuelve por sus fueros y hace ver que en el terreno de las relaciones internacionales no se puede improvisar.

El tercer caso dice relación con Venezuela y su deseo vehemente de que aumente el precio del petróleo, para lo cual necesita que la OPEP deje de producir los actuales volúmenes de hidrocarburos. Nuevamente estamos en presencia de un planteamiento que puede ser justo, en la medida que representa adecuadamente los puntos de vista o los intereses de un gobierno o de un país. Pero la forma de plantearlo no es la adecuada.  El Presidente Maduro salió en gira internacional pidiendo frente a cada micrófono que se le puso por delante que los países productores - de la OPEP o de fuera de ella - limiten su producción. La decisión final de los países OPEP ha sido contraria a ese punto de vista, con lo cual se han logrado dos cosas no deseadas: poner de manifiesto la diferencia de criterios en el seno de la OPEP, lo cual termina por hacerle más daño aún a esa debilitada organización, y poner de manifiesto la mala jugada diplomática de Venezuela, que no utilizó los canales sutiles y reservados de la diplomacia y que se  arriesgó, por lo tanto, a lo que luce como una derrota explicita de sus puntos de vista. 
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CONTRIBUCIONES AL PROGRAMA AGRARIO DE LA DEMOCRACIA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 9 de Diciembre de 2015.)


Hoy en día, después de muchos años, hay verdaderas posibilidades de legislar sobre la situación del agro. Se juntan para ello dos situaciones que se complementan mutuamente. La primera situación es de tipo político. Es posible legislar al respecto pues hay una mayoría parlamentaria del bloque democrático. La segunda situación es de tipo económico. Es imprescindible aumentar la producción agropecuaria, pues no es posible seguir importado las cantidades de alimentos que está importando actualmente Venezuela. Aun cuando se eliminara todo rastro de comisiones y negociados en las masivas importaciones estatales de alimentos, de todos modos es enteramente posible y necesario ahorrarse parte importante de esos dólares y aumentar en forma sustantiva la producción  agropecuaria en un período de uno o dos años, con lo cual se le haría un tremendo favor a los consumidores  y a los productores. De allí entonces que este articulista se permita lanzar algunas ideas sobre este importante tema.

Hay que decir, sin embargo, que aumentar la producción agropecuaria no es una cosa que se pueda hacer en el corto plazo. Se necesita por lo menos un año o dos para que las medidas que se tomen, en el caso de que sean correctas, rindan los frutos esperados. Si es que la decisiones de dilatan en largas discusiones y tramitaciones parlamentarias es posible que los resultados no se vean nunca.

Una primera medida que hay que tomar, a mi juicio en forma urgente, es regularizar la tenencia de la tierra. Los factores productivos no hacen inversiones de mediano o de largo plazo en  empresas que no se sabe a quién pertenecen. Pueden hacer inversiones de corto plazo, para sacar rápidamente de allí todo lo que se pueda sacar, para aprovechar aquello mientras las condiciones lo permitan, o para subsistir mientas no hayan oportunidades mejores. Pero inversiones propiamente tales, no. Con propiedad indeterminada no fluyen ni los capitales privados ni los capitales que se canalizan a través de la banca. Hay por lo tanto que entregar la tierra a los campesinos. Hay que entregar la tierra en propiedad, con todas las características. y cualidades  de la propiedad privada. Entregar en propiedad la tierra que se ha expropiado en diferentes oleadas de reforma agraria, y que permanecen en limbos o en entelequias jurídicas que son cualquier cosa menos propiedad privada. Esas condiciones no permiten una actitud ni una actividad de alta productividad y convierten a los  campesinos en dependientes eternos de los funcionarios gubernamentales. Hay que entregar toda esa tierra a los campesinos que han sido usufructuarios de la misma, con titulo claros de propiedad, y en forma rápida, para darles libertad y responsabilidad.

La tierra que no ha sido expropiada legalmente, sino que ha sido meramente arrebatada, o allí donde el proceso jurídico no se ha concluido, sino que se ha alargado durante años, hay que devolverla a sus legítimos dueños. Y devolverla rápida y totalmente. Desistirse el Estado de toda acción legal contra esos propietarios a quienes no se les ha pagado por la expropiación realizada, y cuyas tierras permanecen en usufructo por personas que no tiene ningún derecho sobre la misma. Estos procesos de regularización de la tenencia de la tierra deben hacerse en forma rápida y masiva y generar una nueva ola de esperanza en todo el campo venezolano, de modo de romper con inercias de décadas.

Se suele postular que el entregar la tierra en propiedad privada a los campesinos genera la posibilidad de que estos la vendan, con lo cual no se logra el objetivo social que se esperaba con el proceso original de expropiación. Hay que correr ese riesgo. No hay que tratar a los campesinos como si fueran infantes. Hay que darles las oportunidades y las responsabilidades que la tenencia y la propiedad de la tierra traen aparejadas. Si  venden la tierra – proceso que de una u otra manera de todos modos sucede - puede que eso les permita otra opción  económica en otra actividad, y es altamente probable que el comprador de la tierra haga un uso productivo de la misma, pero con el título de propiedad en la mano.

La otra gran bandera que a mi juicio debe ser levantada en la actividad agraria, es definir un grupo de productos que sean prioritarios y centrar en ellos toda la batería de apoyos que el estado puede dar a los productores. No todos los productos pueden tener el carácter de prioritarios. Solo algunos. Por ejemplo, el maíz, el arroz, el azúcar, la leche y la carne. Con un grupo de esa naturaleza se cubre fácilmente la mitad de la tierra y de la producción  agropecuaria. Para ellos, toda la política de subsidios y de apoyos por la vía de los créditos, de los precios, de la investigación, de los aranceles a las importaciones, de los pagos rápidos por cosecha  entregada, etc. Para los demás, las políticas generales - incentivadoras y no restrictivas - que el estado pueda generar, pero sin canalizar hacia ellos los créditos y subsidios estatales. Todo ello es posible, deseable y urgente.
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sábado, 5 de diciembre de 2015

SI LAS GALLINAS HABLARAN

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 4 de Diciembre de 2015)


Si las gallinas hablaran dirían a gritos que ninguna mercancía –incluidos los huevos - puede venderse en los mercados por debajo de sus precios de costos. Si se obliga a los productores - en contra de todo el sentido común - a vender por debajo de sus costos, estos responden haciendo una cosa obvia, para la cual no se necesita sino tener dos dedos de frente: dejan de producir.

Pero no todos los productores tienen los mismos costos. Hay empresarios grandes, que producen en elevados volúmenes, y que tienen tratos especiales con los proveedores y/o importadores de insumos - tales como los alimentos concentrados para animales o las medicinas que las gallinas necesitan.  Hay también los empresarios pequeños, casi artesanales, que compran alimentos y medicinas donde pueden, con periódicas escaseces y elevados precios. Los primeros es posible que con un precio fijo, aun cuando sea bajo, logren cubrir sus costos. Los otros, los chicos, tendrán necesariamente que salir del mercado. Es decir, se trata de una medida que no necesariamente beneficia en lo inmediato a los grandes productores, pero que les permite seguir en el negocio, mientras que obliga a los pequeños productores a dejarle todo el mercado a los grandes productores. En otras palabras, es una política que tiende a la concentración y la monopolización del mercado de los huevos. De continuar por un tiempo largo con esa política se llegaría a una estructura productiva en el país caracterizada por pocos grandes productores y por la ausencia de productores pequeños o medianos.

Pero la cosa es más grave aún. En una economía inflacionaria el costo que interesa al productor, en su cálculo de costos y beneficios, no es solo el costo histórico, sino también el costo de reposición. El costo de reposición es el costo que tendrán los insumos y materias primas en el siguiente ciclo de producción. Si las mercancías se venden a un precio que escasamente permite cubrir los costos pasados, pero que no permiten reiniciar al mismo nivel de producción que antes en el nuevo ciclo de producción, entonces sucede una cuestión muy obvia, que estoy seguro que hasta las gallinas tendrían clara: el siguiente ciclo de producción se desarrolla a una escala de producción menor, es decir, se reduce la producción.

En la teoría económica clásica se asumía que si un propietario de factores productivos no encontraba en un sector la rentabilidad que esperada, se podía mudar a otro sector productivo, sin que eso tuviera costo alguno. Se llegaba así, por un proceso de prueba y error, a una situación en la cual el propietario de los factores productivos se ubicaba en la actividad que llenaba sus expectativas. En la realidad de las cosas, es bien difícil que un productor de huevos se mude con sus gallinas hacia otro sector productivo. Las gallinas ponedoras tienen pocos otros usos alternativos en la economía contemporánea. Desgraciadamente para las gallinas, el uso alternativo que tiene más posibilidades de abrirse paso, es que las sacrifiquen y las destinen a venderse como carne, lo cual debe tener sumamente preocupadas a las  gallinas de todo el país. Pero aun sin ser sensible a esta preocupación de esas nobles aves, el país debe considerar con inquietud la pérdida de un capital que toma su tiempo en formarse.

En lo inmediato,  los consumidores pueden beneficiarse por algunos pocos días de huevos baratos, hasta que desaparezcan del mercado o se reduzca violentamente su oferta. Después, comprarán menos huevos, y al precio que sea. Lo mismo  sucederá con las gallinas: puede que la matazón genere una oferta transitoriamente más alta y más barata, pero rápidamente esa situación será seguida por un período largo de ausencia en el mercado de estos nobles plumíferos. Las consecuencias para las gallinas, para la producción, para los precios y para los consumidores serán claramente negativas. Lo único que justifica toda esta locura es la posibilidad de que la medida de buenos dividendos electorales. 

   

miércoles, 2 de diciembre de 2015

LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA Y EL ARTE DE MIRARSE EL OMBLIGO

(Artículo de Sergio Arancibia publicado el día 3 de Diciembre en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS)


El proceso de integración latinoamericana es al mismo tiempo un proceso de integración al mundo contemporáneo. Si intentamos integrarnos entre nosotros mismos, solo para nuestro propio gusto – con independencia de lo que esté pasando en el resto del planeta   y sin que cambie por lo tanto, nuestra relación con las corrientes fundamentales del comercio y de las finanzas contemporáneas -  ni lograremos integrarnos, ni avanzaremos en la cantidad y calidad de nuestra relación con el mundo.

En el mundo contemporáneo los actores fundamentales del comercio y de las finanzas mundiales son la América del Norte, Europa y Asia. Esas tres macro regiones  de la economía mundial  comercian intensamente entre ellas – impulsando el comercio inter regional a nivel planetario- y dentro de ellas – generando un intenso comercio intra regional - en el seno de los bloques regionales al interior de los cuales los países integrantes mantienen relaciones privilegiadas de comercio. Determinan por esa vía no solo los volúmenes y los flujos  cuantitativamente más relevantes del comercio mundial, sino que también las normas que presiden ese comercio.

Así, por ejemplo, la América del Norte - conformada por Canadá, Estados Unidos y México – llevó adelante, en 2014, exportaciones al mundo por un total de  2.493 billones de dólares, de los cuales 1.251 billones de dólares  fueron exportados a la propia América del Norte;  a Europa se exportaron 779 billones de dólares y al Asia 504 billones de dólares.

Europa, por su parte, exportó al mundo un total de 6.810 billones de dólares, de los cuales 4.665 billones de dólares fueron exportados entre los propios  países que conforman la esa región del planeta – comercio intra regional -, 540 billones a la América del Norte, y 738 billones al Asia. Esta última región, que presentó en 2014 exportaciones  totales por un monto de 5.917 billones de dólares, exportó 3.993 dentro de la propia zona asiática, 1.065 a la América del Norte y 900 a Europa.

¿Cómo se integra América Latina a las fuerzas, flujos y corrientes más determinantes del comercio y de las finanzas contemporáneas? Veamos.

Una docena de países de la cuenca del Pacífico han firmado recientemente el TPP, acuerdo que vinculará a 800 millones de habitantes, que producen el 40 % del PIB mundial, y que al definir las normas comerciales entre ellos, determinarán también, en alta medida, las normas comerciales que imperarán en el comercio mundial en su conjunto. ¿Cuántos países de la América Latina participan en ese acuerdo? Solo tres: México, Perú y Chile. Los demás se dan vueltas en sus vacilaciones, dudas o críticas ideologizadas, que les permiten justificar la inercia y la marginación.

¿Cuántos países de la región han firmado acuerdos comerciales con Estados Unidos? Aparte de México, que participa en el NAFTA, lo han hecho los países de Centro América y República Dominicana, Colombia, Perú y Chile? Los demás mantienen una orgullosa distancia.

¿Cuántos países de la América Latina han firmado tratados delibre comercio con China? Solo tres: Costa 
Rica, Perú y  Chile, y cada uno por separado.  Los demás comercian intensamente con China pero no han negociado una situación privilegiada en dicho comercio, ni mucho menos  generan condiciones como para armonizar sus políticas comerciales con este actor relevante del comercio internacional.

Con la Unión Europea la cosa es similar. México, Perú, Chile y Colombia han firmado tratados de libre comercio con este bloque, desde luego cada uno por separado. También han firmado acuerdos comerciales relevantes los países de Centro América y Panamá.  Ecuador, asimismo, lo ha hecho, aun cuando no le gusta hablar de tratados de libre comercio. Los países del Mercosur llevan más de una década en discusiones y negociaciones con la UE, sin avances sustantivos.

En el G 20 - grupo que reúne a los países más desarrollados e importantes del mundo actual - tiene en su seno a México, Brasil y Argentina, que van periódicamente a las reuniones sin armonizar posiciones entre ellos y muchos menos con el resto de los países de la América Latina.

¿Donde participamos entonces? En Unasur, en la CELAC y en Aladi, por citar algunos de los organismos regionales existentes. También algunos países se agrupan en el Mercosur y otros en la Alianza del Pacífico, bloques sub regionales que no hacen mucho por generar fuerzas centrípetas entre ellos. Allí los presidentes se ven periódicamente, se escuchan hermosos discursos integracionistas y todo sigue igual. 

En materia de liberación del comercio, o dicho en otras palabras, de reducciones arancelarias, ya se ha llegado a una situación en que se ha liberado más del 90 % del comercio. Sin embargo, el comercio intra regional no supera el 20 %del comercio de la región. El resto de nuestras exportaciones e importaciones siguen siendo con países extra regionales, con los cuales no conversamos ni negociamos en bloque, entre otras razones, porque no sabemos qué queremos y ni siquiera si queremos todos lo mismo.

Hay quienes piensan que haga lo que haga el resto del mundo siempre tendrán que comprarnos los alimentos y las materias primas que América Latina produce. Siempre ha sido así – se dice - y así seguirá siendo. Pueden que tengan razón en esos planteamientos, pero falta completar el análisis diciendo que eso lleva a mantener a la región en una situación marginal, desunida y poco determinante en el escenario mundial, y la condena en el plano económico, a la situación eterna de productor y exportador primario.
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