(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 17 de julio
del 2015)
La última
gira por América Latina realizada por el Primer Ministro de China Li Keqiang -
la cual tuvo lugar en el mes de mayo del presente año - dejó abierta la
posibilidad de que China se involucre en la construcción de un ferrocarril que
una el puerto brasileño de Acu con algún puerto peruano que todavía no está
bien precisado, lo cual permitiría unir los océanos Pacifico y Atlántico, sin
perjuicio de la unión de esos océanos que ya se realiza - y que se seguirá realizando más y mejor – a través
del Canal de Panamá en su versión ampliada que pronto será una realidad. Un ferrocarril de esa naturaleza permitiría
incrementar el comercio entre los países que se verían directamente interconectados
por esa línea férrea, y entre los países colindantes o aledaños. Sería, desde
ese punto de vista, un instrumento concreto
en pro de la integración económica regional.
Sin perjuicio de ello, serviría también para transportar mercancías que viniendo
del Asia se dirijan hacia las costas orientales del Atlántico, o viceversa, y
permitiría un trayecto más directo - y en esa medida más barato - para sacar
hacia las costas del Pacifico las mercancías que China necesita comprar en el
Cono Sur del continente, como son la soya y los
minerales, principalmente.
En la reunión
reciente de los países BRICS, realizada en la ciudad rusa de Ufá - también con
la presencia relevante de China - la presidente del Brasil puso encima de la
mesa un primer proyecto ferroviario que podría eventualmente ser financiado por
los fondos del recién creado Banco de Desarrollo de los BRICS, y que podría contar
con tecnología en ferrocarriles proveniente de China y de Rusia. Este nuevo
proyecto ferroviario uniría al puerto brasileño de Paranagua con el puerto chileno de Antofagasta, pasando
por Argentina y por Paraguay. Se trata,
indudablemente de otro gran proyecto de infraestructura que cambiaría la cara
de la América del Sur en materia de
integración comercial.
Hay indudablemente
muchos aspectos que necesitan ser resueltos antes que estos nuevos proyectos
latinoamericanos se conviertan en realidad. Hay que tener claros los costos de
esas obras de infraestructura, así como los eventuales beneficios que se
derivarían de ella. Hay que estudiar el rol del los Estado y de los capitales
privados, así como los problemas técnicos, ecológicos y sociales de proyectos
de esta envergadura Pero parece haber la voluntad política de avanzar en ese
camino, lo cual – como siempre sucede en estos casos- es un factor fundamental en la concreción de
proyectos de esa naturaleza. Y parece haber también la posibilidad concreta de
financiamiento y de tecnología.
No basta con
que los países de la América del Sur tengan puertos con capacidad para manejar anualmente
varios millones de contenedores. Es necesario que esos puertos tengan la conectividad
necesaria con el resto de sus países y con el resto del continente, como para
que su aporte al progreso nacional y regional sea completo. Históricamente los
ferrocarriles han cumplido ese rol de unir los puertos con el interior de los
países donde se instalan. Esto se estaría repitiendo, en estos momentos, con los dos proyectos mencionados, a
una escala casi continental. Pero para que todo lo anterior rinda todos sus
frutos es necesario que exista demanda mundial y regional para las mercancías que saldrían o entrarían por esos
puertos, cuestión que tiene ver con la presencia china en los dos grandes proyectos
ferroviarios analizados. Proyectos de esta envergadura continental no se
escuchaban desde que el Presidente Chávez lanzó la iniciativa del Gaseoducto
del Sur, que también contaba con apoyo político y financiero, pero que
desgraciadamente no contaba con gas. Ojala que los proyectos actuales no sufran
la misma suerte que aquel.
sergio-arancibia.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario