(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 15 de Julio
de 2015)
Las cosas al
interior del Mercosur no andan del todo bien. Hay tensiones –que ya son casi
parte del folklore binacional - entre Brasil y Argentina porque el comercio
entre ellos - que debería ser libre de medidas
arancelarias y para-arancelarias – en realidad está lleno de pequeñas y grandes
dificultades encaminadas a defender la producción a un lado o al otro de la frontera.
Pero más
importantes que lo anterior han pasado a
ser las diferencias entre Brasil y Argentina
en relación a la posibilidad de negociar liberalizaciones comerciales con otros países ajenos al
Mercosur. El aspecto más concreto y más visibles es la negociación con la Unión
Europea, donde Brasil aparece mucho más entusiasmado y acelerado que Argentina. En este último asunto, Brasil cuenta con el
apoyo de Uruguay y de Paraguay, mientras que Argentina cuenta con el apoyo de una
Venezuela cada vez más debilitada en lo que respecta a su peso o su incidencia
en las decisiones que toma el Mercosur,
al cual le costó tanto ingresar.
Pero el asunto va mucho más allá de la negociación
con los europeos. Se trata en realidad de decidir si los miembros del Mercosur
pueden o no negociar en forma autónoma liberalizaciones
comerciales con terceros países, sin que esa eventual negociación sea parte de
un acuerdo colectivo. Si todos los miembros del Mercosur tuvieran una misma visión
en el sentido de abrirse a un comercio negociado y crecientemente liberalizado
con las regiones y países más dinámicos del comercio internacional, entonces no
habría problema alguno, y sería bueno que todos negociaran de conjunto esos grados
de apertura. Pero si el arancel externo común se convierte en una excusa para
mantener grados altos de enclaustramiento – o se convierte en una forma más
amplia y quizás más sofisticada de la vieja política de sustitución de
importaciones – entonces se generan y se potencian los disensos al interior del Mercosur, pues no todos los países miembros
pueden coincidir en una política de esa naturaleza. El debate se centra, por lo tanto, en decidir
si se mantiene vigente o no el arancel externo común. Si cada país puede negociar
rebajas arancelarias con otros países ajenos
al Mercosur, el arancel externo común deja de existir, o pasa a ser un documento
sin valor alguno. Si eso sucediera no significaría en absoluto que el Mercosur
dejaría de existir. Pero quedaría reducido
a un área de libre comercio, lo cual no es malo y es mucho más realista. Eso es
en alguna medida lo que ha pasado con la Comunidad Andina de Naciones, en la
cual el arancel externo común no se ha abolido formalmente, pero en la práctica
Colombia recibió autorización para negociar en forma independiente con Estados
Unidos y con Europa, y Perú obtuvo una autorización similar para negociar con China y con Estados Unidos.
En todos esos casos, la negociación correspondiente se tradujo en Tratados de
Libre Comercio que están en pleno funcionamiento. En la práctica un arancel externo
común que se ve perforado por tantas vías diferentes deja de hecho de ser un
arancel externo común, aun cuando continúe plenamente vigente entre los países
miembros todo lo que dice relación con
el libre comercio.
La Unión
Europea tiene un arancel externo común y todo parece indicar que eso funciona
relativamente bien. Pero el Nafta, que
tiene como miembros a Estados Unidos, Canadá y México, se limita a ser un ´área
de libre comercio, y no una unión aduanera. El Tratado de Libre Comercio
firmado entre Estados Unidos y Centroamérica
y República Dominicana también se limita al libre comercio, sin pretender
incursionar en un arancel externo común. Los acuerdos comerciales que China ha
firmado con Chile y con Perú, son tratados de libre comercio y punto. Lo mismo
los TLC firmados por Colombia con Estados Unidos y con la Unión Europea. La extensa
red de acuerdos de libre comercio que Chile por un lado, y México por otro, han
firmado con muchos países de América o de otros continentes no hablan nada de
arancel externo común. La Alianza del Pacífico, que luce como un esfuerzo dinámico,
serio y novedoso de integración, no pretende desde ningún punto de vista incursionar
en nada parecido a un arancel externo común. Si en alguno de esos acuerdos se
estableciera algo parecido a un arancel externo común el otro país que hiciera
de contraparte quedaría atado de manos como para seguir en su proceso autónomo
de apertura comercial negociada con otros países o regiones del planeta. Necesitarían negociar de conjunto con el primer país con
el cual firmó, y eso se convertiría en una figura que dificultaría la expansión
y la liberalización del comercio internacional contemporáneo. En síntesis, la
figura del arancel externo común no es una figura que goza de universal utilización
ni de universal simpatía en el campo de las negociaciones comerciales internacionales. Se trata, más
bien, una copia, no siempre feliz, de lo que hizo Europa con resultados positivos
pero no siempre repetibles en cualquier otro lugar.
Por todas
estas consideraciones es altamente posible que el Mercosur gire – lenta pero inexorablemente – hacia la
autorización a sus miembro para que uno o varios de ellos puedan negociar
- primero con Europa y después con otras países o regiones del planeta- son
incluir en los acuerdos a los cuales se llegue a los demás socios que no
quieran participar en los mismos. Es muy difícil que un país como Brasil, que
necesita con prontitud de medidas que dinamicen su economía, opte por seguir
atado a acuerdos que le impiden grados importantes de negociación y de apertura hacia otros ámbitos del comercio
internacional.
sergio-arancibia.blogspot.com
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