(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 1 de Julio de
2015)
El Presidente
Obama logró, recién en la semana pasada, la autorización para negociar - a través del sistema
denominado fast track - el Acuerdo TransPacifico,
o TPP por sus siglas en ingles. Este acuerdo involucra - en la actual fase de
negociación - a 11 otros países: Japón, Canadá, Vietnam, Malasia, Singapur,
Brunei, Chile, Perú México, Nueva Zelandia y
Australia. Como se puede ver, se trata de una cantidad grande de países que
cubren gruesa parte del espacio geográfico en ambas riberas del Océano Pacifico.
Se calcula que el PIB de los países que son parte de este eventual acuerdo
representan aproximadamente el 40 % del PIB mundial. Se trataría, por lo tanto,
si es que se llega a concretar, del acuerdo comercial de carácter multilateral
de mayor importancia económica, geográfica y demográfica después de la
constitución de la Unión Europea.
La
autorización lograda por el Presidente Obama significa que el acuerdo al cual
se llegue no tendrá que ser refrendado artículo por artículo por el Senado y la
Camara de Representantes de Estados Unidos, sino que los parlamentarios
norteamericanos solo votaran, cuando llegue la ocasión, aprobando o rechazando el acuerdo final que
el ejecutivo someta a su consideración.
Se puede
percibir - como un aspecto central del proyecto - que no se incluye a China.
Eso no es obviamente por casualidad. En alta medida el TPP se trata de un proyecto
encaminado a restarle espacios económicos y políticos a China, y de poner a una
cantidad de países de su vecindad a constelar en torno a la economía norteamericana.
Respecto al
contenido del eventual acuerdo se puede decir que éste pretende la eliminación
de los aranceles en los intercambios entre los países miembros, conformando de
esa manera la más gigantesca área de libre comercio existente en el mundo, no
solo desde el punto de vista geográfico sino también comercial y económico.
También se busca la eliminación de los subsidios a las diferentes mercancías
intercambiables. Sin embargo, la parte más problemática de esta negociación
dice relación con lo que muy eufemísticamente se denomina “la parte normativa”.
La parte normativa comprende – entre otros temas - lo relativo a la protección
recíproca de inversiones, las normas laborales, las normas ambientales, las
normas respecto a derechos de autor y las normas sobre patentes y marcas. Aun
cuando el texto que sirve de base a las negociaciones se mantiene en secreto,
hay fundadas sospechas de que la intención última es que los estándares que
imperan en Estados Unidos en todas y cada una de estas materias conflictivas
pueda ser aceptado por el resto del los eventuales países socios. Así, por ejemplo,
se habla de que los derechos de autor puedan mantenerse vigentes durante 70 años
después de la muerte del autor. O que se alargue también el período de vigencia
de las patentes sobre medicamentos y otros
inventos, lo cual es difícil de aceptar por la mayoría de los países en
desarrollo. Y esos temas son importantes no solo para los países que participen
en el acuerdo. Lo que se acuerde finalmente en dichas negociaciones no solo
afectará el comercio entre los países directamente involucrados, sino que
generará un entramado normativo que de una u otra forma incidirá sobre las
reglas del juego que presiden el conjunto del comercio mundial contemporáneo.
Ante la parálisis o el fracaso de la Organización Mundial de Comercio para convertirse
en el foco de las negociaciones mundiales de tipo comercial, muchos países empiezan a buscar nuevas formas
de estructuración del comercio mundial por esta vía de las negociaciones multilaterales.
Si un acuerdo como el TPP termina por hacerse realidad eso cambiará aspectos importantes
de las cantidades y de las direcciones de los flujos comerciales y creará un
nuevo actor colectivo que estará presente en ese escenario y en el escenario
mundial. Eso obligara a los países que queden por fuera a
buscar como insertarse en el nuevo sistema comercial que se cree. Obligará
también a muchos países en desarrollo, en particular de la América Latina, a
terminar por aceptar - de hecho y en forma obligada - las normas que hemos
mencionado y en cuya discusión no han sido invitados a participar.
En la actual
fase de negociación hay tres países latinoamericanos participando: México, Perú
y Chile. Colombia y Panamá han manifestado deseos de participar, pero no
parecen haber realizado gestiones concretas encaminadas a ese fin. Ecuador no
está en este grupo más por razones ideológicas que por que sus intereses estratégicos
no miren hacia el Pacífico. El resto de los países de la América Latina y/o de
la América del Sur no han manifestado mayor interés en participar en ese
acuerdo que tiene hoy más posibilidades que hace un mes atrás de convertirse en
realidad. El no tener riberas sobre el Océano Pacífico no es razón para no participar
ni para no ser aceptados. Lo importante es el deseo de estar dentro de un
acuerdo que puede cambiar mucho de la estructura del comercio mundial si es que
llega a concretarse. A decir verdad, no todos los países de la zona oriental del Pacifico participan en esta negociación.
Están ausentes, por ejemplo Filipinas e Indonesia, que son países grandes e
importantes en la zona, lo cual pone de relieve las complejidades económicas e
geopolíticas que están en juego. En las
grandes negociaciones internacionales se puede ganar mucho o se puede ganar
poco, y siempre puede un país marginarse de un acuerdo que no le satisfaga.
Pero estar ausente, y simular que esa negociación no existe o no le incumbe, es
la forma más segura de perder.
sergio-arancibia.blogspot.com
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