(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el dÍa 29 de Abril
de 2015.)
Un alto
funcionario del Gobierno hizo recientemente declaraciones en el sentido de que las
divisas que facilita el Estado para sostener estudiantes en el exterior constituyen
un subsidio. Con eso lo que se pretendía era dejar claro que no tenían derecho
a pataleo si les quitaban ese subsidio,
pues los subsidios, al parecer, son un gracioso regalo del Gobierno, y los
regalos no pueden ser obligados.
Dicho funcionario
está enteramente en lo cierto cuando afirma
que vender divisas a 12 bolívares por dólar, para cualquier fin - ya sea para
turismo, para estudio, para remesas a familiares, para compras de cierto tipo
de bienes, para depósitos en Andorra o para lo que sea - constituye un subsidio. Si suponemos,
meramente para fines de análisis, que el precio real de un dólar es de 100 bolívares,
entonces todo dólar a un precio menor es un dólar subsidiado. Se trata de un
dólar que se vende más barato que lo que sería su precio de mercado o incluso
más barato que su precio de costo. Una de los postulados más básicos de la
economía es que si un producto baja su precio, aumenta su demanda. Pero como el
producto subsidiado, el dólar en este caso, tiene más demanda que la oferta que existe del
mismo, no alcanza para todos los que quisieran
adquirirlo– yo entre ellos- y hay,
por lo tanto, que racionarlo y entregárselos solo a unos pocos y para fines muy
específicos. En otras palabras, entregarle esos dólares baratos y subsidiados
solo a algunos pocos privilegiados. Hasta allí estamos claros. Pero en lo que
no parece haber acuerdo con el funcionario anónimo a cuyas declaraciones nos
referimos, es que los estudiantes venezolanos que están en el exterior deberían
ser parte de esos beneficiados. En el peor de los casos, deberían ser los
únicos beneficiados con el subsidio que se analiza y se sataniza. Deberían
haber miles de beneficiados de esa naturaleza, como los hubieron décadas atrás
durante el funcionamiento de las becas Gran Mariscal de Ayacucho.
Pero hay
otro problema: ¿quién paga ese subsidio? Si una buena cantidad de los dólares
disponibles se canaliza hacia la venta de dólares subsidiados - a 6.30 bolívares
por dólar, a 12 bolívares por dólar o a 52 bolívares por dólar - entonces
quedan pocos dólares como para cambiarse en el mercado que se supone libre. Por
lo menos, menos dólares que los que se ofertarían en dicho mercado si no
hubiera venta alguna de dólares subsidiados.
Como los dólares que finalmente llegan al mercado supuestamente libre –
aun cuando en realidad es un mercado sumamente controlado – son pocos, entonces
el precio en ese mercado termina siendo más caro que lo que sería si todos los
dólares se vendieran en este. Si el precio es más elevado, entonces los que
compran caro en ese mercado terminan subsidiando a los que compran barato en el
mercado subsidiado. No se trata de un generoso regalo del Gobierno, sino un
caso muy tradicional y muy estudiado de subsidios cruzados. Si la mitad de los
tomates se vendieran subsidiados, y la otra mitad se vendiera a los precios que
la oferta y la demanda impusieran en el mercado, los que compraran en un
mercado terminarían subsidiando a los que compran en el otro. ¿Es justo un
mecanismo de esta naturaleza? Yo creo que si. Es enteramente justo que la sociedad
subsidie a ciertos sectores sociales o a ciertos sectores productivos. Pueden
haber muchas razones sociales o productivas como para ello que sería largo
enumerar en este articulo. Pero una cosa es subsidiar con dólares baratos a los
estudiantes o a los familiares directos que se encuentran en el exterior- con lo cual reitero que estoy de acuerdo, aun
cuando hay que introducir los controles que correspondan - y otra cosa diferentes es subsidiar con dólares baratos a los amigos del Gobierno que
han recibido por parte de Cadivi mas de 20
mil millones de dólares -según una ex presidenta del Banco Central, que
duró muy poco en el cargo por ponerse precisamente a sacar esas cuentas. Una cosa
es subsidiar la leche o las medicinas, con dólares baratos, por razones de
orden social, y otra cosa es beneficiar la compra de whisky, con el mismo
mecanismo. El problema no es tener subsidios en la economía. Todos los países
los tienen. No es posible satanizar a los subsidios en general, como si fueran
una práctica intrínsecamente negativa. Solo los neoliberales más ortodoxos e
ideologizados rechazan por principio todo tipo de subsidios. Además,
difícilmente puede clamar contra los subsidios un alto funcionario de este Gobierno
que tiene la economía cruzada de arriba a abajo por subsidios de toda
naturaleza. Lo que corresponde es ordenar, hacer trasparentes y claramente focalizados
los subsidios que se decidan que deben existir.
sergio.arancibia.blogspot.com