(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 26 de junio de 2014.)
Hay un
fenómeno que se está haciendo cada vez más masivo, a nivel internacional, pero
del cual se habla poco en los ámbitos de la política y de la economía. Se trata
del tema de las migraciones, y en particular, de la migraciones de niños.
Cuando miles
de africanos se echan a las aguas oceánicas, en frágiles embarcaciones, para
intentar llegar a España o a Italia, y
de allí poder posteriormente internarse en algún otro país europeo, se está en
presencia no solo de un fenómeno económico – la movilidad internacional del
factor trabajo – sino de un fenómeno social de tremendo dramatismo. Más aun, es
un drama que debería sacudir en mayor medida las fibras morales que se supone
que constituyen uno de los soportes de la civilización occidental.
Todo parece indicar que las familias se
separan para enfrentar esa odisea de poder radicarse en Europa. Primero viajan
las mujeres y/o los niños. No siempre pueden viajar juntos, pues el viaje por
agua no solo es riesgoso, sino que además es caro. Hay que pagar, por el cupo
en una patera, cantidades que son exorbitantes para los niveles de ingreso de
las familias que recurren a este expediente. Primero viajan los niños. Solos.
Si llegan con vida, y logran ser admitidos en un país europeo, se salvarán de
morir de hambre a temprana edad y tendrán acceso a un nivel de vida al cual jamás podrían acceder
en sus países de origen. Si se puede, después de meses o de años, viajarán las
madres, y solo después, si los ingresos lo permiten, los padres. Las posibilidades
de llegar con vida, de no ser deportados y de poder reencontrarse con sus hijos
y con sus mujeres, son escasas. ¿Estamos
en presencia de personajes desalmados, que arriesgan frívolamente la vida de
sus mujeres y de sus hijos? ¿O estamos en presencia de la más íntima, profunda
y ancestral manifestación del instinto de conservación, que lleva a los
individuos de todas las especies, a hacer todo lo posible por salvar la vida de
sus cachorros, aun con los sacrificios que sean necesarios?
El fenómeno
se repite en América. Aquí, muy cerca de nosotros. Desde Guatemala, El Salvador
y Honduras comienza a darse en forma cada vez más frecuente la práctica de enviar
a niños de corta edad, solos, a que crucen las fronteras del paraíso norteamericano.
Puede que mueran en la travesía, o que caigan en poder de la mafias, o que
lleguen a tierra norteamericana y sean aprehendidos por las fuerzas fronterizas,
lo cual les genera casa y comida por algunos días hasta que se decida sobre su
situación. Es posible que sean enviados a casa de parientes que ya viven en Estados
Unidos, o incluso que sean entregados en
adopción, en forma definitiva o transitoria. Todo es mejor que el hambre, la
violencia o la vida sin destino en las garras de la pobreza, en sus países de
origen.
Desde un
punto de vista estrictamente económico, se llevan buenas estadísticas de los
ingresos que los trabajadores radicados en un determinado país envían a sus
familiares en los países de origen. Esas remesas se han convertido en parte
importante de los ingresos con que viven no solo las familias sino que incluso
los países que reciben esos aportes. Durante muchos años, esas remesas no han
causado problema al país desde donde se envían, pues los trabajadores han
obtenido esos ingresos de fuentes legítimas y han contribuido, con mano de obra
barato, al crecimiento de los países donde se han radicado. Pero en épocas de
crisis, esos son los bolsones de mano de obra que primero quedan no solo cesantes,
sino que sobrantes.
La
globalización, que difunde por el mundo las imágenes idílicas del mundo
desarrollado, y que genera medios de transporte que acortan distancias entre
países situados en latitudes muy distantes - unido al hambre, las enfermedades,
la violencia, la inseguridad, la falta de educación y de salud, en muchos países
en desarrollo - sigue fomentando ese fenómeno de las migraciones. Ya no se trata
de los buques cargados de emigrantes irlandeses o italianos que tanta
importancia tuvieron en el desarrollo de Estados Unidos - y en la conformación
del alma misma de ese país - sino de hombres, mujeres y niños que lo arriesgan
todo, absolutamente todo, por encontrar un lugar en este mundo donde puedan vivir
como seres humanos. Si los derechos humanos han llegado a ser objeto del
derecho internacional, y a ser considerados derechos que acompañan al ser
humano con independencia de su nacionalidad, sexo, color o religión, este problema
debería ser abordado en ese contexto legal y moral.
sergio-arancibia.blogspot.com
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