(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 12 de junio 2014.)
El campeonato
mundial de futbol que se inicia hoy en Brasil es el más caro que se haya realizado
hasta la fecha, o dicho en otras palabras, es aquel en el cual el Gobierno del
país sede ha tenido que realizar más gastos con dinero de todos los contribuyentes.
Se calcula que el Gobierno brasileño ha tenido que desembolsar alrededor de 13
mil millones de dólares para construir o repotenciar infraestructura deportiva,
aeroportuaria y vial y para los demás gastos en seguridad, comunicaciones, administración, etc. Doce estadios y 24 aeropuertos han tenido
que se construidos o reparados, al igual que varios cientos de kilómetros de
carreteras y vías urbanas. . ¿Se trata
de gastos inútiles que nada le dejan al país? ¿O se trata de gastos que podrían
haber sido mejor empleados en escuelas o hospitales? Las respuestas no son simples.
Veamos.
En primer
lugar, aun cuando sea obvio, es bueno recordar que el gasto público en infraestructura
genera gastos, pero también genera infraestructura. Quedar con 12 estadios de
nivel mundial y con 24 aeropuertos regionales es una ganancia neta para el país.
Ello se puede traducir, a futuro, en mayor acceso al deporte o a los
espectáculos deportivos, lo cual eleva la calidad de vida de la población. O la
mayor comunicación de las regiones - por la vía de carreteras y aeropuertos - con los grandes centros de Sao Paulo o Rio de
Janeiro, se puede traducir en mejor y mayor movilización de personas y de mercancías.
Y también hay que considerar que la
inversión que se realiza en un determinado sector tiene un efecto reactivador
de la economía mayor que el monto mismo que se gasta en la inversión inicial.
Se calcula que esos 13 mil millones de dólares elevarán el ingreso interno
bruto de Brasil en más de 50 mil millones de dólares. Es lo que los economistas
llaman el efecto multiplicador de las inversiones.
Otro aspecto,
más inmediato, tiene que ver con los más de
600 mil turistas que se supone que irán a Brasil en los 30 días que durará el mundial
de futbol. Esa masa de turistas dejarán por lo menos 3.600 millones de dólares
en la economía brasileña, que es casi lo mismo que costó la construcción o
reparación de los 12 estadios.
Pero el
mayor ingreso que se genera por efecto de las nuevas inversiones, y el ingreso que dejan los turistas durante su paso
por Brasil, se canaliza hacia determinadas manos, pero no va a manos de todos
los brasileños por igual. Taxistas, hoteles, restaurantes y una gran cantidad
de vendedores y productores de bienes y servicios, por un lado, y empresas constructoras,
contratistas y subcontratistas de todo tipo,
consultores, y empresas ligadas a la producción de bienes relacionados, por
otro, se beneficiarán con esa inversión y con esos turistas, pero no todos los brasileños. Hay una gran masa
que quedará al margen de los beneficios del mundial, pero que de una u otra forma
se sienten con derechos sobre esos 13 mil millones de dólares que se han
gastado en ese evento, y son, por lo tanto, el contingente más propenso a protagonizar
marchas y protestas de todo tipo.
Otro aspecto
importante de toda esta jornada deportiva es lo relativo a la imagen país. La
imagen país - así como la imagen de una empresa o incluso de una persona -
constituye un capital que permite incrementar sus potencialidades económicas y políticas. Por ello, los países,
las empresas y los políticos invierten cantidades no pequeñas de dinero en actividades
encaminadas a mejorar su imagen pública.
Son actividades de marketing, que son necesarias para ciertos agentes económicos
y políticos, una vez que han superado un determinado umbral de importancia. Y
tener al mundo entero, durante un mes completo, pendiente de los que sucede en
Brasil, es una oportunidad única como para proyectar una buena imagen país en
todo al ámbito planetario. Pero es también un riesgo. Si todo sale bien, perfecto.
El gasto realizado se podrá considerar como bien invertido. Pero si los
estadios no están plenamente operativos, si los equipos de uno u otro país se
quejan de los servicios dentro de uno u otro de esos estadios, o si algunos turistas
de cierta notoriedad son asaltados o estafados, o si los hoteles resultan
caros, insuficientes o sencillamente malos en cuanto a la calidad de sus servicios,
entonces la imagen país que se proyecte puede resultar exactamente la contraria
a la deseada. Brasil ha gastado mucho
esfuerzo y dinero, durante muchos años,
en proyectar internacionalmente una
imagen de país de categoría mundial, y sería lamentable que retrocediera
en un mes a la categoría de país tropical y
tercermundista.
sergio-arancibia.blogspot.com
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