(Articulo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 7 de marzo de 2014.)
Los países o
territorios denominados “paraísos fiscales” gozan de una imagen bastante mala a
nivel internacional como si fueran sede de tortuosas operaciones financieras
internacionales. Incluso esa mala impresión alcanza a las personas o empresas
que tienen depósitos en alguna de las
muchas oficinas bancarias que allí están establecidas, como si tener depósitos
en esos centros financieros fuera en si mismo expresión de una acción ilegal en
los países de origen de esos capitales.
En realidad
los llamados paraísos fiscales son países cuya principal característica es que
cobran impuestos muy bajos - o en muchos casos no cobran impuesto alguno - a
las utilidades obtenidas por las empresas
allí establecidas, utilidades desde luego generadas por la actividad de esas
empresas en cualquier otro lugar del mundo. Si cada país tiene soberanía tributaria,
es decir, cobra los tributos que quiera a las empresas establecidas en su
territorio, entonces nadie tiene nada que objetar a que esos países o territorios
cobren impuestos cercanos a cero a su empresas locales. Constituir una empresa
en esos territorios es fácil y barato. Para las empresas así constituidas salir desde allí a
incursionar por el mundo es fácil y barato. Hacer ingresar nuevamente a ese país
las utilidades que esas empresas obtuvieron en sus incursiones por el mundo es
fácil y barato.
El problema
con esos paraísos fiscales radica, sin embargo, en que los capitales que
quieren incursionar por el mundo - en todo tipo de actividades y con entera
legalidad - pueden no solo usar esos
paraísos fiscales como base de operaciones, sino que al hacerlo pueden hacer
desaparecer totalmente su origen. Constituyen una empresa en uno de esos paraísos
fiscales -con nombres de fantasía - y de allí para adelante el nombre de las
personas o de las empresas o incluso de los países de donde proceden, desaparecen en la noche de los tiempos. Ese es
realmente el problema central de los paraísos fiscales: no tanto lo que se puede
hacer con una empresa allí establecida, sino el origen de los fondos que
constituyeron esa empresa. En otras palabras, capitales de dudoso origen- capitales
generados en el negocio de la droga o en el saqueo de la arcas públicas de sus
países de origen - se blanquean o en esos paraísos fiscales. Hay falta de transparencia
no sobre las actividades de las empresas allí establecidas, sino sobre los
capitales que concurrieron a conformar
dichas empresas. Ese es el problema. Pero
hay capitales enteramente legales que utilizan los paraísos fiscales como base
de operaciones en operaciones enteramente legales en otros países. También hay
depósitos absolutamente legales que se hacen en bancos constituidos en esos
países, con el objeto enteramente lícito de pagar los menores impuestos
posibles, aun cuando los intereses sean bajos y el seguro estatal a los
depósitos sea totalmente inexistente.
Pongamos un
ejemplo interesante. Las Islas Vírgenes Británicas es el quinto país o territorio,
a nivel mundial, en materia de recepción de inversión extranjera directa. En el
2012 recibió 65 mil millones de dólares. Eso significa que recibe más inversión
extranjera directa que Argentina, que Rusia o que el propio Reino Unido. Pero
se trata de una isla caribeña de no más de 25 mil habitantes. Eso implica que
muchos capitales, de muchas partes del mundo, constituyen empresas en ese territorio.
Incluso la inversión extranjera de origen chino, que fluye hacia América Latina
va en más de un 25 % hacia Las Islas Vírgenes, y en más de un 60 % hacia las
islas Cayman. Al mismo tiempo las Islas
Vírgenes son el décimo país a nivel mundial en materia de origen de la
inversión extranjera directa. En el año 2012 se registran más de 42 mil
millones de dólares como inversión en diferentes países, procedentes de las
Islas Vírgenes. Es decir, los capitales entran a ese territorio, constituyen
compañías, cambian de personalidad, vuelven a salir, obtienen utilidades en
terceros países y no tributan por ellas en las propias Islas Vírgenes, aun
cuando si lo hagan en los países donde esas ganancias o utilidades fueron
generadas.
En síntesis,
el problema con los paraísos fiscales no radica en que cobren bajos impuestos a
las utilidades, ni en que sea fácil constituir una empresa. Eso es parte de su
soberanía. Tampoco radica en que las
empresas allí establecidas hagan operaciones
en terceros países, pues esos países
también son soberanos en cobrarles los tributos que estimen necesarios a las ganancias
que en su territorio se generen o en cobrarles los impuestos que crean
necesarios a los capitales que salen de su país. El problema radica en que no hay transparencia
respecto al origen de los fondos, y en que los países que intentan hacer tributar
a sus ciudadanos en base al criterio de renta mundial – renta obtenida por sus
ciudadanos en cualquier lugar del mundo -se encuentran con grandes dificultades
para obtener la información que sería necesaria como para ello.
sergio-arancibia.
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