(Articulo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 18 de Octubre 2013.)
Un ministro
del Gobierno actual se sintió recientemente en la necesidad de repetir - e incluso
tratar de profundizar - en lo que había
dicho poco antes el Sr. Presidente de la República, en el sentido de que la
burguesía nacional no solo era parasitaria - puesto que no había producido un solo dólar en los últimos 14 años - sino que
no contribuía en absoluto al desarrollo de la fuerzas productivas.
Hay que
decir, al respecto, que el carácter de parasitario
y/o de contribuyente o no al desarrollo de las fuerzas productivas no se mide
única y exclusivamente por la producción de dólares. Existen una serie de actividades productivas
en todo país que generan bienes y servicios que se comercializan en el mercado
interno. No producen, por lo tanto, un solo dólar, pero son actividades productivas
sumamente necesarias e imprescindibles. Nadie puede decir que el que produce
tomates para el mercado interno, o el que produce pan, textiles, cerveza o
carne, para nombrar una mínima cantidad de actividades productivas que no están,
hoy en día, en Venezuela, orientadas al mercado externo, son una tropa de parásitos,
flojos e improductivos. Es altamente
probable que todas o varias de esas actividades que producen para el mercado interno
necesiten insumos, repuestos o bienes de capital importados. Es decir,
necesitan dólares para llevar adelante sus particulares procesos productivos.
Necesitan dólares pero no los producen. ¿Son por ello, una cuerda de flojos,
parásitos e improductivos que no merecen que se les asigne ni un solo dólar?
Si solo el
que produce dólares deja de ser un parasito improductivo, entonces casi el 99 %
de los trabajadores de este país son flojos, parásitos e improductivos, pues el
95% de los dólares los producen en Venezuela solo esos 100 mil trabajadores que
laboran en PDVSA. Los demás producen
servicios, trabajan en la administración pública y/ o trabajan en empresas que
producen para el mercado interno. Habría que tener en cuenta, en todo caso,
como una excepción a lo anterior, al pequeño grupo de empresas privadas que,
con grandes sacrificios, exportan bienes y servicios y generan una cierta
cantidad de dólares, de los cuales pasa a disponer rápidamente la voracidad y
la burocracia estatal. Esos empresarios, según la teoría que comentamos,
dejarían de ser considerados flojos y parasitarios, y pasarían a constituir la elite productiva del país, mereciendo
por ello todo tipo de consideraciones.
De acuerdo a
esa concepción, si solo los que producen dólares tienen derecho a ellos,
entonces el 99% de los habitantes de este país, incluida toda la administración
pública, no tendrían derecho a disponer de dólares para ningún motivo, pues ellos
no los producen. Los trabajadores de PDVSA serian los únicos que tendrían
derecho a viajar al extranjero, de vez en cuando, y a recibir para ello alguna
cuota de dólares por parte de Cadivi. Todos los demás solo tendrían derecho a unos pocos dólares si es que la generosidad
del Gobierno así lo permite, pues derecho a los dólares - lo que se llama un
derecho ciudadano - no lo tendría casi nadie, según la moderna teoría que comienza
a desarrollarse en el seno del Gobierno.
Lo del
desarrollo de las fuerzas productivas –
que ya hemos dicho que no tiene que ver directamente con la producción o no de
dólares- dice relación con la productividad de las empresas, concepto altamente
despreciado por la actual elite gobernante. Es decir, con la capacidad de incrementar
la producción de bienes y servicios -
por unidad de trabajo empleada - por
medio de la ciencia y la técnica y por medio las adecuadas relaciones sociales
de producción. Desgraciadamente es bien difícil que el actual gobierno pueda
decir, sin sonrojarse, que las empresas que han sido expropiadas, o las que
desde hace años pertenecen al Estado,
han dado un salto adelante en materia de desarrollo de las fuerzas productivas
gracias a la capacidad y el aporte de sus nuevos gerentes y directores. Eso es
casi imposible de decir y, más aun, de creer. Pero además, las relaciones
sociales de producción - que no se circunscriben a lo que sucede al interior de
las empresas, sino que incluyen también las condiciones relativas a la circulación
y distribución de las mercancías - y que son en alta medida responsabilidad del
Gobierno, no han contribuido para nada a que aumente la productividad del
trabajo humano, ni en la empresas públicas ni en las privadas.
sergio-arancibia.blogspot.com
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