(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 13 de Septiembre de 2013)
Cunden las
preocupaciones en el mundo en desarrollo por la política ya anunciada por la Reserva Federal norteamericana,
en términos de poner fin a los estímulos
monetarios con que ese país ha venido luchando contra la recesión en los últimos
años.
Desde que
comenzó la crisis en el año 2008 Estados Unidos implementó una política
monetaria que en lo sustantivo implicaba dinero barato y abundante – tasa de
interés menor que 1 % - tanto para
efectos de evitar el quiebre de la banca, como para potenciar el crédito y la
inversión. Una cantidad importante de esos fondos no se quedaba en los propios
Estados Unidos - donde el clima general de los negocios no era bueno - sino que
buscaban oportunidades de inversión rentable en los países en desarrollo. Es
así como América Latina – por lo menos los países más abiertos de la región - han recibido grandes
volúmenes de inversión extranjera directa, con el consiguiente beneficio en
términos de mayor empleo, nuevas tecnología, incremento de las exportaciones y
mayor integración con la redes internacionales de producción y comercialización. Pero no todo ha sido color de rosa para los
países receptores de dichos flujos financieros. La Presidente de Brasil llegó a
decir que los países en desarrollo estaban enfrentando un tsunami financiero por
esa gran ola de fondos que llegaba a sus territorios. El principal problema que esos fondos ocasionaron
dice relación con la revalorización de sus respectivas monedas nacionales, con
lo cual se generaba una situación cambiaria poco propicia para las exportaciones y altamente incentivadora
de las importaciones. Además, los grandes volúmenes de inversión extranjera
generaban dificultades para controlar el incremento de la masa monetaria interna, generando presiones
inflacionarias indeseables.
LA CAIDA DE
CHINA
Como China
no entró en el clima recesivo o depresivo en que cayó Europa y Estados Unidos,
su producción siguió creciendo y su demanda internacional de materias primas no
se detuvo sino que siguió aumentando, con el consiguiente aumento de los
precios. Todo ello favoreció a los países en desarrollo productores de materias
primas, muy en particular a los de América Latina.
La situación
no podía, por lo tanto, ser más favorable para América Latina: cantidades
abundantes y baratas de capital en los
mercados financieros internacionales y altos precios para las materias primas
de exportación.
La política
de dinero barato no ha terminado, pero Estados Unidos ha dado señales de que
piensa modificar su política monetaria, seguramente aumentado sus tasas de interés
en un futuro cercano, con lo cual es dable pensar que el crédito se encarecerá
y la inversión será más reducida. Además, muchos de los capitales que recorren
el mundo en busca de inversiones rentables comenzarán a mirar nuevamente a los
propios Estados Unidos como un destino positivo y seguro, regresando a su país
de origen o no canalizándose con la misma intensidad hacia los países en desarrollo.
A ello hay que agregar que muchos de esos capitales jugaban especulativamente
en los mercados de bienes primarios, como forma de obtener ganancias en un mercado
con precios que manifestaban tendencia al alza, por obra y gracia del propio accionar de esos capitales
especulativos. Esos capitales pueden también volver al sistema financiero interno
norteamericano, con lo cual los precios de las materias primas - petróleo,
cobre, trigo, soya, etc – se estabilizarían o incluso podrían decrecer. Si a
todo esto agregamos que China seguirá creciendo, pero no a los ritmos cercanos
al 10 % anual que han asombrado al mundo en las últimas décadas, sino a tasas
más modestas, llegamos a una situación en que las cosas se complican para los
países en desarrollo. No se trata ni remotamente de un situación crítica ni
angustiante, pero sí de una situación
menos fácil que la conocida durante el transcurso del presente siglo.
CAMBIÓ LA
SITUACIÓN
Obviamente
la situación no será la misma para todos
los países. Hay algunos que han aprovechado los años de vacas gordas para
modernizar su industria, para hacer obras de infraestructura y para acumular reservas. Los que se han
farreado alegremente los años de bonanza, es posible que se vean mas afligidos
en estos años que se avecinan, a menos, claro está, que una nueva guerra, en
cualquier parte lejana del mundo, haga subir los precios del petróleo.
sergio-aranciboa.blogspot.com
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