jueves, 7 de marzo de 2013

MAS SOBRE LA DEVALUACION


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 7 de Marzo 2013.)



La devaluación del bolivar era necesaria. No se podía postergar más.
Como una medicina amarga, o como un tratamiento doloroso, o como la
amputación de un órgano, el no hacer nada es más malo que la terapia
desagradable que se aplica. Sin embargo, lo importante es analizar por
qué se llegó a una situación en la cual era necesario hacer lo que se
hizo.
En términos simples, la primera razón por la cual la devaluación era
necesaria es porque los dólares se habían convertido en una mercancía
escasa en Venezuela, y su precio tendía naturalmente a subir en todo
espacio que se presentara como para ello.
La segunda razón, dice relación con la situación fiscal: el gobierno
necesita más bolívares para sostener su loca carrera de gastos, y la
mejor medida que tenían a la mano era subir el precio del dólar. Aun
cuando el dólar fuese barato y abundante – que obviamente no lo es-
la devaluación implica que por cada dólar que recibe el dúo
Gobierno-Pdvsa el poco autónomo Banco Central debe ahora entregarles
una cantidad mayor de bolívares, con lo cual se disminuye -  pero no
se arregla definitivamente - la diferencia entre los ingresos y los
gastos gubernamentales.
¿Por qué los dólares se han convertido en una mercancía escasa? Ya se
ha repetido hasta el cansancio que Venezuela ha recibido durante la
última década más dólares que nunca antes en la historia del país.
Paralelamente con ello, el endeudamiento externo del país nunca ha
estado en niveles tan elevados como hoy en día. Los dólares, por lo
tanto,  han fluido en forma abundante pero el Gobierno ha hecho todo
lo posible para que estos se conviertan en escasos. ¿Cómo?  Con varias
medidas. Primero, con el financiamiento y el incentivo a la
constitución de fondos en el exterior – es decir, la pura y simple
fuga de capitales - que ha adquirido niveles siderales con el actual
Gobierno.
LAS COMPRAS
En segundo lugar, con el incentivo a la compra en el exterior de todo
tipo de bienes y servicios, llevando el nivel de las importaciones a
niveles nunca antes conocidos por Venezuela. Muchas de esas
importaciones descansan en la destrucción de la capacidad productiva
nacional, y varias otras son un mecanismo nada sofisticado mediante el
cual se sacan fondos hacia el exterior. A todo lo anterior se agrega
la cooperación internacional, es decir, el apoyo financiero - no
siempre por canales transparentes - que se hace a otros países y
gobernantes, con lo cual se compran dudosas adhesiones políticas.
También hay que sumar la deuda externa, que en un primer momento se
convierte en una fuente de ingresos adicionales, pero que al poco
andar se convierte en una fuente de egresos, pues hay que concurrir al
pago de las amortizaciones y los intereses de la misma. La permanente
pugna con los inversionistas extranjeros, ha reducido a su vez el
flujo de divisas y  de tecnología hacia el país
En otros momentos de la historia de Venezuela, cuando los flujos de
divisas han sido abundantes, se ha intentado represarlas en fondos
especiales para dosificar su uso a lo largo del tiempo, y tener
reservas para los años de vacas flacas. En el caso del Gobierno actual
el Fonden, que en alguna medida tenía ese propósito, se convirtió en
una fuente adicional de fondos usables con poca discreción y casi sin
contraloría alguna, que se secaron rápidamente.
También la abundancia de divisas ha significado en otros gobiernos la
inversión de ellas en obras que aumenten a futuro la capacidad
productiva del país. Este gobierno tiene el triste record de no poder
mostrar ninguna empresa o sector productivo en el cual la inversión
reciente le haya permitido dar algún gran salto en materia e
incremento de la capacidad productiva. Muy por el contrario, se ha
reducido la capacidad productiva del agro, del sector siderúrgico, del
sector aluminio e incluso del sector petrolero.
La solución de los problemas del país no es, desde luego, recurrir en
forma sistemática a la devaluación. La solución es generar una
política económica que minimice a mediano y largo plazo la necesidad
de estar devaluando en forma periódica.

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