viernes, 25 de mayo de 2012

DEVALUAR, PRODUCTIVIDAD Y COMPETITIVIDAD


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 25 de mayo 2012.)


Las medidas económicas que ha tomado recientemente Brasil – control sobre los capitales externos que llegan al país, rebaja de impuestos, menores tasas de interés-  le han permitido una ligera devaluación de su moneda, la cual ha alcanzado el nivel – de alto valor sicológico-  de dos reales por dólar, lo cual ha traído más tranquilidad a sus exportadores y a sus industriales manufactureros internos.
Devaluar la moneda de un país no genera mayor productividad, pero sí genera mayor competitividad internacional. Productividad y competitividad son dos conceptos cuyas diferencias y relaciones son importantes de clarificar.
La productividad es un concepto económico que tiene que ver con la cantidad de producción que se puede generar como consecuencia del uso de un determinado factor productivo. Así, por ejemplo, se habla de mayor productividad de la tierra, en la medida que una misma extensión de terreno- una hectárea, un valle, toda la superficie agrícola del país- arroje una mayor cantidad de producción. O de mayor productividad del factor trabajo, en la medida que la producción por hombre empleado – en una empresa, en una industria, o en toda la economía nacional- sea mayor.  La variación en la productividad – de un país, por ejemplo- puede visualizarse comparando la situación en un momento determinado, con la situación de ese país en un período anterior.
La competitividad es un concepto distinto, aun cuando relacionado. La competitividad tiene que ver con la comparación que se hace entre dos o más países respecto a la calidad y al precio de las mercancías que cada uno oferta en el mercado internacional. Un país puede ser más productivo, comparado consigo mismo, es decir, con su pasado reciente, pero un país nunca puede ser más competitivo comparado consigo mismo. La competitividad exige una comparación con otro país, en un mismo momento del tiempo.
Es evidente que si un país aumenta su productividad es altamente probable que logre con ello una mejor competitividad internacional, pues sus mercancías se presentarán en el mercado internacional con mayor calidad o con menores precios.  Y esa mayor productividad puede lograse por la vía de una mayor densidad de capital por hombre empleado en las actividades productivas, por la vía de una mayor densidad de conocimientos científicos y técnicos hombre empleado, por la vía de una mejor administración de los procesos productivos, por la vía de más y mejor infraestructura física, por la vía de mejores servicios gubernamentales, por la vía de una mejor salud media de la población, etc.
Pero la competitividad también se puede ganar o perder por la vía de las variaciones en los tipos de cambio entre las monedas de los diferentes países. Si un país devalúa su moneda nacional, aun cuando no haya modificación alguna en la productividad interna de los factores productivos, ese país gana en competitividad internacional, pues sus mercancías podrán ofertarse en los mercados externos a un precio menor que antes de la devaluación. Por el contrario, si la moneda nacional se revalúa, las mercancías exportables tendrán que venderse en el mercado internacional a un precio superior – para que las divisas obtenidas por concepto de la venta, una vez convertidas en moneda nacional,  logren cubrir los costos internos- o tendrán que disminuirse las ganancias, o tendrá que exhibirse una mayor productividad que compense la pérdida de competitividad y/o de ganancias que acompaña a la revaluación.  
En los tiempos que corren - de alta volatilidad y movilidad internacional de los flujos financieros- las tasas de cambio entre las monedas están propensas a sufrir alteraciones imprevistas - en la medida en que su relación de cambio quede sujeta a las condiciones de oferta y demanda presentes en los mercados monetarios-  lo cual genera  muchas veces modificaciones injustas en la condiciones de competitividad, perdiéndose incluso las ganancias legitimas que se puedan estar obteniendo por concepto de incremento de productividad. Sin embargo, tampoco parece posible, en el corto plazo, contar con un sistema de tasas de cambio  fijas entre las diferentes monedas. La norma vigente en el sistema  monetario internacional es la flotación entre las principales monedas de reserva del mundo, con lo cual terminan flotando también las monedas locales que se amarran a una u otra de las anteriores. La actuación de los bancos centrales, comprando o vendiendo divisas – la llamada flotación sucia-  o los estímulos fiscales a las exportaciones, como vienen haciendo Brasil, parecen ser una solución por lo menos circunstancial, que contrarresta las tendencias  a la revaluación provenientes del acrecentado flujo de capitales que van hoy en día desde los países desarrollados hacia los más estables y confiables entre los países emergentes.
Sergio Arancibia
  


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