(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 27 de Abril de 2012).
El Fondo Monetario Internacional, FMI, ha sido durante mucho tiempo la bestia negra del sistema financiero internacional. Se le culpa de todos los males habidos y por haber. Se le supone una institución todopoderosa que tiene capacidad de imponerle a los países miembros directrices respecto a las políticas económicas que cada uno debe seguir, las cuales a su vez conducen inevitablemente a la recesión económica de los mismos.
En realidad el FMI es una institución financiera internacional que se especializa en otorgar crédito a los países miembros para efectos de solventar situaciones de desequilibrio de sus balanzas de pagos. En otras palabras, el FMI no otorga créditos para cualquier objetivo, ni para solucionar cualquier problema económico que tenga un país miembro, ni para financiar proyectos de desarrollo económico, por atrayentes que estos puedan ser.
TOCAR PUERTAS
EL FMI otorga créditos para ayudar a los países a equilibrar sus balanzas de pagos, es decir -simplificando un poco las cosas - para ayudarlos cuando las salidas de capital son sustantivamente superiores a los ingresos. Y cuando el FMI otorga créditos, impone condiciones. Exige que la política económica que de allí en adelante se implemente en dicho país se adecúe a lo que el FMI considera necesario como para solucionar ese problema de balanza de pagos que ocasionó la petición de crédito. Y las consideraciones del FMI en esta materia no están dadas por motivaciones de justicia social, ni de solidaridad internacional, ni de beneficencia de ningún tipo.
El FMI responde fríamente a los intereses de sus socios mayoritarios, que son los Estados Unidos y los principales países europeos. En el FMI no se vota de acuerdo a la norma de “un país un voto”, sino que las decisiones se toman de acuerdo a la cuota que cada país tenga suscrita en ese organismo. Es decir, se asemeja a una sociedad anónima, en que los que más capital han aportado, tienen más ponderación a la hora de elegir a los directivos y a la hora de tomar decisiones.
Tradicionalmente los países en desarrollo han sido los que en mayor medida se han visto obligados a golpear las puertas del FMI en busca de financiamiento. Sin embargo, esa situación comienza a modificarse. A raíz de la crisis financiera internacional, que golpea con fuerza hoy en día los países de Europa, se ha visto que es necesario que el FMI participe en los eventuales procesos de salvataje de los países que sobrepasen la línea roja. Para ello, el FMI ha constituido un fondo especial, un fondo de cortafuego, mediante el compromiso de los diferentes países de aportar a ese fondo cuando las circunstancias lo ameriten. El principal aportante en ese fondo especial es Estados Unidos, que se ha comprometido con más de 100 mil millones de dólares. Le sigue Japón, con una cantidad similar. En tercer lugar se sitúa China, que ha comprometido aproximadamente 45 mil millones de dólares en este fondo de salvataje. Rusia, Brasil y la India, países todos componentes del llamado grupo BRIC, han comprometido cada uno una cantidad cercana a los 12 mil millones de dólares.
EL BRIC
Esta actitud de China, Brasil, India y Rusia pone de relieve dos cosas importantes. Por un lado, que estos países tienen claro que una quiebra del sistema financiero, monetario y comercial internacional es perjudicial para todos, y que por lo tanto hay que fortalecer o crear mecanismos para eventuales salvatajes, pues no se puede dejar que países importantes entren en crisis muy profundas. Nadie puede sentarse a ver como arden las bardas de su vecino. En segundo lugar, los países mencionados, que tienen volúmenes elevados de reservas internacionales, en vez de salir en forma aislada, o con amigos de ocasión, a buscar como canalizar esos fondos en préstamos o en inversiones internacionales, prefieren confiar esa misión en el FMI, que sabe como prestar sin perder sus capitales, aun cuando tengan que imponer condiciones que no siempre son muy simpáticas.
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