miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL AUMENTO DE PRECIO DE LA GASOLINA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en ELMUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 25 de Noviembre de 2014.)


El  tantas veces postergado aumento del precio de la gasolina tendrá – si es que llega a concretarse- un impacto inmediato sobre el gasto que tienen que hacer los automovilistas  y los motorizados para poder adquirir el combustible necesario para mover sus máquinas. Todo indica que ese impacto directo – llenar sus estanques- será relativamente modesto, o por lo menos, plenamente asimilable por el grueso de los afectados. 

Pero las  consecuencias no terminan allí. En la fase siguiente aumentarán los costos de producción de todo tipo de mercancías, en la medida en que el precio de la gasolina actúe como referente general del precio de la energía. También aumentarán los  precios del transporte de mercancías y de personas, a lo largo y ancho de todo el país.  Las mercancías tienen que recorrer grandes distancias antes de llegar a la casa de cada consumidor. Aumentará, por lo tanto, el costo por concepto de flete, y eso hará aumentar el precio al consumidor de todas las mercancías que se transan en el país. También aumentará el costo del transporte de personas que van y vienen diariamente desde sus domicilios a su trabajo. Es dable suponer que esos incrementos de precios pesarán más sobre el bolsillo de los consumidores que los costos directos de llenar sus propios estanques, que mencionamos en el párrafo anterior.

Si los trabajadores de todo el país se quedan tranquilos frente a toda esta situación, - es decir,  no exigen aumentos de salarios que compensen el mayor costo de los bienes y el menor poder de compra de sus  ingresos - entonces la cadena de incrementos de costos no sufre nuevos embates por concepto de alzas de salarios. Pero si el incremento en el precio de la gasolina, de los transportes, de los fletes, de los alimentos  y de todas las mercancías transables lleva a los trabajadores a exigir aumentos salariales, entonces no solo la cadena inflacionaria crece y se extiende, sino que se extienden también las luchas por mejores salarios y por detener los incrementos de precios. El incremento del precio de la gasolina tiene, por lo tanto, no solo un impacto inflacionario, sino que también un impacto político y social –que es lo que siempre se ha temido en relación a esa medida - pues los sectores de la población que tengan fuerza como para ello tratarán de lograr medidas compensatorias que les permitan no sufrir en tan alta medida la pérdida de poder adquisitivo.

Por otro lado, el incremento en el precio de la gasolina implicaría que PdVSA recibe más ingresos en bolívares. En dólares, en primera instancia, sus ingresos no tienen por qué  aumentar,  a menos que ante el mayor precio, los consumidores venezolanos terminen por consumir menos gasolina y quede, por lo tanto, un mayor excedente para exportar. Si los consumidores terminan por acostumbrarse al mayor precio y siguen consumiendo lo mismo, entonces el efecto será nulo por el lado de la obtención de mayores ventas en el mercado internacional.

Pero si PdVSA obtiene más bolívares de sus ventas  de gasolina en el mercado interno, entonces tendrá que vender menos dólares al BCV para efectos de solventar sus gastos en moneda nacional. También podríamos decir que el BCV se verá en la necesidad de entregar menos bolívares en calidad de préstamos a PdVSA para efectos de solventar sus gastos operativos en el mercado interno. Aun cuando parezca entraño a los ojos del común de los mortales, eso se traduce en una medida que empuja en contra del crecimiento de los precios internos, pues el BCV estaría lanzando menos bolívares a la circulación por la vía de los créditos o del financiamiento a PdVSA.

También se podría decir que al quedarse con mas dólares en sus manos PDVSA puede aumentar sus inversiones, pagar las deudas acumuladas con contratistas, pagar sus deudas internas y externas, y hasta generar más ingresos al gobierno por concepto de impuestos sobre la renta. También podría suceder – nunca se sabe-  que con todo esto se incrementen los fondos disponibles en dólares como para seguir vendiendo petróleo barato o en  cómodas condiciones de pagos a diferentes países de la región. En última instancia, lo importante no es tanto la discusión sobre la medida puntual del incremento del precio de la gasolina, sino la discusión sobre las grandes orientaciones estratégicas de la política económica y de la política petrolera del país.

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miércoles, 19 de noviembre de 2014

COMERCIO REGIONAL CON MONEDAS LOCALES

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 19 de Noviembre 2014.)


Mucho se ha hablado en los círculos políticos y económicos latinoamericanos sobre la posibilidad de que el comercio entre los países de la región se haga en monedas locales y no en dólares. En realidad esa no es una iniciativa nueva ni utópica. Pero tampoco es una iniciativa que genere grandes olas de entusiasmo en aquellos países donde eventualmente se pudiese aplicar.

Supongamos la existencia de  dos países -  llamémosles  país A y país B – los cuales llevan adelante entre ellos un comercio bilateral más o menos equilibrado, es decir, que las exportaciones e importaciones de  cada uno, en el comercio con el otro, son más o menos iguales, y supongamos, además, que cada uno de estos países tiene un sistema cambiario estable y de libre acceso. En esas condiciones sucederán dos cosas de mucha importancia: si el país A recibe la moneda local de país B,  en pago con sus exportaciones, rápidamente gastará ese dinero en importaciones desde aquel país, y por lo tanto, ningún país terminará acumulando la moneda local del otro. El comercio bilateral puede, en esas condiciones, realizarse sin la necesidad de dólares, entre otras cosas, porque cada una de las monedas locales de A y B es tan buena y tan segura como el propio dólar. Pero además, si llegase algún agente económico a acumular cierta cantidad de  la moneda local de país vecino, y la desease convertir en dólares, lo puede hacer sin problema alguno, pues el mercado cambiario, tal como ya hemos dicho, es estable y de libre acceso.

El problema se complica cuando el comercio entre ambos países no está equilibrado, cuando uno tiene una tasa de inflación sustantivamente más elevada que el otro, o cuando el mercado cambiario en uno de los países no es estable ni de libre acceso.

Si el comercio entre A y B no está equilibrado - es decir, si las exportaciones e importaciones recíprocas no son similares - sino que, por ejemplo, A le vende a  B por valor de 100, pero le compra a B solo por valor de 60, y si  el comercio se hace en monedas locales, entonces el país A acumulará moneda local del país B, a razón de 40 por período. El país A probablemente no tiene mucho interés en acumular la moneda local de B - que solo sirve para hacer compras en B. Pasado un cierto umbral, A querrá que B le entregue dólares a cambio de las unidades  monetarias de B que se le han acumulado. Aquí tiene entonces que hacer su aparición  el dólar, como moneda internacional que permita cerrar el ciclo de intercambios  que se realizó inicialmente en monedas locales. Si B no tiene suficientes dólares como para responder por ese déficit que se le ha acumulado, todo este esquema se viene abajo.

Si la inflación es muy alta en el país B, recibir moneda de ese país se convierte en un riesgo, pues la cantidad de mercancías que se  puede comprar con ella se reduce día a día. También se reduce la cantidad de moneda del propio país A que se puede adquirir con la moneda de B. Por lo tanto, el poseedor transitorio de la moneda de B se ve inclinado a  deshacerse de ella cuanto antes, so riesgo de una perdida cambiaria de cierta importancia. En otras palabras, el tener  moneda del otro país tiene un  costo, que nadie quiere pagar. La tasa de cambio arrastra una tasa de riesgo inflación o riesgo devaluación, que encarece los costos de transacción. En esas circunstancias este tipo de comercio en monedas locales solo llega a tener vigencia en espacios pequeños, tal como zonas fronterizas, donde es fácil deshacerse rápidamente de la moneda de uno o de otro país.

A nivel de la Asociación Latinoamericana de Integración, ALADI, se ha implementado durante muchos años un mecanismo -regido por el Convenio de Pagos Recíprocos - consistente en que el banco central del país A paga a sus exportadores el monto correspondiente a las  ventas realizadas al país B, quedando el banco central del país B endeudado con el banco central del país A. Lo mismo sucede con las exportaciones realizadas por el país B al país A.  Al cabo de cierto período de tiempo – cada tres meses o algo así- se hace el balance entre ambos bancos centrales. Si las exportaciones son más  o menos iguales a las importaciones, el saldo deudor neto entre ambos países es cercano a cero. Si hay una deuda pequeña a favor de uno de los países, éste debe hacer el pago correspondiente en dólares. Nuevamente el dólar interviene al final del proceso de intercambio, y no en cada una de sus fases. Pero si el país A exporta al país B una cantidad sistemáticamente superior a las compras que allí realiza, se acumula un saldo deudor que el banco central de B pasa a adeudarle al  banco central del país A.  En esas circunstancias es probable que el  banco central de A no quiera darle sistemáticamente crédito al  país B, pues la función de los bancos centrales no es estar financiando operaciones de comercio exterior. Así vistas las cosas, el sistema tiene corta vida.

La pregunta que queda pendiente es la siguiente ¿A cuál esquema de los analizados se parece el comercio exterior de Venezuela con cada uno de sus socios comerciales de América Latina?

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martes, 11 de noviembre de 2014

BRASIL Y SUS CAMBIOS

Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 11 de Noviembre de 2014.

BRASIL Y SUS CAMBIOS

En 2009 - en la segunda mitad del segundo período presidencial de Lula da Silva -  Brasil exportó bienes por un valor total de 152 mil millones de dólares. Al año siguiente, en el 2010,  ese valor había aumentado a 201 millones de dólares. Casi 50 mil millones de dólares adicionales. Esa es una cantidad fabulosa, que cambia necesariamente la situación económica de cualquier país en desarrollo. Pero más extraordinario aun fue el hecho de que en el breve período de otros 12 meses,  en el transcurso del año 2011 – que fue el primer año de la presidencia de Dilma Roussef-  el valor total de los bienes exportados alcanzó a los 256 mil millones de dólares. Es decir, nuevamente, 50 mil millones de dólares por sobre la cantidad del año anterior. 

A lo ya mencionado hay que agregar que Brasil ha sido, durante la presente década, uno de los más importantes receptores de inversión extranjera directa a nivel mundial. En 2009 los montos de IED recibidos por Brasil alcanzaron a casi a 26 mil millones de dólares. Un año después ese indicador se había elevado a  48 mil millones de dólares. Y en el primer año del período presidencial de Dilma Roussef, la inversión extranjera directa alcanzo a los 66 mil millones de dólares.

Con esas cantidades de divisas - provenientes de las exportaciones y de la recepción de capital extranjero - era enteramente posible llevar adelante una política social que impactara en forma significativa en los niveles de pobreza y de extrema pobreza. Además, no era difícil compatibilizar esa política social con una política de inversiones productivas y en infraestructura.  

Pero como bien sabe Venezuela, los momentos en que los vientos soplan favorablemente para un país no duran eternamente. Las exportaciones brasileñas, encabezadas por las ventas internacionales de soya, bajaron levemente en el año 2012 y volvieron a  bajar, en un monto modesto, en el año 2013, alcanzando en este último año la cifra de 242 mil millones de dólares. No se trata de una caída violenta, pero es un claro indicio de que no se puede seguir creciendo en la misma forma en que se venía creciendo en los años anteriores. Es altamente posible que en el 2015 los precios internacionales de la soya bajen en forma significativa, con grave impacto sobre las cuentas externas de Brasil.

La inversión extranjera - la otra pata con que este país ha caminado en estos últimos años- también se bate en retirada, no por nada que Brasil haya hecho o dejado de hacer, sino por las condiciones generales del sistema financiero internacional, que ya no canaliza tantos recursos hacia los países en desarrollo.

No hay indicios de que los ingresos recibidos por Brasil en los años de vacas gordas se hayan gastado en forma alegre e irresponsable. No se puede caer tampoco en la concepción tan usual en las prédicas de la derecha en términos de que toda política social es una irresponsabilidad productiva, o lo que es bien parecido, que la única política social buena es el crecimiento de la producción y del mercado. Pero lo que sí es cierto, es que hay que redefinir los elementos centrales de una estrategia de desarrollo del país – que no puede descansar eternamente en la soya y en el mercado chino - , que hay que detener la corrupción – que se come, cuando se expande y se desarrolla, no solo a las instituciones directamente afectadas, sino al alma misma del país - , que hay que buscar nuevos mercados externos para las mercancías factibles de producir por Brasil – y no depender por lo tanto en tan alta medida de las autorizaciones del Mercosur - y que hay que frenar o reducir el déficit fiscal, pues el peligro de la inflación acecha a la economía brasileña y amenaza con llevarse por delante las posibilidades de recuperación económica. No son pocos, por lo tanto, los desafíos que tiene por delante la Presidente Roussef.


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miércoles, 5 de noviembre de 2014

LAS ZONAS FRANCAS

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 5 de Noviembre de 2014.)

Las zonas francas son un mecanismo utilizado en muchos países del planeta para efectos de agilizar operaciones de comercio exterior. A modo de ejemplo, cabe mencionar que Colombia tiene 103 zonas francas establecidas en su territorio, República Dominicana tiene 53 y Nicaragua tiene 49. En su esencia, el mecanismo consiste en que a  un grupo de empresas - generalmente localizadas en un mismo espacio territorial - se les concede la posibilidad de importar directamente bienes y servicios sin pagar los aranceles y demás derechos de importación que se pagan normalmente cuando las mercancías entran al resto del territorio nacional. Esas mercancías son manipuladas o transformadas  en el seno de la zona franca, incorporando para ello mano de obra nacional y una fracción variable de insumos y materias primas nacionales. Como resultado de todo ello, se generan bienes y servicios que son exportados al resto del mundo. Tanto las ganancias que este tipo de operación genera para las empresas, como los salarios de los trabajadores involucrados, se traducen en tributos para el gobierno central, municipal o estadal, según corresponda. Si las mercancías o servicios generados al interior de la zona franca se canalizan hacia el mercado interno, entonces las materias primas y demás insumos que se importaron para su producción deben pagar los aranceles y demás impuestos de importación, tal como si hubieran ingresado por cualquier otro punto fronterizo del país.

Así concebidas las zonas francas, estas tienen la bondad de permitir a los empresarios nacionales o extranjeros que se establezcan en ellas una gran agilidad en lo que respecta a las operaciones de importación y exportación, al mismo tiempo que generan trabajo y utilización de materias primas  e insumos nacionales y contribuyen con sus impuestos a alimentar los gastos de los gobiernos central, municipal o estadal.

Si los aranceles fueran inexistentes para una gran cantidad de las importaciones usuales de un país – pues se ha negociado la reducción recíproca de aranceles con la mayoría de los países proveedores, mediante los tratados de libre comercio – o si la devolución  de los aranceles pagados por los insumos presentes en las mercancías importadas, es decir, el draw back, fuese rápida e expedita, e igualmente si las devoluciones de los impuestos internos tipo IVA para las exportaciones de las mercancías realizadas con bienes nacionales o importadas fuese un trámite seguro, basado en normas permanentes y transparentes, entonces las zonas francas tendrían poco sentido práctico.

Igualmente, si la mano de obra es cara, dentro o fuera de la zona franca - o si es artificialmente encarecida por tributos y disposiciones que no van en beneficio del trabajador – entonces las exportaciones de los productos  generados dentro o fuera de la zona franca perderán competitividad internacional, aun cuando los insumos y materias primas utilizadas no hayan pagado arancel, con todo lo cual la zona franca perdería también toda su razón de existir.  

Si  un ente estatal asume la responsabilidad de llevar adelante todas las importaciones de equipos, materias primas e insumos que necesiten las empresas ubicadas dentro de la zona franca, entonces se introduciría un factor de burocracia, e incluso posiblemente de  corrupción, que retardaría los procesos comerciales y financieros y que haría que la actividad propiamente productiva que se lleva adelante dentro de la zona franca perdiera oportunidades y competitividades internacionales.

Si los dólares que se obtienen  por concepto de la exportación de los bienes producidos en la zona franca son obligatoria e íntegramente cambiados por bolívares ante las instancias oficiales, entonces la importación de las materias primas e insumos requerirá de peticiones, solicitudes y aprobaciones de divisas ante las instancias oficiales, lo cual nuevamente hará perder tiempo y oportunidades comerciales a las empresas allí establecidas, y las colocará a depender de las decisiones potestativas de las instancias y de los funcionarios estatales. Nuevamente la zona franca pierde su oportunidad de ser un foco dentro del país de alta agilidad comercial y productiva, y de ágil vinculación con los circuitos del comercio internacional contemporáneo.

Si se quieren incentivar las exportaciones no tradicionales, y disminuir la alta dependencia del petróleo, hay que aprender de los aciertos y de los errores cometidos por el resto de la comunidad internacional, y no pretender reinventar el hilo negro.

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martes, 14 de octubre de 2014

QUIEN CRECE Y QUIEN SE ESTANCA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 14 de Octubre de 2014.)


Según las últimas proyecciones de la economía latinoamericana, realizadas por el Fondo Monetario Internacional, FMI, Bolivia sería el país de toda la América del Sur que más crecería durante el año en curso – presentando una tasa de crecimiento del PIB de 5.2 % - seguido de Colombia, que crecería en un 4.8 %. Se trata, curiosamente, de dos países de distinto tamaño y de distintas orientaciones en muchos aspectos de sus políticas internas  y externas. El primero de ellos, Bolivia,  pertenece al Alba y tiene fuertes vínculos comerciales y políticos con el Mercosur, aun cuando no una incorporación de pleno derecho a ese bloque subregional, y mira con mucho recelo los vínculos muy intensos con las corrientes más dinámicas del comercio internacional. El otro, Colombia, es un país crecientemente abierto hacia las corrientes del comercio internacional contemporáneo. Pertenece a la Alianza del Pacífico y tiene sendos tratados de libre comercio con Estados Unidos y  con la Unión Europea.  Ambos países, sin embargo,  pertenecen a la alicaída Comunidad Andina de Naciones. Ambos países mantienen, además, esa situación tan mencionada en la literatura y en el discurso político, pero tan poco comprendida, que se denomina estabilidad macroeconómica.

El crecimiento de Bolivia no es una cosa reciente sino que es una situación que se arrastra ya durante más de 10 años. No solo crece, sino que lo hace a tasas más elevadas que el promedio de la América del Sur. Las exportaciones han pasado de 2.800 millones de dólares en el año  2006, a 6.400 millones en el año 2010, y a 12.500 millones de dólares en el 2013. Gruesa parte de ese crecimiento de las exportaciones corresponde a hidrocarburos, fundamentalmente gas, que tiene como mercado tanto a Brasil como a Argentina, es decir, a  los dos socios grandes del Mercosur. Los ingreso provenientes de las exportaciones de hidrocarburos no se han gastado ni se han farriado alegremente - como ha sucedido en otros países de la región- sino que han alimentado un mayor  gasto social, que se ha traducido en reducciones sustantivas de los niveles de extrema pobreza.  Los gastos, sin embargo,  no han sobrepasado el nivel de los ingresos, ni se ha generado incremento alguno del  endeudamiento externo.  Todo ello ha permitido la existencia de un  nivel elevado de reservas internacionales  y  el funcionamiento de un mercado cambiario con grandes manifestaciones de estabilidad.

Colombia, a su vez, es también un país que hace de los hidrocarburos su principal producto de exportación, con  niveles de producción que bordean ya el millón de barriles diarios.  Bolivia y Colombia muestran con bastante claridad, por lo tanto, que los hidrocarburos no son una maldición para ningún país, sino que una bendición o un regalo de los dioses, siempre y cuando se  administre con sensatez. Para Colombia también las exportaciones totales han crecido en forma sostenida durante el siglo XXI – aun cuando no tan aceleradamente como en Bolivia -  pasado de 40 mil millones de dólares en el año 2010, a 59  mil millones de dólares en el año 2013. Igualmente, en este país se presenta una baja tasa de inflación, como consecuencia de un manejo fiscal y monetaria responsable, y un mercado cambiario que presenta altos niveles de estabilidad, aun cuando en este caso con tendencias a la revaluación de la moneda nacional, con el consiguiente efecto negativo sobre las exportaciones.

Aun cuando 2014  se presenta internacionalmente como un período de baja en los precios de las materias  primas, y regionalmente se proyecta como un año en que se relentizará el crecimiento que América Latina venía exhibiendo en los años anteriores, todos los países de la América del Sur - con la sola excepción de Venezuela y de Argentina - presentarán este año tasas positivas de crecimiento. La tasa promedio de crecimiento del PIB que el FMI pronostica para la región en el 2014 es de 1.3 %. Es obvio que siendo ese un promedio ponderado, y no un mero promedio simple, está altamente influenciado por las tasas modestas de Brasil ( 0.3 %) y las tasas negativas de Argentina (-1.7) y de Venezuela(-3.0). Pero las cifras parecen mostrar que el crecimiento económico es enteramente compatible con la pertenencia al Alba o a la Alianza del Pacífico. En otras palabras, las diferencias en cuanto  crecimiento económico no parecen obedecer - por lo menos en el presente latinoamericano - a diferentes concepciones ideológicas, sino al respeto pragmático que se tenga a las más elementales normas del manejo fiscal, monetario y cambiario.  Ser un país petrolero, abierto a la economía internacional, como Colombia, no implica ni remotamente un manejo económico alegre e irresponsable, que eleve el gasto y el déficit fiscal hasta niveles que incrementen la inflación y pongan en cuestión la posibilidad misma del crecimiento económico. Ser un país gasífero, como Bolivia, con una conveniente y remunerativa amistad con Venezuela y tener un discurso antiimperialista, sobre todo en foros internacionales, no implica necesariamente que tengan que seguir la misma política económica que ha seguido Venezuela. Pareciera ser que por convicción o por pragmatismo, todos los países de la región o de fuera de ella llegan tarde o temprano a aceptar la idea de que los llamados equilibrios macroeconómicos son una condición necesaria, aun cuando no suficiente, para cerrar los desequilibrios sociales que caracterizan a su países.    

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lunes, 13 de octubre de 2014

LOS ARANCELES NO SON IMPORTANTES

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 13 de Octubre de 2014)


Un informe reciente de la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina, CEPAL, pone de relieve que el comercio exterior de los países de la región decreció levemente en el año 2013 y todo indica que seguirá decreciendo también en el año 2014.  En otras palabras - considerando a todos los países de la América Latina y el Caribe - el valor total de las exportaciones decreció en un 0.4 % en el año 2013 y amenaza decrecer en un 0.6 % en el año en curso. Esta situación se agrava si se considera que la baja en el valor de lo exportado obedece a que se incrementó la cantidad de bienes vendida en un 5.2 %  pero el precio unitario de las mercancías descendió en un 5.5 %. Se vende más,  a un menor precio, y se obtiene un ingreso total casi igual que el de años anteriores.

Otro aspecto importante del informe de la Cepal es el hecho de que el comercio intrarregional es escaso y crece poco. Es decir, los países de la región nos vendemos poco los unos a los otros. Decir que nos vendemos poco es más o menos lo mismo que decir que nos compramos poco los unos a los otros.  Solo el 19 % de nuestras exportaciones van a países de la misma región, según  datos del año 2013. En el ámbito de la Unión Europea el 60% aproximadamente de las exportaciones promedio de cada país van hacia otros países de la misma región. En la América del Norte, esa cifra promedio es del 50%.  América Latina y el Caribe aparece así como una región poco integrada, o con un nivel muy escaso de relaciones comerciales intrarregionales. Vale la pena detenerse un poco a analizar esta situación. Si un país de la región puede comprar una determinada mercancía a otro país de la región, pero prefiere comprarla a un país de fuera de la región, eso es altamente probable que obedezca a que el país de fuera de la región – Asia, Europa, Estados Unidos – oferten ese bien a  un precio más bajo, o con una calidad más alta. Dicho en otras palabras, es altamente probable que los productos de fuera de la región tengan un grado de competitividad superior a los provenientes del interior de la región. Ningún país le comprará a otro un producto más caro o de menor calidad solo por hacerle un favor. Eso no se usa en el comercio internacional. 
Cuando llega a suceder una cosa así es por falta de transparencia o por falta de conocimiento de las muchas ofertas que están presentes en el vasto escenario del comercio internacional contemporáneo.

La negociación de rebajas de aranceles  entre los países de la región, hasta llevarlos a niveles cercanos a cero, ayuda a que ese diferencial de competitividad se elimine  o se revierta a favor de los países de la región. Si el producto regional no paga arancel y el producto de fuera de la región si lo hace - además de que este último tiene que pagar fletes desde zonas más lejanas del planeta - es probable que esto incentive la compra de bienes originarios de la propia región latinoamericana. Pero eso es válido cuando el diferencial de competitividad es relativamente pequeño. Entonces, la rebaja arancelaria puede volcar la balanza a favor de la mercancía regional. Pero si el diferencial es muy sustantivo, la rebaja arancelaria, aun cuando total, es probable que mantenga la situación favorable al producto de fuera de la región. En alta medida eso es lo que reflejan las cifras publicadas recientemente por Cepal. Si compramos en otras partes del mundo eso se debe no solo a  modas pasajeras, sino a una situación estructural de precios y calidades, que se mantiene aun cuando a nivel regional la reducción  arancelaria llega ya a sus niveles más altos. Gruesa parte de los esfuerzos integracionistas a nivel latinoamericano se han centrado en las últimas décadas en ese esfuerzo por reducir recíprocamente los aranceles entre los países de la región. Pero ya ese esfuerzo ha llegado a su límite superior. Si no le vendemos más bienes a los otros países de la América del Sur no es por lo elevado de los aranceles que nos cobran, sino porque aun sin aranceles nuestros productos no pueden competir con los productos provenientes de otras partes del mundo.

Esa mayor competitividad que se hace necesaria para que nuestros productos sean demandados por la región y por el mundo, obedece en parte a lo que sucede dentro de cada empresa. Allí pesan factores tales como la tecnología, la productividad, la disciplina laboral y la buena  gerencia. Pero tan importante como eso es la competitividad que tiene que ver con el entorno nacional. Allí pesan factores tales como los equilibrios macroeconómicos, el funcionamiento de la administración  pública,  la corrupción, las leyes tributarias,  el estado de las carreteras y de los puertos, la permisología, etc. 

Una preocupación  seria por promover exportaciones, sobre todo las no tradicionales, a esta altura de los tiempos, no tiene que centrar los esfuerzos en las negociaciones arancelarias con otros países, sino en elevar los niveles de competitividad que como empresas y como país seamos capaces de desarrollar.


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jueves, 9 de octubre de 2014

LA TIERRA DE GRACIA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 8 de Octubre de 2014.)


Cristóbal Colon viajo por las costas de la Península de Paria en su tercer viaje a estas tierras y la calificó como Tierra de Gracia, en su correspondencia con la corona española. Hay suficientes ejemplos de cómo los descubridores y posteriormente los colonizadores españoles incrementaban, en sus informes oficiales,  los  méritos y las cualidades de las tierras que iban atravesando, pues era la única forma de entusiasmar a los peninsulares para que enviaran más hombres y más recursos a las nuevas regiones de mundo que se incorporaban al dominio español. Pero aun con la picardía y viveza y de los primeros españoles, no hay duda de que Sucre - tanto en el área conocida como Península de Araya, como en la Península de Paria - constituye un área privilegiada por los dioses y por la naturaleza que pusieron allí una cuota importante de belleza y de paz.

Desgraciadamente, el hombre no ha hecho mucho por potenciar y por aprovechar lo que la naturaleza le dio. Incluso en muchos aspectos, ha hecho bastante por destruirlo o por lo menos por echarlo a perder. Para ir a la Península de Araya, en la parte occidental de la fachada marítima de Sucre, hay que atravesar en ferry desde Cumana, lo cual es un verdadero suplicio.  Es difícil concebir una actividad o una empresa peor organizada. Todo parece estar expresamente concebido para molestar tanto como sea posible a quien quiera atravesar al otro lado del golfo de Cariaco.  En el muelle, en Cumana, los vehículos que quieran embarcarse en el ferry, no pueden hacer cola pues no hay espacio para ello. Tienen  que estacionarse en cualquier parte en las inmediaciones. Quienes hacen algo parecido a una cola de varias horas -  que al final nadie respeta - son las personas que manejan los vehículos. Cuando el ferry llega, sin horario alguno, un funcionario reparte números por los cuales todos se pelean en una animada caimanera. Esos números dan derecho a comprar los pasajes y el pasaje da derecho a embarcar en el ferry. Un venezolano logra rápidamente darse cuenta de cómo es el sistema, e integrarse a él, pero un turista, aun cuando provenga de un país de habla hispana, difícilmente podrá sobrevivir a ese endiablado mecanismo.

Pero una vez que uno logra llegar a Araya se encuentra con un mundo que realmente merece la denominación de Tierra de Gracia con que la denominó Colon. Las playas son  extensas y de poco oleaje y la ciudad es pequeña, limpia y ordenada. Aun cuando toda la zona es árida,  sus playas son de una gran belleza, tranquilidad y paz. Pero la hotelería es poca y muchas playas están contaminadas por los desechos de todo tipo que produce la propia ciudad de Araya. Las salinas de Araya constituyen un interesante atractivo, pues las peculiaridades  de esa industria son poco conocidas por el grueso de la población nacional, y las posibilidades de entrar a la planta están abiertas para el grueso de los visitantes. Hay, en las  afueras de la ciudad, una extensa laguna natural, con alta densidad salina, donde el flotar no requiere de habilidad alguna, pero no hay instalación turística de ninguna naturaleza.

Recorriendo la Península de Araya, hacia oriente, se llega a Carúpano, y de allí a todas las playas de la Península de Paria. Es otro mundo. La vegetación cambia radicalmente y de la aridez de Araya se pasa a una zona casi selvática, con vegetación frondosa, alta y espesa, que llega casi hasta el borde mismo de las playas. Las playas, desde el punto de vista de su extensión, tranquilidad, oleaje y vegetación cercana, son mucho mejores que las playa de Margarita, y podrían dar lugar a un polo turístico como los mejores del Caribe. Pero se está hoy en día lejos de esa situación. Hay algunas pocas y bastante buenas posadas, atendidas por sus dueños - verdaderos pioneros de una actividad que cuenta con poquísimo apoyo estatal - pero no hay hotelería mayor de tres estrellas. No hay posibilidad de usar tarjetas de crédito o de débito y los cajeros automáticos  son escasos. Imposible moverse por la zona sin carro propio.  Una actividad que es un atractivo turístico en sí mismo es el cacao, que se cultiva en toda la zona.  La mayor empresa del área atiende a los visitantes, les muestra y les explica el proceso tanto agrícola como industrial y les brinda gratas degustaciones de su propia producción. Una actividad puntual, con poca difusión es la presencia de aguas termales, lo que ha dado oportunidad a un empresario emprendedor a convertir su pequeña finca en un polo ecológico, medicinal  y de tranquilidad, desde donde se pueden recorrer las hermosas playas de la zona.

En síntesis, una frase de Colon que resultó cierta a pesar de su tendencia a fantasear o contarle cuentos a sus reyes. Una Tierra de Gracia, que espera y que promete.        
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