(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 8 de Octubre
de 2014.)
Cristóbal
Colon viajo por las costas de la Península de Paria en su tercer viaje a estas
tierras y la calificó como Tierra de Gracia, en su correspondencia con la
corona española. Hay suficientes ejemplos de cómo los descubridores y posteriormente
los colonizadores españoles incrementaban, en sus informes oficiales, los méritos
y las cualidades de las tierras que iban atravesando, pues era la única forma
de entusiasmar a los peninsulares para que enviaran más hombres y más recursos a
las nuevas regiones de mundo que se incorporaban al dominio español. Pero aun
con la picardía y viveza y de los primeros españoles, no hay duda de que Sucre
- tanto en el área conocida como Península de Araya, como en la Península de
Paria - constituye un área privilegiada por los dioses y por la naturaleza que
pusieron allí una cuota importante de belleza y de paz.
Desgraciadamente,
el hombre no ha hecho mucho por potenciar y por aprovechar lo que la naturaleza
le dio. Incluso en muchos aspectos, ha hecho bastante por destruirlo o por lo
menos por echarlo a perder. Para ir a la Península de Araya, en la parte
occidental de la fachada marítima de Sucre, hay que atravesar en ferry desde
Cumana, lo cual es un verdadero suplicio.
Es difícil concebir una actividad o una empresa peor organizada. Todo parece
estar expresamente concebido para molestar tanto como sea posible a quien
quiera atravesar al otro lado del golfo de Cariaco. En el muelle, en Cumana, los vehículos que
quieran embarcarse en el ferry, no pueden hacer cola pues no hay espacio para
ello. Tienen que estacionarse en
cualquier parte en las inmediaciones. Quienes hacen algo parecido a una cola de
varias horas - que al final nadie respeta
- son las personas que manejan los vehículos. Cuando el ferry llega, sin
horario alguno, un funcionario reparte números por los cuales todos se pelean
en una animada caimanera. Esos números dan derecho a comprar los pasajes y el
pasaje da derecho a embarcar en el ferry. Un venezolano logra rápidamente darse
cuenta de cómo es el sistema, e integrarse a él, pero un turista, aun cuando
provenga de un país de habla hispana, difícilmente podrá sobrevivir a ese
endiablado mecanismo.
Pero una vez
que uno logra llegar a Araya se encuentra con un mundo que realmente merece la
denominación de Tierra de Gracia con que la denominó Colon. Las playas son extensas y de poco oleaje y la ciudad es
pequeña, limpia y ordenada. Aun cuando toda la zona es árida, sus playas son de una gran belleza, tranquilidad
y paz. Pero la hotelería es poca y muchas playas están contaminadas por los desechos
de todo tipo que produce la propia ciudad de Araya. Las salinas de Araya constituyen
un interesante atractivo, pues las peculiaridades de esa industria son poco conocidas por el grueso
de la población nacional, y las posibilidades de entrar a la planta están
abiertas para el grueso de los visitantes. Hay, en las afueras de la ciudad, una extensa laguna
natural, con alta densidad salina, donde el flotar no requiere de habilidad
alguna, pero no hay instalación turística de ninguna naturaleza.
Recorriendo
la Península de Araya, hacia oriente, se llega a Carúpano, y de allí a todas
las playas de la Península de Paria. Es otro mundo. La vegetación cambia
radicalmente y de la aridez de Araya se pasa a una zona casi selvática, con
vegetación frondosa, alta y espesa, que llega casi hasta el borde mismo de las
playas. Las playas, desde el punto de vista de su extensión, tranquilidad, oleaje
y vegetación cercana, son mucho mejores que las playa de Margarita, y podrían
dar lugar a un polo turístico como los mejores del Caribe. Pero se está hoy en
día lejos de esa situación. Hay algunas pocas y bastante buenas posadas,
atendidas por sus dueños - verdaderos pioneros de una actividad que cuenta con
poquísimo apoyo estatal - pero no hay hotelería mayor de tres estrellas. No hay
posibilidad de usar tarjetas de crédito o de débito y los cajeros automáticos son escasos. Imposible moverse por la zona
sin carro propio. Una actividad que es
un atractivo turístico en sí mismo es el cacao, que se cultiva en toda la
zona. La mayor empresa del área atiende
a los visitantes, les muestra y les explica el proceso tanto agrícola como industrial
y les brinda gratas degustaciones de su propia producción. Una actividad
puntual, con poca difusión es la presencia de aguas termales, lo que ha dado
oportunidad a un empresario emprendedor a convertir su pequeña finca en un polo
ecológico, medicinal y de tranquilidad,
desde donde se pueden recorrer las hermosas playas de la zona.
En síntesis,
una frase de Colon que resultó cierta a pesar de su tendencia a fantasear o
contarle cuentos a sus reyes. Una Tierra de Gracia, que espera y que
promete.
sergio-arancibia.blogspot.com
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