Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 11 de Noviembre de 2014.
BRASIL Y
SUS CAMBIOS
En 2009 - en
la segunda mitad del segundo período presidencial de Lula da Silva - Brasil exportó bienes por un valor total de
152 mil millones de dólares. Al año siguiente, en el 2010, ese valor había aumentado a 201 millones de
dólares. Casi 50 mil millones de dólares adicionales. Esa es una cantidad fabulosa,
que cambia necesariamente la situación económica de cualquier país en
desarrollo. Pero más extraordinario aun fue el hecho de que en el breve período
de otros 12 meses, en el transcurso del año
2011 – que fue el primer año de la presidencia de Dilma Roussef- el valor total de los bienes exportados
alcanzó a los 256 mil millones de dólares. Es decir, nuevamente, 50 mil millones
de dólares por sobre la cantidad del año anterior.
A lo ya
mencionado hay que agregar que Brasil ha sido, durante la presente década, uno
de los más importantes receptores de inversión extranjera directa a nivel
mundial. En 2009 los montos de IED recibidos por Brasil alcanzaron a casi a 26
mil millones de dólares. Un año después ese indicador se había elevado a 48 mil millones de dólares. Y en el primer
año del período presidencial de Dilma Roussef, la inversión extranjera directa
alcanzo a los 66 mil millones de dólares.
Con esas
cantidades de divisas - provenientes de las exportaciones y de la recepción de
capital extranjero - era enteramente posible llevar adelante una política
social que impactara en forma significativa en los niveles de pobreza y de
extrema pobreza. Además, no era difícil compatibilizar esa política social con
una política de inversiones productivas y en infraestructura.
Pero como
bien sabe Venezuela, los momentos en que los vientos soplan favorablemente para
un país no duran eternamente. Las exportaciones brasileñas, encabezadas por las
ventas internacionales de soya, bajaron levemente en el año 2012 y volvieron a bajar, en un monto modesto, en el año 2013,
alcanzando en este último año la cifra de 242 mil millones de dólares. No se
trata de una caída violenta, pero es un claro indicio de que no se puede seguir
creciendo en la misma forma en que se venía creciendo en los años anteriores.
Es altamente posible que en el 2015 los precios internacionales de la soya bajen
en forma significativa, con grave impacto sobre las cuentas externas de Brasil.
La inversión
extranjera - la otra pata con que este país ha caminado en estos últimos años- también
se bate en retirada, no por nada que Brasil haya hecho o dejado de hacer, sino
por las condiciones generales del sistema financiero internacional, que ya no
canaliza tantos recursos hacia los países en desarrollo.
No hay indicios
de que los ingresos recibidos por Brasil en los años de vacas gordas se hayan
gastado en forma alegre e irresponsable. No se puede caer tampoco en la
concepción tan usual en las prédicas de la derecha en términos de que toda política
social es una irresponsabilidad productiva, o lo que es bien parecido, que la
única política social buena es el crecimiento de la producción y del mercado.
Pero lo que sí es cierto, es que hay que redefinir los elementos centrales de una
estrategia de desarrollo del país – que no puede descansar eternamente en la
soya y en el mercado chino - , que hay que detener la corrupción – que se come,
cuando se expande y se desarrolla, no solo a las instituciones directamente
afectadas, sino al alma misma del país - , que hay que buscar nuevos mercados
externos para las mercancías factibles de producir por Brasil – y no depender
por lo tanto en tan alta medida de las autorizaciones del Mercosur - y que hay
que frenar o reducir el déficit fiscal, pues el peligro de la inflación acecha
a la economía brasileña y amenaza con llevarse por delante las posibilidades de
recuperación económica. No son pocos, por lo tanto, los desafíos que tiene por
delante la Presidente Roussef.
sergio-arancibia.blogspot.com
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