(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 23 de mayo
de 2018)
Una amiga
mía que se casó recientemente encargó su traje de novia a una empresa china,
que mediante catálogos electrónicos, ofrecía diferentes modalidades de esa mercancía
para usuarias de todo el mundo. Para acceder a ello había que enviar las
medidas exactas -tomadas de acuerdo a ciertos patrones claramente establecidos
- y hacer el pago por medio de tarjeta de crédito o por transferencia bancarias
de fácil acceso en la región americana. El traje llegó en perfectas condiciones
y absolutamente dentro de los plazos establecidos. Además, se le podía hacer
seguimiento al paquete correspondiente en su recorrido a lo largo del planeta.
Si los chinos pueden hacer ese tipo de exportación electrónica, se pone que
relieve que ello es posible y puede realizarse en forma masiva y habitual por
cualquier exportador del mundo…. siempre y cuando se den las condiciones
normativas, organizacionales e infraestructurales necesarias.
En primer
lugar, para vender por vía electrónica a nivel internacional, se necesita tener
páginas web suficientemente amigables y atrayentes, que puedan ser consultadas
por cualquier usuario potencial del planeta Tierra y tener conectividad las 24
horas del día.
También se
necesita un grado de apertura financiera internacional que permita a las
empresas exportadoras tener cuentas en dólares en bancos de diferentes regiones
del mundo, que sean accesibles por parte de los consumidores, y desde los
cuales se puedan hacer transferencias a la casa matriz cuando se estime
conveniente. También se necesita poder cobrarse por la vía de debitar tarjetas
de crédito o de débito de validez internacional.
Si la
empresa exportadora necesita repuestos o insumos importados, lo cual es lo más
usual, se necesita, desde luego, poder realizar los pagos vía transferencia
desde los bancos locales a los bancos de destino, o el uso de tarjetas de
crédito o de débito, lo cual requiere, a su vez, de una cierta apertura de la
cuenta de capitales.
Otro
requisito importante es contar con empresas de transporte internacional que se
encarguen de mover y entregar las mercancías a lo largo del planeta. Ese tipo
de empresas se han desarrollado bastante, exhiben elevados niveles de
eficiencia, y no es difícil contar con ellas, siempre y cuando se les deje
establecerse y funcionar en un determinado país. Obviamente esas empresas,
siendo empresas extranjeras, requieren remesar periódicamente a sus casas
matrices, las ganancias que obtengan en las economías locales.
Otro aspecto
importante es la normativa aduanera. Si cada caja con mercancía destinada al
extranjero debe ser abierta en aduana y registrada minuciosamente, lo más
probable es que el sistema sufra grandes retrasos y grandes pérdidas económicas
y de competitividad. Eso se puede
solucionar si al momento del envío en la empresa de courrier la caja genera una
guía que va en forma inmediata y electrónica al servicio de aduanas, el cual
aprueba o rechaza ese envío, en un lapso de 24 horas. Con ello la caja llega a
puerto con esa decisión ya tomada sobre ella, y el servicio tributario se
reserva el derecho a abrir en forma aleatoria un porcentaje pequeño de cajas.
Si las
normas cambiarias del país exigen liquidar en las ventanillas oficiales los
dólares recibidos, la información generada en la empresa receptora de las
cajas, que viaja electrónicamente en cosa de segundos al órgano tributario,
puede proporcionar toda la información que se necesite. Si los envíos menores a
ciertos valores quedan exentos de la liquidación obligatoria y/o de ciertos
pagos aduaneros, tanto mejor.
El comercio
electrónico puede que no sustituya en forma absoluta al comercio convencional,
pero ha venido ganando espacio en forma creciente y lo seguirá haciendo en el
futuro cercano. Los países que quieran potenciar sus exportaciones - sobre todo
las de manufacturas y las destinadas directamente al consumidor final - tienen
que prepararse para ello. Llegar de último nunca es buena cosa.
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