(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 30 de mayo
de 2018)
Según un
reciente informe elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo, BID
-titulado Termómetro del Comercio Internacional - las exportaciones de la América del Sur
crecieron en el transcurso del primer trimestre del 2018 en un 10.4 % con
relación a lo sucedido en el mismo período del año anterior. Se trata,
indudablemente de una buena tasa de crecimiento para cualquier país y para
cualquier región del planeta.
Los países
que lideran esa expansión de las exportaciones son Chile, con una tasa de 24.3
%, Bolivia, que crece a un ritmo de 21.9 %, Uruguay que lo hace a una tasa de
16.1 % y Colombia que incrementa sus exportaciones a una tasa de 13.9 %.
En toda la
América del Sur hay solo dos países que no incrementan sus ventas al exterior,
en el período analizado, sino que incluso decrecen en lo que respecta a este
indicador: se trata de Paraguay, cuyas exportaciones cayeron en un 6.7 % en el
primer trimestre de este año, y Venezuela, que presenta una baja de 7,8 %. Obviamente, cuando de promedios se trata, la
fuerte caída de uno de los países considerados, hace disminuir el promedio para
todos. Por lo tanto, sin Venezuela y Paraguay, el crecimiento regional sería
mejor aún que ese 10.6 que ya hemos mencionado.
¿Porque
decrecen las exportaciones venezolanas? No se trata de las exportaciones no
petroleras – que es un indicador que se suele y se debe analizar – sino de las
exportaciones totales, compuestas en un 90 % o más por petróleo. Si las
exportaciones totales decrecen en un 7.8 % no puede sino significar que las
exportaciones petroleras han caído en una tasa cercana, sin perjuicio de que
también hayan caído las exportaciones no petroleras. Como el petróleo ha
experimentado un leve incremento en su precio internacional a lo largo del
presente año, solo queda llegar a la conclusión – dos más dos son cuatro - de
que el volumen de exportaciones petroleras ha disminuido. En otras palabras,
que ha caído la extracción, la producción, la refinación y a exportación de
petróleo.
Más claro
aún: han llevado a la principal industria del país prácticamente a la peor
situación de su historia. Eso es consecuencia de la política miope que suponía
que la renta petrolera no se iba a acabar nunca, pues era un regalo de los
dioses, y que no dependía de las inversiones, ni de la reposición, ni del
mantenimiento, ni de nada. Ordeñaron a la industria petrolera sin compasión.
Metieron a más de 100 mil trabajadores en su nómina. Hicieron descender
violentamente la productividad. La obligaron a meterse en negocios y
actividades que nada tienen que ver con la actividad petrolera ni energética.
Ahuyentaron a las empresas extranjeras que podían aportar capitales y
tecnologías. Despreciaron la capacidad técnica o profesional de los gerentes
medios y altos, valorando solo la lealtad política. Muchos de ellos se
enriquecieron por medio de prácticas comerciales ilícitas, y están prófugos o
en la cárcel. En síntesis, no dejaron error que no cometieron.
En nada de
todo esto tiene responsabilidad alguna el resto de la sociedad civil, política
o económica del país. Se trató siempre, hasta el día de hoy, de un coto cerrado
del gobierno y de los rojos rojitos, que cargan con toda la responsabilidad de
tener a Pdsa y al país en la situación en que se encuentra.