miércoles, 30 de mayo de 2018

CONTRA LA CORRIENTE: CAIDA DE LAS EXPORTACIONES


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 30 de mayo de 2018)

Según un reciente informe elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo, BID -titulado Termómetro del Comercio Internacional -  las exportaciones de la América del Sur crecieron en el transcurso del primer trimestre del 2018 en un 10.4 % con relación a lo sucedido en el mismo período del año anterior. Se trata, indudablemente de una buena tasa de crecimiento para cualquier país y para cualquier región del planeta.
Los países que lideran esa expansión de las exportaciones son Chile, con una tasa de 24.3 %, Bolivia, que crece a un ritmo de 21.9 %, Uruguay que lo hace a una tasa de 16.1 % y Colombia que incrementa sus exportaciones a una tasa de 13.9 %.
En toda la América del Sur hay solo dos países que no incrementan sus ventas al exterior, en el período analizado, sino que incluso decrecen en lo que respecta a este indicador: se trata de Paraguay, cuyas exportaciones cayeron en un 6.7 % en el primer trimestre de este año, y Venezuela, que presenta una baja de 7,8 %.  Obviamente, cuando de promedios se trata, la fuerte caída de uno de los países considerados, hace disminuir el promedio para todos. Por lo tanto, sin Venezuela y Paraguay, el crecimiento regional sería mejor aún que ese 10.6 que ya hemos mencionado.
¿Porque decrecen las exportaciones venezolanas? No se trata de las exportaciones no petroleras – que es un indicador que se suele y se debe analizar – sino de las exportaciones totales, compuestas en un 90 % o más por petróleo. Si las exportaciones totales decrecen en un 7.8 % no puede sino significar que las exportaciones petroleras han caído en una tasa cercana, sin perjuicio de que también hayan caído las exportaciones no petroleras. Como el petróleo ha experimentado un leve incremento en su precio internacional a lo largo del presente año, solo queda llegar a la conclusión – dos más dos son cuatro - de que el volumen de exportaciones petroleras ha disminuido. En otras palabras, que ha caído la extracción, la producción, la refinación y a exportación de petróleo.
Más claro aún: han llevado a la principal industria del país prácticamente a la peor situación de su historia. Eso es consecuencia de la política miope que suponía que la renta petrolera no se iba a acabar nunca, pues era un regalo de los dioses, y que no dependía de las inversiones, ni de la reposición, ni del mantenimiento, ni de nada. Ordeñaron a la industria petrolera sin compasión. Metieron a más de 100 mil trabajadores en su nómina. Hicieron descender violentamente la productividad. La obligaron a meterse en negocios y actividades que nada tienen que ver con la actividad petrolera ni energética. Ahuyentaron a las empresas extranjeras que podían aportar capitales y tecnologías. Despreciaron la capacidad técnica o profesional de los gerentes medios y altos, valorando solo la lealtad política. Muchos de ellos se enriquecieron por medio de prácticas comerciales ilícitas, y están prófugos o en la cárcel. En síntesis, no dejaron error que no cometieron. 
En nada de todo esto tiene responsabilidad alguna el resto de la sociedad civil, política o económica del país. Se trató siempre, hasta el día de hoy, de un coto cerrado del gobierno y de los rojos rojitos, que cargan con toda la responsabilidad de tener a Pdsa y al país en la situación en que se encuentra.

miércoles, 23 de mayo de 2018

COMERCIO ELECTRÓNICO


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 23 de mayo de 2018)

Una amiga mía que se casó recientemente encargó su traje de novia a una empresa china, que mediante catálogos electrónicos, ofrecía diferentes modalidades de esa mercancía para usuarias de todo el mundo. Para acceder a ello había que enviar las medidas exactas -tomadas de acuerdo a ciertos patrones claramente establecidos - y hacer el pago por medio de tarjeta de crédito o por transferencia bancarias de fácil acceso en la región americana. El traje llegó en perfectas condiciones y absolutamente dentro de los plazos establecidos. Además, se le podía hacer seguimiento al paquete correspondiente en su recorrido a lo largo del planeta. Si los chinos pueden hacer ese tipo de exportación electrónica, se pone que relieve que ello es posible y puede realizarse en forma masiva y habitual por cualquier exportador del mundo…. siempre y cuando se den las condiciones normativas, organizacionales e infraestructurales necesarias.
En primer lugar, para vender por vía electrónica a nivel internacional, se necesita tener páginas web suficientemente amigables y atrayentes, que puedan ser consultadas por cualquier usuario potencial del planeta Tierra y tener conectividad las 24 horas del día.
También se necesita un grado de apertura financiera internacional que permita a las empresas exportadoras tener cuentas en dólares en bancos de diferentes regiones del mundo, que sean accesibles por parte de los consumidores, y desde los cuales se puedan hacer transferencias a la casa matriz cuando se estime conveniente. También se necesita poder cobrarse por la vía de debitar tarjetas de crédito o de débito de validez internacional.
Si la empresa exportadora necesita repuestos o insumos importados, lo cual es lo más usual, se necesita, desde luego, poder realizar los pagos vía transferencia desde los bancos locales a los bancos de destino, o el uso de tarjetas de crédito o de débito, lo cual requiere, a su vez, de una cierta apertura de la cuenta de capitales.
Otro requisito importante es contar con empresas de transporte internacional que se encarguen de mover y entregar las mercancías a lo largo del planeta. Ese tipo de empresas se han desarrollado bastante, exhiben elevados niveles de eficiencia, y no es difícil contar con ellas, siempre y cuando se les deje establecerse y funcionar en un determinado país. Obviamente esas empresas, siendo empresas extranjeras, requieren remesar periódicamente a sus casas matrices, las ganancias que obtengan en las economías locales.
Otro aspecto importante es la normativa aduanera. Si cada caja con mercancía destinada al extranjero debe ser abierta en aduana y registrada minuciosamente, lo más probable es que el sistema sufra grandes retrasos y grandes pérdidas económicas y de competitividad.  Eso se puede solucionar si al momento del envío en la empresa de courrier la caja genera una guía que va en forma inmediata y electrónica al servicio de aduanas, el cual aprueba o rechaza ese envío, en un lapso de 24 horas. Con ello la caja llega a puerto con esa decisión ya tomada sobre ella, y el servicio tributario se reserva el derecho a abrir en forma aleatoria un porcentaje pequeño de cajas.
Si las normas cambiarias del país exigen liquidar en las ventanillas oficiales los dólares recibidos, la información generada en la empresa receptora de las cajas, que viaja electrónicamente en cosa de segundos al órgano tributario, puede proporcionar toda la información que se necesite. Si los envíos menores a ciertos valores quedan exentos de la liquidación obligatoria y/o de ciertos pagos aduaneros, tanto mejor.  
El comercio electrónico puede que no sustituya en forma absoluta al comercio convencional, pero ha venido ganando espacio en forma creciente y lo seguirá haciendo en el futuro cercano. Los países que quieran potenciar sus exportaciones - sobre todo las de manufacturas y las destinadas directamente al consumidor final - tienen que prepararse para ello. Llegar de último nunca es buena cosa.

miércoles, 16 de mayo de 2018

VENEZUELA Y LA INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 11 de mayo de 2018)


No parece que le haya ido bien a Venezuela en materia de inversión extranjera directa. Esta categoría económica internacional mide el grado en que una economía logra nutrirse de aportes de capital provenientes del extranjero, que lleguen para levantar empresas en las cuales los mismos tengan un grado de control importante. En otras palabras, se trata de fondos provenientes de exterior que vengan a correr riegos, a levantar empresas, a producir bienes y servicios, a contratar mano de obra, a aprovechar recursos naturales existentes, a potenciar exportaciones y/o a aportar tecnologías.

Según datos recientes de Cepal – que en lo que respecta a Venezuela solo alcanzan hasta 2015- se muestra que en ese año, la inversión extranjera directa en todo la América del Sur -desde la frontera colombo panameña al sur -  conformada por 10 países, alcanzó a 131 mil millones de dólares. De esa cantidad Venezuela captó un porcentaje cercano al 1 % - 1.383 millones de dólares - lo cual es manifiestamente un porcentaje que no se corresponde con su peso demográfico, geográfico ni económico. Los países que captaron los mayores porcentajes fueron Brasil – con el 56.7 % -  Colombia -con el 10.3 % - Chile – con el 9,2 % y Perú – con 5.2 % - es decir, países a los cuales les va bien en lo económico.

Venezuela tiene hoy en día condiciones económicas que podrían interpretarse como muy favorables para el inversionista extranjero. En este país, con un millón de dólares es posible comprar más activos económicos – empresas, departamentos, tierras, vehículos – que en cualquier otro país de América del Sur. Con 100 millones de dólares es posible comprarse una cantidad de activos considerables. Todo lo que se quiera comprar sale aquí más barato que en otros países de la región. Además, la mano de obra es barata, y las leyes existentes en materia de IED dejan abierta la puerta como para negociar condiciones especiales cuando se crea que las circunstancias lo ameriten.

¿Por qué la inversión extranjera, entonces, no llega? ¿Por qué el famoso arco minero no atrae a empresas nuevas que quieran incursionar en la minería del oro o de los diamantes? ¿Por qué las miles de fábricas que han cerrado sus puertas no son inmediatamente adquiridas por capitalistas extranjeros, a precio de gallina flaca?

Hay, al menos, dos respuestas a esos interrogantes: las IED no llega por las condiciones políticas y por las condiciones legales. La mayoría de los inversionistas extranjeros son empresas que hacen cálculos de largo plazo. No son aventureros que vengan por un año o dos, a ganar lo que se pueda y salir cuanto antes, aun cuando éstos también existen y se hacen presentes.  Pero el que quiera venir por cinco o más años necesita seguridad jurídica y seguridad política y parece que ninguna de esas dos condiciones están presentes en la Venezuela de hoy. Y no nos referimos a que un mismo equipo gobernante se mantenga en el poder, sino a que exista una institucionalidad que sea aceptada y apoyada por los actuales gobernantes y por sus opositores, de modo que esa institucionalidad se mantenga, aun cuando cambien los gobiernos. Pero nada de eso existe. Así que solo nos quedamos con el 1% de las inversiones extranjeras de la región y con una buena cantidad de aventureros.      

LAS REMESAS


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 10 de mayo de 2018)

Este gobierno se está acostumbrando a pegarse tiros en el pie. Eso hizo cuando suprimió los vuelos de Copa, desde y hacia Venezuela, o cuando quiso cortar el comercio con Aruba y Curazao. O cuando pone tantas trabas a la exportación de bienes no petroleros, que termina por inhibir el desarrollo de esa actividad, matando una posible gallina de los huevos de oro.
Ahora, el último caso de esa naturaleza tiene que ver con cerrar la posibilidad de que los venezolanos que están en el exterior envíen remesas a sus familiares en Venezuela. Esos envíos tienen, en primer lugar, un alto carácter fraternal y humanitario. Los que salieron y están comiendo tres veces al día, quieren colaborar de alguna forma con familiares que quedaron en Venezuela y que están pasando hambre pura y dura, o por lo menos, están sufriendo grandes estrecheses económicas.  ¿Tiene eso algo de malo? ¿No se inscribe aquello en lo más noble y generoso del alma humana? ¿No es lícito ayudar a familiares aun cuando los separen miles de kilómetros de distancia? Pero el gobierno no demuestra ninguna simpatía por los canales formales o informales que han surgido para facilitar esos envíos.
En toda América Latina y el Caribe, los países no solamente reciben remesas desde el exterior, sino que las facilitan y las promueven, pues esos ingresos no tienen sino consecuencias positivas para los países y para los gobiernos respectivos.  Según cifras del Centro de Estudios Monetarios de América Latina, CEMLA, en 2015 América Latina y el Caribe recibió 65,6 miles de millones de dólares por la vía de remesas, y esa cantidad subió a 69.5 mil millones de dólares en el año 2016.
En La América del Sur, Colombia es el principal receptor de remesas alcanzando la cifra de 4.635 millones de dólares en el año 2015.  Le sigue Perú, con 2.725 millones de dólares. Después viene Brasil, con 2.459 millones de dólares.
En Centroamérica, el proceso de recepción de remesas es más intenso aún.  Guatemala figura recibiendo 6.285 millones de dólares, seguido de El Salvador que recibe 4.270 millones de dólares.
Sin embargo, el gran receptor es México, por la alta cantidad de mexicano que residen en Estados Unidos, que recibió en 2015 24.792 millones de dólares.
A ninguno de los gobernantes de esos países se le pasaría por la cabeza poner dificultades a la recepción de esas remesas.
Por razones humanitarias y por razones de buena economía esas remesas deberían preservarse y promoverse. Prohibirlas o reprimirlas atenta contra la generosidad intra familiar - que no se rompe con las distancias - y ayuda a contraer más aun las alicaídas arcas estatales.
Pero pretender que esas modestas cantidades de dinero que llegan gota a gota desde el exterior se cambien dentro del territorio nacional a tasas fijadas por el Estado, y a través de los canales que el Gobierno determine, es burlarse de los que envían y de los que reciben. Es no comprender, además, que esas remesas tarde o temprano ayudan a la economía nacional, por la vía de bajar o contener el precio de la divisa y/o por la vía de aportar ingresos a sectores nacionales que mucho lo necesitan, lo cual contribuye a aliviar, al menos en parte, la presión social que necesariamente se vuelca sobre el gobierno.


LA REVALUACIÓN DEL DÓLAR


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 16 de mayo del 2018)

La economía no es tan compleja como el gran público supone y como algunos economistas intentan hacer creer. Veamos, en los términos más simples posibles, el problema actual de los flujos internacionales de divisas y el precio del dólar, por lo menos en el ámbito latinoamericano. 
Las tasas de interés en Estados Unidos han subido y/o amenazan con tener aumentos en el transcurso del año. Los bonos de la reserva federal están pagando una tasa cercana al 1.5 %, lo cual es el piso para todo el resto del sistema financiero norteamericano e incluso mundial. Pero que sea el piso - es decir, la tasa más baja a la cual se pueden colocar fondos en el sistema financiero - implica que todo el resto de las colocaciones posibles ofrecen tasas más altas. Eso hace que muchos capitales que andan por el mundo en busca de colocaciones rentables miren y viren crecientemente hacia los Estados Unidos y hacia las diferentes opciones que ofrece el sistema bancario y/o financiero de dicho país.
Que los capitales, sobre todo los de corto plazo, busquen el mercado norteamericano implica que abandonan a los países llamados emergentes - los países en desarrollo pero con mercados financieros y bursátiles relativamente ordenados - generando en estos últimos una menor oferta de dólares en el mercado local. En otras palabras, hay una cierta salida de capitales desde los países emergentes hacia Estados Unidos. Eso trae como consecuencia que el dólar se hace más escaso en los países de salida, y por lo tanto más caro. Se generan fuerzas que apuntan hacia la devaluación de la moneda local de esos países, o lo que es lo mismo, hacia la revaluación del dólar.
Si se revalúa el dólar - en México o en Chile, en Colombia o en Brasil, y sobre tdo en Argentina – para nombrar los países en que este fenómeno se ha presentado con mayor fuerza en el transcurso de mayo -  hay varias consecuencias en las economías locales. Por un lado, se benefician los tenedores de dólares, públicos o privados:  bancos privados, bancos centrales, algunas empresas, y también ciudadanos que tuvieron la precaución de ahorrar en dólares. En líneas generales se benefician todos los que tienen activos en dólares, incluida en esta categoría las deudas por cobrar. Se perjudican los consumidores y los importadores, que tienen que sacrificar una cantidad mayor de sus activos e ingresos en moneda local para poder adquirir un dólar, o adquirir los bienes que se adquieren con dólares. También se perjudican los que tienen deudas nominadas en dólares. Los exportadores, por otro lado, se benefician, pues reciben una cantidad mayor de moneda local por cada dólar que consiguen por la vía de sus ventas internacionales. 
El alza de la tasa de interés norteamericana no es la única razón por la cual se produce la revaluación del dólar en los países emergentes. Hay elementos locales que ayudan o que empujan en la misma dirección, tales como el déficit fiscal o el déficit comercial. También hay elementos contrarrestantes, que ayudan a que los elementos externos no golpeen a la economía local con mucha fuerza, tajes como el volumen de reservas que se hallan acumulado en el Banco Central, y que puedan ser utilizadas como colchón de ajuste frente a la salida de capitales privados, o la capacidad de endeudamiento que tenga el país. La suma y las restas de todos estos elementos determinará si el país entra en crisis o si se capea la situación con seguridad y elegancia. En alguna medida, eso es lo que ha estado pasando en el último mes en muchos países de nuestra América Latina.

miércoles, 9 de mayo de 2018

RECONVERSION MONETARIA: GRAN COSOTA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 9 de mayo de 2018)

La reconversión monetaria consiste, en lo sustantivo, en quitarle tres ceros a la actual estructura monetaria. O dicho en otras palabras, lo que antes valía mil bolívares fuertes, ahora tendrá un valor de un bolívar soberano.
Esta medida ya estaba, en la práctica, en vigencia -de hecho, aun cuando no de derecho -  pues la mayoría de los consumidores y de los comerciantes, enfrentados a los precios de mercado, preferían hablar de un valor de 350, en vez de decir 350 mil. O de mil, en vez de un millón. Y así. Ya todos entendían, y se ahorraban palabras que enredaban las cosas más que aclararlas.
Esta medida tiene algunas cosas buenas. Desde el punto de vista contable ayuda a que las máquinas y los hombres puedan simplificar los números que deben registrar. Trabajar con 6, 8 o 10 dígitos es una cuestión complicada desde el punto de vista de los registros contables, que muchas veces no están adaptados para trabajar con tantos dígitos. Hasta allí las cosas positivas.
Pero, desde el punto de vista monetario hay cuestiones más importantes de las cuales preocuparse. La primera y más importante es la hiperinflación. La reconversión monetaria no tiene nada que ver con una política antiinflacionaria. Mas aun, pone de relieve que se carece de una política de esa naturaleza. Tiene, sin embargo, mucho que ver con la inflación que ha tenido lugar en los últimos años en el país. Hace pocos años, nació el bolívar fuerte - que a su vez equivalía a 1.000 de los bolívares sin apellido - y ahora nace el bolívar soberano - que equivale a 1.000 bolívares fuertes. Entonces, desde un nacimiento al otro ha tenido lugar una inflación de 100 mil %, -repetimos: cien mil por ciento- en el supuesto de que el bolívar fuerte haya tenido, en su momento inicial, un poder adquisitivo cercano a lo que se puede comprar hoy en día con el bolívar soberano, es decir casi nada. Téngase en cuenta que un café pequeño tiene un valor cercano a los 150 mil bolívares fuertes, dependiendo de donde lo compre, y ahora tendrá un valor de 150 bolívares soberanos.
Se han cambiado los nombres, se ha cambiado la forma de medir los precios, pero no hay nada en esa reconversión monetaria que permita pensar que se está en presencia de una política de control de la inflación.
El segundo gran problema monetario que existe hoy en día en el país es que el valor total de todos los billetes y monedas que circulan en la economía nacional es un porcentaje muy bajo del valor de todos los bienes y servicios que se transan habitualmente. Más aun, este último valor aumenta día a día, mientras que el monto del efectivo monetario se mantiene estancado, o no crece a la misma velocidad. De allí el extraño fenómeno que se ha generado en este país de que los billetes, habiéndose convertido en un bien escaso, tienen un precio en el mercado superior su valor nominal o facial. Hay, por lo tanto, que imprimir y echar a circular una cantidad mayor de efectivo – billetes y monedas – que mantenga una proporción más adecuada con los bienes de servicios que se transan en el mercado nacional. Y la mera reconversión monetaria no asegura que se cumpla ese propósito. Es posible que la reconversión implique en su primer momento la presencia de nuevos billetes y monedas, que tengan a su vez más valor nominal, pero la inflación, que no parece detenerse, volverá nuevamente escasos esos nuevos billetes, igual como volvió escasos los billetes que estaban nominados en bolívares fuertes.