(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 18 de abril
de 2018)
Cuando
muchos chilenos - en la década del 70 - nos vimos obligados a salir de nuestro
país por persecución política y/o por falta de oportunidades laborales
encontramos en Venezuela manos amigas que nos abrieron las puertas de su país y
que nos brindaron la oportunidad de rehacer nuestras vidas. Sabemos, por lo
tanto, por experiencia propia, de lo estamos hablando cuando nos referimos a
los dolores y las alegrías de vivir en un país distinto a aquel donde nacimos y
donde pasamos los hermosos años de nuestra juventud. Sabemos también que
tenemos con Venezuela y con su pueblo una deuda personal y nacional que jamás
podrá ser íntegramente pagada. Estamos no solo agradecidos de Venezuela sino
que podemos decir, sin que nos quede nada por dentro, que la queremos
entrañablemente.
Por ello,
queremos compartir, en forma quizás desordenada e incompleta, algunas
reflexiones, que nacen de nuestra experiencia, y que les pueden ser útiles a
los miles de venezolanos que hoy se encuentran en Chile.
En primer
lugar, acepten que viven ahora en un país diferente, que tiene otras costumbres
y tradiciones. Que no es, en la mayoría de los aspectos, mejor ni peor. Pero es
diferente. No vivan comparando. Si viven comparando lo que dejaron atrás – que
siempre será para ustedes parte de lo hermoso y de lo querido - con el mundo que ahora los rodea, siempre
esté último saldrá mal parado, y se les desatará una tendencia natural a vivir
en resistencia frente al medio. Eso tendrá necesariamente consecuencias negativas. Por un lado, eso
generará anticuerpos contra ustedes en el medio local, pues parecerá que no
encuentran nada bueno en el país que los ha acogido. Además, si tienen hijos
pequeños, estos captarán esa actitud de los padres, la harán suya, y los
conducirá a no gozar como corresponde de los hermosos años de la infancia y de
la adolescencia.
Traten de
valorar las cosas buenas que tiene Chile, que no son pocas, y gócenlas. Sus
paisajes; ciertas actitudes solidarias de la gente, sobre todo de la más
modesta; sus comidas; sus instituciones. Incorporen todo o parte de aquello a
vuestro inventario de cosas buenas que la vida les ha ofrecido y expresen de
alguna forma percibible el placer de ello les provoca.
No renieguen
de Venezuela. Síganla queriendo por siempre. Su música, sus comidas, sus
tradiciones, sus alegrías, sus formas de procesar el amor o el dolor. Incorporen todo aquello en un mix con las
cosas buenas del medio local y sean expresión de una nueva cultura que unifique
y no que divida a nuestros pueblos.
Traten de
ser buenos en lo que hacen. Háganlo bien. Háganlo con cariño. Háganlo con los
mayores niveles de excelencia posibles. El medio local les abrirá
posibilidades, pero para que estas última se conviertan en realidades, se
necesita una actitud muy activa por parte de ustedes. En última instancia,
están más solos y con menos apoyos familiares y relacionales que en Venezuela
y, por lo tanto, el camino puede llegar a serles más pesado.
Apóyense los
unos a los otros. La solidaridad nacional no es una mala cosa. Les ayudará,
sobre todo inicialmente, a sobrevivir, no solo por su significación en lo
material o laboral, sino por todo lo que dice relación con el sobrellevar las
rupturas que implica el amor por lo que dejaron atrás y la inseguridad de lo
que tienen por delante.
Les deseo
que les vaya bien. Que les vaya tan bien, o mejor, que lo que nos fue a los
chilenos que llegamos a Venezuela en momentos dolorosos para nuestro país. Les
deseo que rehagan sus vidas, sus familias, su actividad laboral. Que se
incorporen a la sociedad chilena, con vuestro sello y vuestra alegría.
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