(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 30 de julio
de 2017)
Ojalá no
pase, pero puede que pase y puede que no pase. La cosa no es segura hasta que
pasa, así como en el futbol el partido no termina hasta que termina. Pero si
llegara a darse la fulana Asamblea Constituyente, es dable suponer que se
darían dos cosas: una dictadura tropical y atrabiliaria en el corto plazo, y
una refundación completa de la república en el mediano plazo.
Si la AC se instala,
se acaban todos los poderes constituidos con anterioridad, incluido el Poder
Ejecutivo, con Maduro a la cabeza. No hay desde ese momento más poder que la AC.
Todos los otros poderes nacionales, regionales o municipales pasan a ser poderes
delegados, es decir, solo pueden hacer y decir lo que la AC les permita. Puede
incluso destituirlos y borrarlos del mapa institucional del país, sin más trámite.
La AC no se instala para redactar una nueva constitución. Esa es una de sus funciones,
pero no la única. Se instala, en lo inmediato, para constituir o reconstituir el
país, como si se partiera de cero, y como si el país fuera una plastilina con
el cual se puede hacer lo que se quiera, sin importar su historia ni nada de lo
que se ha construido hasta este momento.
Y tal como
se concibió esa Asamblea, habrá allí una sola fuerza o partido dominante, y el
que domine al partido dominante, se convertirá en el dominador de la Asamblea y
en el dominador de país. Y no es difícil suponer quien será – o quien aspira a
ser – ese personaje dominante de la Asamblea y del país. No será un personaje
querido por el pueblo, pero será el personaje más temido y más poderoso del
país. Dios nos pille a todos confesados cuando eso suceda, incluido al propio
Presidente Maduro que quedará en alta medida pintado en la pared.
Y después de
ese período alegre y frívolo en que harán lo que quieran -y darán rienda suelta
a sus odios y sus locuras - tendrán que redactar una nueva carta magna. Podrán
hacer allí lo que se les ocurra. Desde instaurar una monarquía, o una presidencia
vitalicia, o un partido único, o unas fuerzas armadas encargadas de tutelar la
democracia, o una sociedad corporativa, o la supresión de la propiedad privada
y de la ley de gravedad. Pueden decidir sobre todo. Hasta sobre el arroz con
leche.
Y nadie
piense que eso se puede revertir en el referéndum final en que se apruebe o se rechace
la nueva constitución, pues esa votación sería igual o peor que la que daría origen
actualmente a los constituyentistas, es decir, una votación hecha a la medida
del PSUV. Tampoco se puede nadie consolar con que después vienen las elecciones
de gobernadores y de alcaldes y allí los barrimos. No. Esas elecciones se harán
con las nuevas reglas del juego que apruebe la AC, en las cuales quedará
claramente establecido que el 20% gana y el 80 % pierde.