jueves, 29 de junio de 2017

¿PODRÁ LAZARO RESUCITAR?


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en l edición impresa de TAL CUAL el día 29 de junio de 2017)

Todos sabemos que los dólares provenientes de la venta internacional de petróleo no están fluyendo hacia la economía venezolana en la cuantía en que lo hacían en años anteriores. Ello, como consecuencia de la caída de la producción, de la carencia de inversión, de la falta de mantenimiento, del endeudamiento de la empresa petrolera, del aumento de la nómina fuera de todo raciocinio, de la asociación con empresas que no aportan tecnología ni capital, por la comercialización a lo amigo y por el cobro cuando se pueda. También por la baja de los precios internacionales del petróleo.
El oro- proveniente de las reservas internacionales del BCV- tampoco se puede seguir vendiendo para sacarle las patas del barro al gobierno. Ese oro se acaba, y si no se acaba, se reduce a niveles peligrosos. No se trata de un recurso renovable.
La posibilidad de endeudarse es casi nula, pues la tasa riesgo país es sumamente alta - más del 20 % - pues el sistema financiero internacional no tiene confianza en las locuras económicas que aquí se llevan adelante.
La inversión extranjera tampoco llega, pues no hay normas claras al respecto, sobre todo en materia cambiaria, en lo concerniente a la repatriación de utilidades y de capitales y en lo relativo a los tribunales en los cuales resolver eventuales conflictos
La posibilidad de exportar mercancías distintas al oro y al petróleo tampoco se visualiza como una salida de corto plazo, pues no hay políticas de promoción de exportaciones, no hay divisas para importar insumos y materias primas, ni existe una tasa de cambio que permita las rentabilidades requeridas para hacer posible el proceso exportador.
Por lo tanto, no hay políticas serias que permitan decir que se construye una economía que no descanse en el rentismo petrolero. En el fondo de las cosas se sigue poniendo la esperanza en que el precio internacional del petróleo repunte en el mercado internacional y saque al gobierno actual de sus apuros. Desgraciadamente para el gobierno y para el país, el precio del petróleo no da señales de que vaya a repuntar. Los esfuerzos de la Opep - con recortes de producción y con acuerdos con los países `productores no Opep - no han dado los resultados esperados. La Opep ha perdido, al parecer, la capacidad de influir en forma decisoria en el mercado petrolero, y a este fluye en forma creciente el petróleo extraído por medio de las técnicas de fraking, especialmente proveniente de Estados Unidos. La demanda de China, a su vez, no es suficiente en esta oportunidad para mantener altos los precios.
Por lo tanto, el rentismo petrolero yace agonizante en su lecho de muerte, por causas internas y externas, pero no se hace nada para buscarle reemplazante. La única política es esperar que resucite.


domingo, 25 de junio de 2017

LA DESTRUCCION DE UN PAIS


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 22 de junio de 2017)


El caso Venezuela será analizado en algunos años más – si no está analizado desde ya - en las principales universidades y academias del mundo, como un caso increíble y gigantesco de destrucción de un país.
En América Latina hemos conocido de todo: dictaduras tropicales que concebían al país como un feudo para ser gozado y saqueado;  dictaduras militares que se creían salvadoras de la patria; dictaduras civiles que no eran sino representantes de oligarquías locales que querían conservar sus intereses; tecnocracias autoritarias que se creían portadoras de fórmulas mágicas para solucionar cualquier problema social; gobiernos ineptos conformados por civiles o militares que no sabían ni lograban aprender el arte de gobernar; gobiernos mesiánicos que creían que la patria empezaba nuevamente con  ellos en el gobierno; caudillos de vieja estirpe que confundían el servilismo agrario, que conocían, con el apoyo ciudadano, que necesitaban. Pero ninguno de estos estereotipos se propuso nunca destruir el país en que vivían, pues con eso se les acababa el negocio o el propósito de su gestión.
Pero el caso venezolano es único. Aquí enfrentamos el propósito expreso o tácito no solo de acabar con la república y con sus instituciones, sino el deseo de acabar también con su economía y hasta con sus habitantes.
En materia económica se habla del fin del rentismo petrolero, pero ello implica no solo la baja del precio del petróleo en el mercado internacional, sino también la baja de la cantidades producidas y exportadas, por carencia de exploración, por carencia de mantenimiento, por mal manejo técnico, por multiplicar por dos o por tres la plantilla de trabajadores, por usar la industria como caja chica o grande para financiar cualquier cosa que no se podía financiar directamente por la vía del presupuesto nacional, por buscar socios en el proceso productivo que no tienen nada que ofrecer y por una comercialización que privilegia las amistades políticas e ideológicas antes que los buenos socios comerciales. Por todo ello han acabado con la industria petrolera – que era el riñón de la economía venezolana-  y con la renta correspondiente.
Con la agricultura han acabado por varias vías: por un lado, con las expropiaciones masivas de fundos productivos, reemplazados posteriormente por la nada misma. Por otro lado, con las importaciones de productos alimenticios con lo cual la producción local perdía cualquier grado de protección o de incentivo. Y, en tercer lugar, con las políticas de fijación de precios, con lo cual impedían las legítimas ganancias de los eventuales productores. Con todo ello, la producción de la agricultura nacional no hace sino disminuir.
Con el sector industrial manufacturero el mecanismo de destrucción ha sido también la importación masiva y la fijación de precios, pero con otro agravante que es la no asignación de dólares para importación de insumos y materias prima, con lo cual la producción resulta imposible. Con esa política en la industria manufacturera no solo disminuye la producción y la capacidad utilizada de cada empresa, sino que disminuye la cantidad misma de empresas existentes en el conjunto del país.
Las industrias llamadas básicas, tales como el hierro, el acero y el aluminio, se han destruido por cuotas altísimas de ineficiencia y de populismo, lo cual es un coctel que hace bajar la producción y aumenta los costos de nómina.
Lo único que se ha salvado son las operaciones comerciales ligadas al exterior, siempre y cuando tengan acceso a los dólares asignados centralizadamente a través de criterios manifiestamente poco transparentes.
Pero lo más grave es que han destruido las instituciones democráticas, fundamentalmente al parlamento, que en condiciones normales se constituye en una barrera para impedir el imperio de locuras - por decir lo mínimo - en materia de políticas económicas.






viernes, 23 de junio de 2017

LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 22 de junio del 2017)
  
La política y la economía no son dos esferas independientes en el seno de una sociedad. Aun cuando hay ciertos grados de autonomía, ambas, en última instancia, marchan tomadas de la mano, y la una y la otra no pueden caminar en direcciones muy opuestas. El caso venezolano lo demuestra con claridad.
Aquí se ponen en práctica locuras económicas que ya no se aplican, no se estudian ni se pregonan en ninguna parte del mundo: realizar expropiaciones masivas de fundos y empresas para condenarlas posteriormente a la ruina y al abandono;  acabar con una industria petrolera bien administrada y que era una fuente de importantes ingresos al país; gastar, durante más de una década los ingresos por concepto de exportaciones en alegres importaciones masivas y baratas; generar dos o tres mercados cambiarios que actúan en forma simultánea, con  asignaciones altamente centralizadas; implementar  controles generalizados de precios; ahuyentar a los inversionistas extranjeros; poner trabas y controles a las exportaciones no tradicionales. Cada una de esas medidas es portadora de caos, y todas juntas conducen a una gigantesca y dramática destrucción de un país.
Pero nada de ello podría haberse llevado a cabo sin haber introducido - en forma previa o por lo menos paralela - cambios radicales en las instituciones políticas del país. Un parlamento, funcionando en forma relativamente normal, con representación plural de las mayorías y las minorías políticas, y con responsabilidades en la generación de leyes y en el control del ejecutivo, no habría sido jamás compatible con la perpetración de las locuras que se han llevado a cabo en la economía venezolana.
La inmensa mayoría de las medidas de política económica que se han aprobado e implementado en el país solo han podido hacerlo en la medida que el parlamento no existe, o ha sido castrado en sus responsabilidades, o se le han cercenado una parte de sus atribuciones al entregar poderes legislativos extraordinarios y absolutos -  por la vía de tortuosos procedimientos institucionales - al ejecutivo o a otros órganos del Estado a los cuales no les corresponden atribuciones legislativas.
En democracia el gobierno está, por lo general, limitado en su capacidad de protagonizar locuras, robos, corrupciones y negociados, pues existe un grado importante de control en su accionar por parte de los otros poderes del estado, de la prensa libre y de los partidos de oposición que tienen canales institucionales abiertos como para intentar desplazar al gobierno de turno. Esos mecanismos algunas veces fallan, desde luego, pero incluso esas fallas se detectan y se corrigen rápidamente. En ausencia de democracia, en cambio, el poder y la impunidad absoluta llevan a locuras absolutas y sostenidas.    

domingo, 18 de junio de 2017

RECORD MUNDIAL


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 15 de Junio de 2017)

En Banco Mundial acaba de hacer públicos sus pronósticos sobre lo que será el comportamiento de la economía mundial, regional y de cada país, durante el presente año. La ciencia económica no ha perfeccionado todavía sus técnicas o sus teorías como para poder hacer pronósticos certeros sobre lo que será la situación económica de un país en un futuro cercano o lejano. Siempre esas reflexiones están rodeadas de un alto grado de incertidumbre y de riesgo, pues el comportamiento humano no es todavía enteramente predecible. Pero, aun así, las visiones sobre el futuro ponen de manifiesto lo que es más probable que suceda a partir de la situación presente.
En las estadísticas publicadas por el Banco Mundial Venezuela figura con un decrecimiento de 7.7 % en su PIB durante el presente año, con relación al nivel alcanzado durante el año 2016. Lo malo de todo este asunto es que en el 2016 ya hubo un bajón de 12.2 % con relación al nivel que el PIB había presentado en el 2015. Y en el 2015, el PIB fue un 8.2 % más bajo que el que caracterizó al año 2014. Y para no hacer el cuento demasiado largo, cabe recordar que en el 2014 el PIB bajó en un 3.9 % con relación al 2013.
En síntesis, el nivel del PIB durante el año 2017 se visualiza que terminará siendo un 28.4 % más bajo que el PIB del año 2013. En otras palabras, si la menor producción y el menor ingreso se repartieran equitativamente entre toda la población, eso querría decir que, en el 2017, cada venezolano sería aproximadamente un 30 % más pobre que en el 2013.
Esta es una obra gigantesca de destrucción de un país. No hay, hoy en día, otro país sobre la faz del planeta que pueda exhibir un proceso tan inmenso de destrucción y de retroceso. Incluso los países petroleros - de este continente o de otros - han hecho inversiones financieras y productivas que les permiten sobrellevar la crisis actual. Ninguno ha sufrido las penurias de Venezuela, ni en América Latina, ni en el Medio Oriente. El único país petrolero que ha retrocedido en forma sistemática durante cuatro años es Venezuela.
No se trata de la caída del precio del petróleo. No se trata de una maldición divina ni de un castigo de los dioses. No se trata de una guerra. No se trata de una invasión. No de trata de una catástrofe natural. Se trata de pésimas políticas económicas. Se trata de corrupción. Se trata de una ineficiencia supina. Se trata de una incapacidad para tomar decisiones por parte de los equipos gubernamentales. De trata del equilibrio y de la inercia entre los diferentes grupos que se reparten hoy en día el aparato del estado. Se trata de la falta de democracia como generadora de retraso económico. Todo ello es lo que nos lleva a batir todos los records mundiales en materia de pésimos resultados económicos.

miércoles, 14 de junio de 2017

PURA PERDIDA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS, el día 14 de junio de 2017)

El Banco Mundial dio a conocer recientemente sus pronósticos para el año 2017, en los cuales Venezuela aparece retrocediendo en este año, en materia de PIB, en un 7.7 % con relación al año anterior. Desgraciadamente, esa cifra, que en sí misma es mala, es peor todavía si se considera que en el 2016 ya habíamos retrocedido en un 12.2 % con relación al 2015, y en este último año se había retrocedido, a su vez, en un 8.2 % con respecto al 2014, y en el 2014 el PIB había caido en un 3,9 % con relación al 2013. Si se saca la resultante de todas esas cifras se llega a que a fines de este año estaremos en una situación en términos de producción y de ingresos que es un 28,4 % menor que la que Venezuela exhibía en el año 2013.
¿Cómo ha sido posible esta gigantesca obra de destrucción y de retroceso productivo de un país? No se trata del retroceso de los precios del petróleo, que es la explicación favorita del gobierno. Ninguno del resto de los países petroleros existentes en el planeta presenta una situación tan desastrosa como la venezolana. No es culpa del petróleo, ni de un desastre natural, ni de invasión, ni de una guerra, ni de una maldición de los dioses. Es culpa de las decisiones que se toman en materia de política económica y de la forma en que se llevan adelante. También es consecuencia de la falta de democracia. El tener todo el poder - y poder hacer, por lo tanto, cualquier locura - es una fuente inmensa de errores y desaciertos. En democracia, con un parlamento plural que legisle y que controle al ejecutivo, y con una prensa libre - aun con un gobierno chavista - jamás se habría llegado a la calamitosa situación presente.
Las decisiones de política económica que presiden el funcionamiento de Venezuela son intrínsecamente malas. Así lo demuestra la propia experiencia venezolana y la experiencia también de cualquier país que haya implementado políticas semejantes.
Nos referimos fundamentalmente a la política cambiaria, con tasas múltiples y con asignación centralizada de las divisas; a la política petrolera, que en un país como el nuestro, debería haber sido sumamente cuidadosa y  sin embargo, se convirtió a la empresa petrolera en una agencia de contratación y en la fuente de fondos para financiar en forma rápida y generosa todo lo que el Estado no podía financiar directamente;  a la política de inserción en los mercados internacionales contemporáneos, que  ha sido también ruinosa, pues no se han buscado nuevos mercados para las mercancías no petroleras que Venezuela está en condiciones de producir, sino que se ha privilegiado una política comercial y diplomática de carácter política e ideológica que no le deja nada a la estructura productiva del país. Las divisas que proporcionaba la industria petrolera, en su mejor momento, no se usaron para potenciar la capacidad productiva del país, sino para un alegre programa de importaciones.
Ninguna de esas políticas ha incentivado la producción nacional, pero cada una de ellas ha generado focos de poder que son muy difíciles de desmontar hoy en día por el propio gobierno que los creó. El equilibrio de poder entre todos ellos se traduce en la inercia y la incapacidad de tomar decisiones por parte de un gobierno que se hunde con la piedra que lleva amarrada al cuello: las políticas económicas que no puede abandonar.

jueves, 8 de junio de 2017

COMPARACIONES ODIOSAS


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 8 de Junio de 2017)


Ecuador acaba de llevar adelante una colocación de bonos soberanos por un monto de 2 mil millones de dólares, la mitad de los cuales se colocó a 6 años plazo a una tasa de 8.75% y la otra mitad a un plazo de 10 años y a una tasa de 9.625 %.
Venezuela acaba de hacer una colocación de bonos por 2.800 millones de dólares, con la firma Goldman Sachs, con un descuento de 69 %, lo cual le permitió, en el mejor de los casos recaudar - según noticias todavía incompletas y confusas -algo así como 865 millones de dólares.
Ecuador exhibe una tasa riesgo país de 658 puntos, lo cual es la segunda más alta de toda la América del Sur. Sin embargo, una tasa de ese nivel todavía cae dentro de lo que un país medianamente ordenado puede asumir en materia de crédito internacional. Venezuela presenta la tasa de riesgo país más alta de toda América Latina, y probablemente del mundo, con 2.189 puntos - al 26 de mayo de este año - lo cual es una tasa imposible de asumir por cualquier país, excepto en situaciones de desespero extraordinariamente altas.
Ecuador y Venezuela se vieron en los últimos años enfrentados a la baja en los precios internacionales del petróleo, lo cual implicó, para ambos, una caída en sus niveles de exportaciones y de ingresos fiscales. Pero Ecuador reaccionó imponiendo sobretasas arancelarias a muchos productos importados, básicamente de consumo, lo cual le permitió reducir sus importaciones e incrementar la recaudación tributaria, pero manteniendo un mercado cambiario único, libre y transparente. Todo ello, además, dentro de la legalidad de los convenios y acuerdos comerciales vigentes a nivel internacional. Venezuela, en cambio, fortaleció el control cambiario, los muchos mercados de divisas y la asignación poco transparente de dólares baratos a diferentes sectores económicos. Ecuador ha ganado con ello tiempo para hacer los ajustes necesarios en sus finanzas públicas, y poder proceder ahora a desmantelar las sobretasas arancelarias. Venezuela, en cambio no ha hecho otra cosa que correr la arruga, e incrementar los desajustes y desequilibrios en las finanzas externas e internas.
Ecuador ha llevado adelante unas elecciones presidenciales que aun cuando tensas y pasionales, gozaron de la observación internacional y de la legitimación de la comunidad internacional de naciones. En otras palabras, se trata de políticos y de políticas que, en los momentos que corresponden, no temen someterse al juicio y al escrutinio de la opinión pública nacional, por medio de elecciones universales, directas y secretas. La diferencia con Venezuela en este campo es demasiado obvia como para gastar tinta en caracterizarla.

jueves, 1 de junio de 2017

POR LA BOCA MUERE EL PEZ


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en l edición impresa de TAL CUAL el día 1 de junio de 2017)

Un dirigente gubernamental de alto rango hizo recientemente unas declaraciones sorprendentes. Dijo que “entre los años 2006 y 2012 Venezuela se dedicó a importar, sin producir”. Esa frase merece algunos comentarios.
En primer lugar, es importante recordar quien gobernaba este país durante los años mencionados en la frase que comentamos. Esa política de alegres importaciones, sin prestar la debida atención a la producción nacional, fue llevada adelante por el extinto Presidente Hugo Chávez Frías. Ni más ni menos. Así que las críticas a esa política de comercio exterior se convierten directa y derechamente en una crítica al Comandante Supremo.
Pero también es necesario reflexionar sobre cómo se hizo posible esa política. Muy sencillo. Manteniendo barato el dólar. Con un dólar artificialmente barato y abundante era posible importar de todo, con lo cual de hecho se hacía difícil la competencia para el productor nacional. Se amasaron así grandes fortunas ligadas al comercio exterior, pues la asignación de las divisas -aun cuando abundantes - se hacía no a través del mercado, sino a través de las decisiones de las instancias gubernamentales. Pero resulta que esa política de antaño – que parece que no resultó conveniente para los intereses del país - se mantiene en sus líneas generales. Ya no hay dólares abundantes, pero siguen los dólares baratos, con el agravante de que son baratos solo para los bendecidos que logran acceso a ellos por medio de sus amistades o sus militancias. No es cierto, por lo tanto, que no se produjera nada: se produjo una cantidad muy interesante de nuevos ricos, que no en pequeña medida han contribuido a cambiar la ética, la visión y la política del equipo gobernante.
Esa política de importar mucho y producir poco solo es posible en la medida que el petróleo genere un chorro de renta que alimente toda esa maquinaria, y/o que existan agentes en el mercado financiero internacional que estén dispuestos a prestar fondos al gobierno que lleva adelante esa política. Ambas cosas se complementan y ambas estuvieron presentes en la Venezuela del 2006 al 2012. Mucho dólar y mucho crédito externo. Es decir, se trataba de un gobierno que exacerbaba la condición rentista del país y que miraba con poca simpatía la existencia de producción interna. Hoy en día no se es más rentista no solo porque los precios internacionales del petróleo no lo permiten, sino porque la ineficiencia - por decir lo menos - de la industria petrolera, ha conducido a niveles ínfimos el aporte de ésta al erario nacional. Pero, como no se hubieron políticas de incentivo a la producción nacional en los tiempos de alta renta, ahora no tenemos ni renta, ni reservas internacionales, ni producción, pero sí una cantidad importante de deudas externas que hay que pagar.