(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 5 de mayo
de 2016)
En noviembre
del año 1988 se realizó en Chile un plebiscito para definir si Pinochet continuaba
en el poder por 8 años más, o si se realizaban al año siguiente elecciones presidenciales
con varios candidatos. No era técnicamente un revocatorio, pero en la práctica
funcionaba como tal: definía no solo la permanencia de Pinochet en el poder,
sino la existencia misma de la dictadura y del sistema de negación de
libertades que se había instaurado en el país,
La oposición
democrática -agrupada en la Concertación de Partidos por el No - tuvo que
vencer una primera dificultad: convencer a la población de que se inscribiera en
los registros electorales, que habían sido destruidos 15 años antes por el propio
Pinochet. El gobierno inscribió en forma rápida y expedita a todos los militares,
los funcionarios públicos y a sus adherentes de todo tipo. Desplegaron para
ello todos los recursos y las facilidades propias de uso abusivo del poder. Los
adherentes de la oposición tenían que ir
personalmente a las oficinas del registro electoral, perdiendo para ello un
tiempo laboral que no estaba generalmente disponible. Pero más que tiempo, se
necesitaba fe y esperanza en una determinada opción política. Confiar en que
una dictadura como esa era posible que
fuera derrotada en las urnas. Los técnicos
electorales del NO habían visualizado que si se inscribía una gran masa de chilenos, superando un
determinado umbral – que si no recuerdo mal era de 7 millones de chilenos - era
posible ganar. Por ello, día a día se publicaban o se hacían circular de boca
en boca los datos sobre la cantidad de inscritos que se habían logrado hasta el
día anterior. La batalla por la inscripción
se ganó. Se superó la meta de inscritos
y se pasó a la campaña electoral propiamente tal-.
El acceso a
los medios de comunicación por parte de la oposición democrática era muy escaso
en materia de prensa escrita y nulo en materia de televisión. Pinochet dominaba
y utilizaba intensamente todos los medios de prensa, radio y televisión. Se
logró que la normativa electoral concediera 15 minutos diarios por televisión a
la alternativa NO, pero a las 12 de la noche de cada día. Esos 15 minutos se convirtieron
en los momentos de mayor rating de la televisión chilena. Todo el país estaba pendiente, cada día, de
los spots del NO, que eran de alto impacto y de alta calidad técnica y
política. La ciudadanía pudo ver nuevamente las caras de sus dirigentes
históricos y pudo escuchar con todas sus letras los mensajes y las
verdades que estos le trasmitían al
pueblo de Chile. Al día siguiente, esos
mensajes eran el tema de conversación obligado en todos los buses, calles y
círculos laborales y sociales. Se ganó
la batalla mediática y comunicacional. Quince minutos diarios fueron
suficientes.
Los recursos
económicos no eran muchos como para hacer mítines, imprimir afiches, o pancartas, o desplegar otros instrumentos propagandísticos
propios de las campañas políticas. Además el miedo seguía presente. Se seguía en
dictadura. Por ello se hizo un solo mitin en Santiago, que no dejó a nadie en
sus casas. Se demostró fuerza de calle. Se mostró fuerza de masas. La gente
pudo reencontrarse en la calle, con amigos y camaradas, bajo las mismas
consignas y las mismas esperanzas. La oposición democrática recuperó las calles.
Una nueva gran batalla que se ganaba.
En el día
mismo de la votación habían dos aspectos de los cuales había que preocuparse
con particular atención, pues en ellos se podía perder todo lo que se había
ganado en los momentos anteriores. Por un
lado había que tener apoderados o delegados en todas y cada una de las
mesas de votación del país. Eso se logró
plenamente. No hubo una sola mesa de votación que quedara desatendida. La
ciudadanía asumió sin miedo esa tarea, pues ya se habían ganado todas las
batallas anteriores, incluida la batalla contra el miedo. En segundo lugar,
había que tener la capacidad técnica de acopiar y centralizar la información que fluyera de los escrutinios
mesa por mesa, de modo de tener casi en
tiempo real los resultados globales a disposición de la alta dirigencia de la
Concertación de Partidos por el NO. Eso se logró también plenamente. Los centros de acopio funcionaron,
con eficiencia y con las necesarias medidas de
clandestinidad y seguridad, pues se temía que un asalto a esos focos,
dejara incomunicada a toda la Concertación.
Finalmente,
fue importantísima la presencia internacional.
Miles de periodistas y cientos de observadores políticos - coordinados
por el ex presidente del Gobierno español Adolfo Suarez - estaban atentos a cada circunstancia que pudiera
alterar la normalidad de esa tensa noche. Cuando Pinochet quiso patear la mesa,
pasadas ya las 12 de la noche, los resultados reales los tenía la oposición
democrática, los tenían todos los observadores internacionales, la opinión pública
internacional e incluso los tenían los propios militares. No se pudo, aun
cuando no les faltaron ganas. Ganó la
alternativa del No frente a la opción de
continuidad dictatorial. Gano la democracia. Fue posible. Sigue siendo
posible.
sergio-arancibia.blogspot.com
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