(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 11 de
Noviembre de 2015)
Venezuela
retiró recientemente 467 millones de dólares de sus activos en el Fondo
Monetario Internacional. En el transcurso del presente año, es tercera vez que Venezuela
hace retiros de esta naturaleza. Paralelamente el BCV ha retrasado - sin plazo
de solución cercano - las remesas que muchos venezolanos venían
haciendo a sus familiares – hijos, padres - que se encuentran en el exterior.
También se ha sabido que hay intentos de la Cancillería para obligar a las representaciones
diplomáticas acreditadas en Venezuela a que hagan más operaciones de cambio en
el mercado formal – para cubrir sus gastos de funcionamiento - para efectos de que
el BCV pueda recaudar unos pocos dólares más.
Las importaciones de todo tipo de bienes se retrasan y se reducen todo
lo posible, lo cual genera desabastecimiento de repuestos, medicinas, etc. Hay
informaciones no confirmadas de que el BCV se ha visto en la necesidad de
vender en el transcurso del año algunas partidas de oro, para poder salvar algunas coyunturas de pagos. Las exportaciones
no petroleras, por otro lado, que tenían a
Colombia como un mercado de alta significación, se han visto bloqueadas
en su fluir terrestre, además, de que las dificultades de todo tipo en las aduanas
marítimas siguen como en su mejor momento.
Todo ello
pone en evidencia que el Banco Central se encuentra en una situación muy crítica en lo que respecta a la tenencia
de reservas internacionales. Revela también que lo poco o lo mucho de tiene de
esos activos lo han comprometido en importaciones lo más masivas y vistosas posibles
para dar buena impresión en los días que quedan antes de la elección parlamentaria.
Después, que Dios nos pille confesados. No hay nada que permita visualizar que durante
el año 2016 las cosas en el mercado internacional se arreglarán milagrosamente
en favor de Venezuela, como ha sucedido en otros momentos de la historia. Los
precios del petróleo no parecen estar en vías de fortalecerse. Más aun, todos
los agites diplomáticos que ha protagonizado Venezuela en los últimos meses
para que la OPEP haga algo en materia de precios, se han estrellado contra la
negativa de los países más importantes en el mercado petrolero mundial a una
política de contención de la oferta. La posibilidad de endeudarse es muy
remota, pues los créditos que antaño fluyeron en forma abundante y barata hacia
los países en desarrollo, hoy en día se han frenado o incluso han empezado a
fluir hacia los países desarrollados. Los créditos chinos - que son los únicos con
que parece contar el Gobierno - no gozan de mucha transparencia, y no se sabe,
por lo tanto, como, cuando ni para que se pueden utilizar. Además, aun en la
hipótesis de que los créditos en el mercado financiero internacional estuvieran
disponibles, las tasas de interés que se le cobrarían a Venezuela son
absolutamente prohibitivas. Son tasas superiores al 20% anual, pues el riesgo país que se le atribuye
a Venezuela es muy alto, lo cual refleja que la comunidad económica y financiera
internacional no tiene confianza ni en los activos que tiene el país para responder
a sus créditos, ni tiene confianza en la capacidad de sus gobernantes como para
tomar las decisiones económicas cónsonas con la situación de crisis que se
observa por todos lados.
¿Qué hacer
en una situación de esta naturaleza? La solución no puede ser no hacer nada. Ni
los más fanáticos neoliberales - que creen dogmáticamente que el mercado soluciona
todos los problemas - se quedarían de brazos cruzados frente a la situación presente.
El controlar todo, como pretende el Gobierno
-que ya controla el mercado de
divisas, el comercio exterior, los precios internos de todas las mercancías, el
mercado del trabajo y hasta la movilización de mercancías de un punto a otro del territorio – no parece ser la
solución, tanto porque en la práctica no controla todo lo que quiere contralar,
como porque genera un proceso masivo de informalización de la producción y del
comercio, que tiende a fluir por donde puede.
La discusión
del Presupuesto para el año 2016 fue una oportunidad que el Gobierno desaprovechó,
en la cual se podría haber analizado y consensuado con seriedad el cómo utilizar
los pocos recursos con que cuenta el Gobierno y el país. Elaborar - con el
mayor consenso posible entre las fuerzas sociales, políticas y económicas del país
- un presupuesto de divisas, que permita que cada sector productivo,
tanto del sector público como privado, sepa las divisas con que se puede contar
a lo largo de un año o de un semestre, podría ser una medida de utilidad, pero
ello implica terminar con la arbitrariedad
y con la falta de transparencia en la asignación de divisas. Obligaría
también a sincerar la cantidad de divisas que el Estado venezolano tiene, tanto
en las arcas del BCV, como en depósitos en el exterior. Los subsidios, que son
perfectamente lícitos tanto como herramienta de fomento productivo, como para
efectos sociales y distributivos, tienen que discutirse, sincerarse y canalizarse
hacia los sectores que realmente se desean proteger o potenciar. Paralelamente,
hay que dejar que los que puedan producir produzcan, dentro de los límites que
impone la disponibilidad de divisas, pero sin agregarles problemas adicionales
por la vía de la política económica. Aun cuando no se puede confiar demasiado
en los montos de inversión extranjera, que se han reducido en todo el planeta,
hay que tratar de captar de esos capitales tanto como se pueda, lo cual pasa
también por reformas políticas que den confianza a nivel internacional. La sensación de caos en
materia económica tiene consecuencias acumulativas y sobrepasa muchas veces sus
reales dimensiones. Pero la sensatez, en el caso de que comience a manifestarse
y a percibirse, también tiene efectos acumulativos y expansivos. Ojala se
imponga esta última.
sergio-arancibia.blogspot.com
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