(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 23 de julio
de 2014.)
Al
Presidente de Ecuador Rafael Correa no le gustan para nada los Tratados de
Libre Comercio que son parte constitutiva del
entramado normativo del comercio internacional contemporáneo. Por ello, seguirá
hasta el final de sus días diciendo que el acuerdo al cual llegó en la semana
pasada Ecuador con la Unión Europea no es un TLC. Y no le falta razón al
Presidente ecuatoriano pues el termino
TLC se suele utilizar para designar lo que en el campo de las
negociaciones internacionales se conocen como acuerdos de última generación, en
los cuales no se negocian solo los aranceles y la liberación del comercio, sino
también que un conjunto de cuestiones normativas, tales como las patentes las
compras gubernamentales, los requisitos técnicos y sanitarios, las salvaguardias,
las normas antidumping, etc. Pero llámese como se llame, lo importante es que
Ecuador ha llegado a un acuerdo comercial
con la Unión Europea, que permitirá que una cantidad importante de bienes agrícolas
y no agrícolas procedentes del país latinoamericano entren sin pago de aranceles
en ese mercado de 500 millones de habitantes conformado por los 28 países que
integran hoy en día la Unión Europea. La contrapartida de esta situación es que
los productos europeos que no hayan sido objeto de clausulas específicas de
excepción entrarán sin arancel en el mercado
ecuatoriano.
Habían dos
circunstancias que hacían que Ecuador tuviera urgencia en cerrar un tratado de
esta naturaleza. Por un lado, el hecho de que en diciembre de este año se
terminan las preferencias arancelarias que la Unión Europea ha otorgado en
forma unilateral a una cantidad importante de mercancías ecuatorianas. Perder esas preferencias hubiera significado que las mercancías ecuatorianas
se hubieran encarecido y hubieran perdido presencia en el mercado europeo. La segunda circunstancia es el hecho de que
sus vecinos Colombia y Perú tienen sendos Tratados de Libre Comercio con la
Unión Europea, y si Ecuador no hacia algo parecido –con el nombre que fuera- se
abría la posibilidad de que muchos productos ecuatorianos perdieran competitividad
en Europa ante la ventaja que ya habían
pactado sus vecinos. Ya esa situación se hacía particularmente visible en el mercado
del banano, producto particularmente sensible para Ecuador, que venía perdiendo
mercado en forma sistemática en Europa en los últimos tres años. En 2001 las
exportaciones totales de banano por parte de Ecuador fueron de 110 millones de
cajas, cantidad que bajó a 85 millones de cajas en 2012, y continuó su baja,
aun cuando a un ritmo menor, en el 2013.
Con el
acuerdo alcanzado la Unión Europea se compromete a mantener las preferencias arancelarias
actualmente vigentes, hasta que entre en plena vigencia el acuerdo comercial
propiamente tal.
Con esta
negociación ecuatoriana, que posiblemente entre en vigencia a mediados del 2016,
ya toda la costa del Pacifico de la América del Sur tendrá libre comercio con
la Unión Europea. Es posible que el Mercosur-aun cuando sin Venezuela en este
caso particular, y sin mucho entusiasmo por parte de Argentina - llegue en algún momento cercano a un acuerdo de la misma naturaleza, culminando negociaciones que se extienden
durante varios años.
sergio-arancibia.blogspot.com
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