(Articulo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 26 de Junio de 2013)
En Venezuela está sucediendo un fenómeno bastante singular. Mientras menos dólares existen en el mercado local, más dolarizada se encuentra la economía nacional.
En las cátedras de economía se suele enseñar que el dinero tiene la función, en cualquier sociedad, de servir de unidad de cuenta, de medio de cambio y de depósito de valor. Cuando esas funciones comienzan a deteriorarse, se deteriora el carácter de dinero que tiene la unidad monetaria correspondiente.
En la economía venezolana hay una inmensa cantidad de productos – a mi juicio un porcentaje mayoritario de las mercancías que aquí se transan- que usan como unidad de cuenta el dólar. Su precio se define en primer lugar en dólares, y luego se traduce en moneda local. Y esa traducción se hace al tipo de cambio más elevado del que se tenga conocimiento en un momento determinado, en la economía y la sociedad venezolana, independientemente del precio real al cual lo pueda adquirir cada agente que participa en esas transacciones. Es decir, se usa el bolivar como medio final de cambio, aun cuando se está utilizando al dólar como unidad de cuenta.
Sin perjuicio de ello, en muchas operaciones de compra y venta se ahorran el proceso de traducir en bolívares, y la operación se contabiliza y se realiza directamente en dólares contantes y sonantes. Como se consigue cada uno los dólares es un problema particular. Si alguien no puede conseguirlo, queda fuera de ese mercado. Así de simple. Es decir, el dólar se utiliza plenamente, en esos casos, como unidad de cuenta, como medio de cambio y como depósito de valor.
Pero también el dólar se utiliza crecientemente como depósito de valor, aun cuando esté desvinculado de las operaciones comerciales que se realizan en la cotidianidad ciudadana. Se busca que el ahorro y/o la riqueza asuman la forma de dólares, como mecanismo de conservación de su valor a mediano o largo plazo. Eso es así por cuanto el ahorrar en bolívares - o el usar esa unidad monetaria como mecanismo de conservación del valor de los activos que se poseen - parece como una locura cuando existe una inflación superior al 25 % anual, que se come día a día el valor de esos activos. En esas circunstancias inflacionarias el bolívar no aparece como un buen mecanismo de conservación del valor ni como una buena unidad de cuenta. Escasamente se le usa como un mecanismo de cambio del cual es bueno deshacerse tan rápido como se pueda.
Además, en la medida en que los dólares se convirtieron en escasos, por obra y gracia de los milagros de la revolución - siendo que nunca antes en la historia de Venezuela habían sido tan abundantes como en los últimos años - su precio se eleva en forma sistemática, y por lo tanto, no sólo es un buen deposito de valor, sino que es también un buen mecanismo para acrecentar los valores o los poderes que compra que se poseen. En épocas pasadas, cuando se disponía de mucha moneda local, una forma de conservar su valor era comprar bienes raíces – departamentos o tierras urbanas o rurales- cuestión que ahora no es fácil realizar, pues su valor esta dolarizado y/o porque la protección que impera sobre la propiedad de esos activos es cada vez más débil en el contexto de la legalidad revolucionaria.
En Venezuela los dólares se concentran inicialmente en manos del Gobierno, de PdVSA y/o del Banco Central, todo lo cual se puede simplificar diciendo sencillamente que se concentran en manos del Gobierno. En una economía altamente dolarizada manejar el 90% o más de los dólares da un poder extraordinario al gobierno de turno. Mucho más poder, incluso, mientras más alto sea el precio que la ciudadanía está dispuesta a pagar por cada dólar. Poder para redistribuir la riqueza entre amigos y militantes. Poder para permitir o negar la dolarización de los activos en bolívares. Poder para crear o hundir a burguesías afines o contrarias. Poder para asignar o negar favores. Poder para comprar amigos. Poder, en definitiva, para mejorar la economía y la moral del país o para hundirlas en abismos insondables desde los cuales es difícil salir.
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