(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 3 de mayo 2013.)
El aro - además de ser un metal demandado como tal para joyas y algunas otras utilizaciones industriales – tiene la peculiar característica de ser considerado un activo financiero. Más aun, es el único activo financiero que tiene la extraña peculiaridad de ser activo de quien lo posee, pero no ser pasivo de nadie. En esa medida, muchos bancos centrales y otras organizaciones financieras internacionales mantiene parte importante de sus reservas internacionales bajo de forma de oro. Su oferta a nivel internacional está dada fundamentalmente por la nueva producción originada anualmente por la minería del oro, y en parte, por la desacumulación de reservas que realizan los bancos centrales. El precio del oro, se determina más por la oferta y demanda que éste metal tiene internacionalmente como activo financiero, que por sus usos propiamente industriales. Como sucede con cualquier activo financiero que tiene un valor fluctuante en el mercado internacional, sus propietarios pueden tener pérdidas o ganancias. Cuando el valor del oro sube, aquellos países o instituciones que tienen altas reservas en dicho metal, reciben una sustanciosa ganancia. Pero cuando el precio del oro baja se generan pérdidas que son consecuencia de una mala apuesta, o del mal olfato, que se utilizó al decidir cuánto de la reservas internacionales se mantienen en oro y cuánto en otros activos financieros internacionales.
Hoy en día el precio del oro está en una fase decreciente. Las últimas cifras muestran que su precio estaba, en la semana pasada, en 1402 dólares por onza troy, en circunstancias que hace un año atrás estaba en 1646 dólares por onza troy y hace dos años atrás en 1692 dólares por onza troy. El dólar en cambio, ha subido su cotización en los mercados financieros internacionales. Ambas cosas no son fenómenos independientes sino que están estrechamente relacionados. Si la gente cree que el dólar se va a depreciar - por la razón que sea - se desprende de los dólares y se refugia en el oro, y el precio del oro sube. Pero si el precio del dólar -medido en las otras monedas que fungen internacionalmente como monedas de reserva - se fortalece, entonces los agentes económicos y financieros internacionales vuelven a apostar a la tenencia de dólares, y se desprenden de parte del oro, y está mercancía baja su precio en los mercados internacionales.
El Banco Central de Venezuela exhibe, en relación al oro, dos características importantes: primero, es uno de los tenedores de oro más importantes del mundo, por lo menos en relación a su tamaño económico. Está en el lugar número 15 a nivel internacional en lo que se refiere sus reservas en oro. Tiene más oro en sus reservas que Inglaterra, Brasil o Argentina, para poner sólo algunos ejemplos. La segunda característica es que el porcentaje de sus reservas constituido por el oro es extraordinariamente alto. Según las últimas cifras publicadas por el BCV más del 70 % de las reservas están constituidas por oro. En esas circunstancias, una situación en el mercado internacional del oro como la que estamos atravesando actualmente, significa un fuerte daño patrimonial para las reservas internacionales del Banco Central de Venezuela. Para prever este tipo de situaciones, que son intrínsecas a la variabilidad o volatilidad de los precios en los mercados internacionales, todos los países optan por tener sus reservas distribuidas entre varios activos financieros diferentes, de modo que si uno sube, otros bajan, y los valores del país no suben caídas violentas. Pero el BCV no ha actuado en los últimos años con ese sano criterio. Ha asumido la errónea teoría de que el oro es el activo más sólido y más confiable existente en el mundo, lo cual se ha demostrado que es un error casi infantil.
VISION IDEOLÓGICA
También, en alguna medida, ha pesado en la decisión del BCV la visión ideológica de que el imperio norteamericano está a punto de rodar por los suelos y ubicarse en el basurero de la historia, y por lo tanto, tener reservas en dólares es un pésimo negocio, además que una forma indirecta de sostener al imperio, cosa que las generaciones futuras le cobrarían indignadas a Venezuela y a su BCV. Locuras de esta naturaleza, realizadas en el Gobierno anterior, cuando las divisas eran abundantes, no tenían consecuencias demasiado trágicas. Pero ahora, cuando las divisas se han convertido milagrosamente en escasas, seguir con la misma política comienza ya a tener consecuencias francamente dramáticas.
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