martes, 22 de enero de 2013

EL COMERCIO INTERNACIONAL Y LA LIBRE COMPETENCIA.


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 21 DE Enero 2012.)


La teoría económica es generosa en argumentos que tienden a demostrar que si en un determinado mercado existe competencia perfecta, entonces se obtiene allí una situación caracterizada por el máximo nivel de producción, el mínimo nivel de precios y el máximo nivel de satisfacción del productor y del consumidor. Esa situación de competencia perfecta se define – siempre en ese ámbito puro y hermoso de la teoría- como una situación en la cual ningún productor ni ningún consumidor tiene poder suficiente como para definir precios en el mercado y, además, el mercado es perfectamente transparente,  existe plena libertad de entrada y de salida al mismo y los factores productivos pueden trasladarse libremente hacia la actividad donde su satisfacción sea máxima.
La presencia de monopolio o de oligopolio es una de las circunstancias en las cuales el mercado se aleja de esa situación de óptimo. Allí el productor tiene la posibilidad de definir precios y niveles de producción que son diferentes a los que existirían en condiciones de libre competencia, y que implican menor satisfacción de los consumidores pero mayores ganancias para el empresario.
Cuando eso sucede, el Gobierno, en defensa del interés general, puede intervenir en ese mercado desplegando una serie de instrumentos y/o de políticas económicas que tienden a  acercar esa situación a la situación de óptimo.  Puede, por ejemplo, imponer un control de precios que fuerce al monopolio a bajar el precio y/o a aumentar la producción. Puede también imponer mecanismos tributarios que impliquen que el Gobierno expropie las rentas o las ganancias extraordinarias o monopólicas de las cuales se apropia inicialmente la empresa en condiciones no competitivas.
Sin embargo, cuando la falta de competencia se da en el plano internacional, es decir, cuando en ese nivel de mercado existe una sola empresa proveedora de un bien o de un servicio – o incluso cuando las empresas proveedoras son pocas -  las posibilidades de ponerle coto a sus ganancias extraordinarias y abusivas por la vía de los instrumentos de la política económica convencional son más difíciles o casi imposibles. 
En el mercado internacional contemporáneo se han generalizado las normas, los acuerdos y los compromisos tendientes a imponer que los gobiernos se abstengan de intervenir en los mercados. Se generaliza la desregulación y la reducción de los aranceles y de los mecanismos proteccionistas no arancelarios. Se tiende a homologar el concepto de libre competencia con el concepto – intrínsecamente diferente- de no interferencia del gobierno. Pero ese mercado internacional está en alta medida caracterizado por la presencia de empresas monopólicas u oligopólicas, que manipulan sus precios y sus  niveles de producción para efectos de maximizar sus ganancias. Frente a ese tipo de empresas la capacidad de intervención de los gobiernos no es la misma que cuando esas empresas actúan sólo en el ámbito nacional. En el mercado internacional los gobiernos no actúan como entes reguladores del mercado, sino que actúan por  lo general como meros consumidores. No tienen capacidad de controlar precios, sino solo pueden tomar decisiones sobre si comprar o no. Los precios se fijan en un ámbito internacional, en el cual los gobiernos realmente existentes tienen muy poca capacidad de incidir. De hecho, no existen instancias internacionales que tengan capacidad de velar por el imperio de la libre competencia. En materia de tributación los gobiernos nacionales mantienen cierta capacidad de imponer aranceles  e impuestos, pero las empresas trasnacionales - por la vía de dividir sus procesos productivos entre muchos países diferentes - logran colocar o disimular sus ganancias allí donde los impuestos sean los más bajos. También la práctica internacional conducente a otorgar “trato nacional” a las empresa trasnacionales, limita la capacidad de los estados de gravar con impuestos especiales a la rentas monopólicas.  
Frente a esta situación, no hay soluciones fáciles, y ni la estridencia ni la soledad son buenas consejeras. El tener un comercio lo más activo y abierto posible con todos los países del mundo, y la convocatoria al capital extranjero para que se radique en nuestros países son cuestiones que hay que seguir estimulando, pues significan aportes a nuestro desarrollo. Pero, al mismo tiempo, hay que luchar a nivel de la Organización Mundial de Comercio y/o a nivel de los grandes acuerdos regionales de integración para ir incrementando la capacidad internacional de controlar o limitar la acción de los monopolios, y de ir abriéndole paso a acuerdos económicos y políticos que modifiquen total o parcialmente la situación descrita.

1 comentario:

  1. Este tema es muy interesante. La verdad es que no estoy de acuerdo con que internacionalmente los gobiernos se limitan a ser simples consumidores. Los gobiernos sí que pueden actuar en defensa de los intereses de los consumidores incluso en una economía globalizada como la de hoy en día.

    El perfecto ejemplo de ello es la Comisión de la Competencia de la Unión Europea. Esta comisión tiene poderes para multar a cualquier empresa a la que considere que incurre en "abuso de posición dominante" o las prácticas que tengan por objetivo o consecuencia la "colusión", es decir, empresas con alta concentración de cuota de mercado que se ponen de acuerdo para fijar precio y cantidad de monopolio. Este organismo comunitario de los europeos tiene un poder comparable a la Federal Trade Comission de los Estados Unidos, puesto que no solamente regula cuestiones sobre prácticas monopólicas sino también evita cualquier práctica que tenga como fin o consecuencia disminuir el comercio entre los Estados europeos, obligando así a las empresas comportarse como entidades competidoras y no como monopolistas. Esto evidencia que, si no es posible alcanzar acuerdos en la Organización Mundial del Comercio, los mecanismos de integración regional no solo son igual de válidos para atajar este problema sino que incluso puede que esto sea más eficiente que una institución global que le diera las mismas reglas a países con distintas instituciones.

    Es cierto que la competencia perfecta es una utopía, pero también es cierto que gracias a la integración del mercado global y los mecanismos de integración regional, las empresas se han visto forzadas a ser competitivas, a hacer un mejor trabajo por un menor (o igual) precio y a pelearse por el capital humano mundial. Por ello, si bien falta todavía para llegar a una situación de competencia perfecta, estamos mucho más cerca que ayer.

    Saludos.

    ResponderEliminar