(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 9 de Noviembre de 2012.)
Hace pocos días atrás el Presidente de la República, Hugo Chávez, manifestó su deseo de que en un futuro cercano Venezuela pudiera estar exportando celulares y computadoras al resto de los países de América del Sur. Se trata, indudablemente, de una aspiración encomiable. Este planteamiento permite reflexionar sobre las características y las tendencias del comercio intrarregional, que por lo demás es un tema interesantísimo para todos los ciudadanos del país, sobre todo en estos momentos en que el comercio con el Mercosur comienza a aparecer en el horizonte no ya como una mera discusión teórica, sino como una realidad muy concreta que nos viene encima.
América del Sur y el Caribe es la macro región del planeta que tiene menor grado de integración comercial interna, si se exceptúa África. La América del Norte, conformada por México, Estados Unidos y Canadá, exhibe una situación en la cual el 49 % aproximadamente de sus exportaciones totales son exportaciones intrarregionales, es decir, de compras y ventas entre esos tres países que integran esa región. El caso de Europa es más claro aun: allí más del 70 % de las exportaciones totales de los países que se sitúan en esa macro región del planeta se canalizan hacia otro país de la misma región. Y en toda la inmensa Asia – con países como Japón, China, India, Indonesia, Filipinas, Corea del Sur, etc., el comercio intrarregional alcanza también cifras superiores al 52 %.
La América del Sur y el Caribe, en cambio, sólo tiene un comercio intrarregional que alcanza hoy en día al 26 % de sus exportaciones. El grueso de nuestras exportaciones se canaliza hacia países de fuera de la región y, desde luego, el grueso de las importaciones provienen también de países extra regionales. ¿Por qué esta situación? ¿No nos han quedado claras las ventajas del comercio intrarregional, después de décadas de discursos integracionistas?
CALIDAD
Los países de la región compran indudablemente celulares y computadoras en el mercado internacional. ¿A quién se los compran? Muy simple: se los compran a aquellos países que exhiban las mejores condiciones de calidad y de precios. Es muy difícil convencer a los importadores y los consumidores de un país cualquiera de la región que compren celulares o computadoras de mala calidad o de precio poco competitivo, por el mero hecho de que esas mercancías provienen de un país amigo, chévere y simpático localizado en nuestro mismo continente. Lo más que podrían hacer los gobiernos de los países eventualmente compradores es eliminar los aranceles a los productos provenientes de los países de la región, de modo de que alcancen por esa vía una cierta ventaja competitiva. Pero si aun así el producto no compite en precios ni en calidad, se quedara desgraciadamente fuera del mercado, y se le comprarán esos bienes a cualquiera de los países que han ganado una posición ventajosa y favorable en el mercado internacional correspondiente.
Pretender que un país amigo cierre su mercado a los productos de buena calidad provenientes de otros continentes, para comprar los productos de menor calidad o de mayor precio provenientes de la región, es seguir soñando con la industrialización sustitutiva de importaciones, que ya tuvo sus 15 minutos de gloria en la América del Sur hace unos cuantos años atrás.
Pretender que la buena voluntad y el amiguismo pueden presidir el comercio internacional – tal como de alguna manera se espera que suceda en el seno del ALBA- es no entender nada de cómo funciona la economía y el comercio internacional contemporáneo. Algunas operaciones de esa naturaleza se pueden hacer eventualmente por razones políticas, pero no pueden ser la base de la inserción internacional de ningún país.
PRECIOS
Por lo tanto la clave del éxito no radica en el discurso integracionista ni en la buena voluntad de los países amigos, sino en la calidad y en los precios de los productos con que seamos capaces de incursionar en el mercado internacional. Ojala podamos prontamente estar exportando celulares a toda la América y al mundo, pero para ello se necesitan políticas de promoción de exportaciones que incentiven la innovación, la productividad y la competitividad, sin lo cual todo lo demás – sobre todo los discursos integracionistas – quedarán, una vez más, en el mero campo de las buenas intenciones.
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