(Articulo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 12 de Noviembre del 2012.)
Las noticias del cable trajeran hace pocos días atrás la información de que la empresa brasileña Copersucar- la mayor de Brasil en producción de azúcar y de etanol - había establecido una alianza estratégica con la empresa norteamericana Eco Energy , para efectos de comercializar de conjunto en el plano internacional el etanol que cada una de ellas produce en su respectivo país. En conjunto ambas empresas exhibirán una capacidad productiva de 10 mil millones de litros de etanol, lo cual representará el 12 % de la oferta mundial. Se tratará, indudablemente, de la mayor empresa en este rubro a nivel internacional.
Aun cuando las fusiones y adquisiciones son materia corriente en el campo de las grandes compañías que actúan en el ámbito internacional, esta noticia que comentamos merece unas cuantas reflexiones complementarias.
En primer lugar, la alianza entre Copersucar y Eco Energy pone de relieve el desarrollo - ya prácticamente imparable e irreversible - que tiene la producción de etanol a partir de material biológico, básicamente partir de la caña de azúcar. Durante muchos años este tipo de proceso productivo ha estado cuestionado por algunos sectores políticos e intelectuales que ´postulan que la tierra debe servir para producir alimentos y no para producir combustibles. Quienes asumen este punto de vista plantean que la producción de etanol por medio de la caña de azúcar hace disminuir la producción mundial de alimentos e incrementa, por lo tanto, los problemas de hambre que azotan a grandes sectores de la población mundial. Frente a ello, se levantan los que postulan que el incremento de la demanda que pesa sobre la producción agropecuaria, con el consiguiente incremento de los precios y/o de la producción, eleva los ingresos de los campesinos y de los agricultores e incrementa el bienestar general de los países donde se lleva adelante este proceso.
En segundo lugar, la asociación empresarial que comentamos muestra como los países en desarrollo, en este caso Brasil, buscan alianzas con las empresas trasnacionales que puedan aportarle acceso a mercados, tecnologías o capital, o varias de estas cosas al mismo tiempo. Fusiones de esta naturaleza parecen ser de mutua conveniencia para las dos empresas y para los dos países, y sólo por razones absolutamente ideológicas se podría visualizar este proceso como una alianza abyecta entre los intereses nacionales y el gran capital imperialista.
Es dable suponer que gracias a esta alianza estratégica la empresa Copersucar ampliará su área de cultivo, aumentará el empleo y probablemente los salarios, incrementará la producción que genera en sus 48 plantas propias al interior de Brasil y en sus 50 plantas asociadas, así como las ventas que realiza en el mercado internacional, y elevará por esa vía las exportaciones y las divisas que Brasil necesita. De paso, elevará los tributos que aporta al gobierno central y a los gobiernos estadales de dicho país.
Esta asociación pone de relieve también lo que ha sido una constante en la política de Brasil a través de las últimas décadas y de los diferentes gobiernos: la estrecha comunidad de intereses y de apoyos recíprocos entre el gran capital nacional, el capital trasnacional y el Gobierno. Esta alianza de hecho, aun cuando no se plasma en documentos ni en instituciones formales, ha sido la base sobre la cual se ha levantado el poderío y la proyección internacional de Brasil y está claro que ninguna de las partes está interesada en ponerle fin. En este caso concreto, el etanol ha podido desarrollarse gracias a las políticas llevadas adelante por el gobierno nacional en términos de potenciar la investigación y la innovación tecnológica correspondiente, y de imponer la presencia del etanol en el combustible que utilizan corrientemente los vehículos automotores en el conjunto del país, y desde luego, en permitir y no obstaculizar, las grandes plantaciones de caña de azúcar que son necesarias para los procesos de comentamos.
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