miércoles, 13 de junio de 2018

CRISIS PETROLERA, POLÍTICA Y MORAL


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en el periódico digital CORRIENTE ALTERNA el día 11 de junio del 2018)

La situación que exhibe hoy en día Pdvsa - que se encuentra altamente endeudada y produciendo menos de 1 millón y medio de barriles diarios - pone de relieve varios otros aspectos de la situación nacional que han llevado al estado actual en que se encuentra la principal empresa exportadora del país. No queremos en este artículo analizar las consecuencias de la crisis petrolera - que son dramáticas - sino incursionar en sus causas.
En la actividad petrolera solo impera una empresa productiva, Pdvsa. No hay, por lo tanto, allí empresarios privados que puedan haber conspirado - con siniestros propósitos-  para no invertir y para hacer bajar artificialmente la producción, con el objetivo de perjudicar por esa vía al gobierno nacional. No. Allí todo lo bueno y lo malo que pueda haber sucedido es consecuencia del accionar del Gobierno, de su Ministerio de Petróleo y de la alta gerencia de la misma PDVSA, todos los cuales son rojos-rojitos. Toda la responsabilidad política y operativa es íntegramente de ellos.
La política de poner a Pdvsa como caja chica del gobierno, que la obligaba a asumir gastos sociales de todo tipo a lo largo del territorio nacional, demostró que termina por agotar las finanzas y la capacidad gerencial de una empresa que nació por y para producir petróleo y no para construir plazas ni para pintar escuelas. Se concibió a la empresa petrolera como una vaca lechera que se podía ordeñar sin descanso alguno, incluso sin proporcionarle alimento ni reposo. Esa concepción pasaba, entre otras cosas, por suponer que no se necesitaban de inversiones ni de mantenimiento alguno, pues la posibilidad de extraer petróleo era un regalo de los dioses que siempre iba a estar disponible.
La política de asociación con empresas extranjeras que llevó adelante el gobierno  - que siempre es una expresión de las modalidades que se quieren implementar en cuanto a inserción en las cadenas y los circuitos tecnológicos, financieros y comerciales del mundo globalizado de hoy en día -  demostró ser un rotundo fracaso. Se rompió con empresas extranjeras que estaban empujando la producción petrolera nacional hacía arriba, para sustituirlas por otras asociaciones realizadas sin estudios, condiciones, ni licitaciones previas y que no se tradujeron en más y mejores inversiones, ni en mayor producción, ni en incremento de las exportaciones.
La política de más que duplicar la nómina de la empresa petrolera, presidida por el clientelismo político, generó baja de la productividad y convirtió a la industria petrolera en un elefante pesado y adiposo. Además, esa política de contrataciones corre a parejas con la política de olímpico desprecio a todo lo que huela a meritocracia. El principio rector era que no se necesita de conocimiento ni de experiencia previa en la industria petrolera para ser parte de la gerencia media o alta. Solo se necesita lealtad política. Toda esa concepción demostró que conduce también a un rotundo fracaso. Pero ese mismo principio se emplea, desgraciadamente, en toda la administración pública y en todas las empresas estatales. 
Muchos elementos de esa gerencia media y alta de la empresa petrolera concibieron su nominación en tales cargos como un regalo personal que les permitiría enriquecerse en forma rápida, por la vía de cobrar comisiones a contratistas y proveedores, y gozar sin freno de todos los beneficios que ofrecía ser parte de una empresa grande y rica. Asumieron sus cargos por y para enriquecerse, sin ninguna vocación ni formación de servicio público. Por la vía de encarcelar y/o perseguir judicialmente a varias decenas de ex altos funcionarios de la empresa petrolera, se ha puesto de manifiesto hoy en día el ambiente moral que presidía esa actividad.
La caída de la producción no es, por lo tanto, ni un castigo de los dioses ni una mala jugada de la naturaleza. Es la consecuencia de una política miope que suponía que la renta petrolera iba a durar toda la vida, y de una actitud inmoral de muchos ejecutivos, que suponían que esa riqueza era suficientemente grande como para robarle una tajada sin que nadie lo notara ni lo lamentara. Basado en esas ideas se llevó adelante una política sectaria y clientelista de contrataciones, pues la industria no estaba al servicio del país, sino de los amigos y militantes. En la selección de la plana gerencial se despreció la calificación profesional. No se invirtió, ni se reparó, ni se hizo mantenimiento a la infraestructura productiva. Se rompieron los lazos con las empresas extranjeras que podían aportas capitales y tecnologías. Se concibió a la empresa petrolera como una piñata que había que reventar cuanto antes. Por todo eso, y mucho más, Pdvsa está como está. Pero lo más terrible de toda esta situación es que gruesa parte del aparato del Estado se maneja con los mismos criterios. Por eso el país está como está. 

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