(Artículo de Sergio Arancibia
publicado en el periódico digital CORRIENTE ALTERNA el día 11 de junio del
2018)
La situación que exhibe hoy
en día Pdvsa - que se encuentra altamente endeudada y produciendo menos de 1
millón y medio de barriles diarios - pone de relieve varios otros aspectos de
la situación nacional que han llevado al estado actual en que se encuentra la
principal empresa exportadora del país. No queremos en este artículo analizar
las consecuencias de la crisis petrolera - que son dramáticas - sino
incursionar en sus causas.
En la actividad petrolera
solo impera una empresa productiva, Pdvsa. No hay, por lo tanto, allí
empresarios privados que puedan haber conspirado - con siniestros
propósitos- para no invertir y para
hacer bajar artificialmente la producción, con el objetivo de perjudicar por
esa vía al gobierno nacional. No. Allí todo lo bueno y lo malo que pueda haber
sucedido es consecuencia del accionar del Gobierno, de su Ministerio de
Petróleo y de la alta gerencia de la misma PDVSA, todos los cuales son
rojos-rojitos. Toda la responsabilidad política y operativa es íntegramente de
ellos.
La política de poner a Pdvsa
como caja chica del gobierno, que la obligaba a asumir gastos sociales de todo
tipo a lo largo del territorio nacional, demostró que termina por agotar las
finanzas y la capacidad gerencial de una empresa que nació por y para producir
petróleo y no para construir plazas ni para pintar escuelas. Se concibió a la
empresa petrolera como una vaca lechera que se podía ordeñar sin descanso
alguno, incluso sin proporcionarle alimento ni reposo. Esa concepción pasaba,
entre otras cosas, por suponer que no se necesitaban de inversiones ni de
mantenimiento alguno, pues la posibilidad de extraer petróleo era un regalo de
los dioses que siempre iba a estar disponible.
La política de asociación con
empresas extranjeras que llevó adelante el gobierno - que siempre es una expresión de las
modalidades que se quieren implementar en cuanto a inserción en las cadenas y
los circuitos tecnológicos, financieros y comerciales del mundo globalizado de
hoy en día - demostró ser un rotundo
fracaso. Se rompió con empresas extranjeras que estaban empujando la producción
petrolera nacional hacía arriba, para sustituirlas por otras asociaciones
realizadas sin estudios, condiciones, ni licitaciones previas y que no se
tradujeron en más y mejores inversiones, ni en mayor producción, ni en incremento
de las exportaciones.
La política de más que
duplicar la nómina de la empresa petrolera, presidida por el clientelismo
político, generó baja de la productividad y convirtió a la industria petrolera
en un elefante pesado y adiposo. Además, esa política de contrataciones corre a
parejas con la política de olímpico desprecio a todo lo que huela a
meritocracia. El principio rector era que no se necesita de conocimiento ni de
experiencia previa en la industria petrolera para ser parte de la gerencia
media o alta. Solo se necesita lealtad política. Toda esa concepción demostró
que conduce también a un rotundo fracaso. Pero ese mismo principio se emplea,
desgraciadamente, en toda la administración pública y en todas las empresas
estatales.
Muchos elementos de esa
gerencia media y alta de la empresa petrolera concibieron su nominación en
tales cargos como un regalo personal que les permitiría enriquecerse en forma
rápida, por la vía de cobrar comisiones a contratistas y proveedores, y gozar
sin freno de todos los beneficios que ofrecía ser parte de una empresa grande y
rica. Asumieron sus cargos por y para enriquecerse, sin ninguna vocación ni
formación de servicio público. Por la vía de encarcelar y/o perseguir
judicialmente a varias decenas de ex altos funcionarios de la empresa
petrolera, se ha puesto de manifiesto hoy en día el ambiente moral que presidía
esa actividad.
La caída de la producción no
es, por lo tanto, ni un castigo de los dioses ni una mala jugada de la
naturaleza. Es la consecuencia de una política miope que suponía que la renta
petrolera iba a durar toda la vida, y de una actitud inmoral de muchos
ejecutivos, que suponían que esa riqueza era suficientemente grande como para
robarle una tajada sin que nadie lo notara ni lo lamentara. Basado en esas
ideas se llevó adelante una política sectaria y clientelista de contrataciones,
pues la industria no estaba al servicio del país, sino de los amigos y
militantes. En la selección de la plana gerencial se despreció la calificación
profesional. No se invirtió, ni se reparó, ni se hizo mantenimiento a la
infraestructura productiva. Se rompieron los lazos con las empresas extranjeras
que podían aportas capitales y tecnologías. Se concibió a la empresa petrolera
como una piñata que había que reventar cuanto antes. Por todo eso, y mucho más,
Pdvsa está como está. Pero lo más terrible de toda esta situación es que gruesa
parte del aparato del Estado se maneja con los mismos criterios. Por eso el
país está como está.
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