viernes, 2 de marzo de 2018

PRODUCCION Y CAPACIDAD PRODUCTIVA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMIA Y NEGOCIOS el día 2 de febrero de 2018)

 Es ya un hecho suficientemente conocido el que en Venezuela la producción, medida por el PIB, ha decrecido en forma sostenida durante 4 años consecutivos, lo cual arroja la increíble realidad de que en el año 2017 el PIB fue aproximadamente un 40 % más bajo que en el año 2013. 
¿Qué ha pasado con las fábricas y demás instalaciones que hacían posible esos mayores niveles de producción de antaño? ¿Están las fábricas cerradas, pero intactas, a la espera de que la actividad productiva vuelva a reactivarse? ¿Están las tierras a la espera de las semillas vuelvan a caer en los surcos? ¿Están los tractores en sus galpones, esperando que los pongan nuevamente en marcha, para salir a roturar los campos? ¿Están las máquinas en las fábricas esperando que lleguen nuevamente hombres y materias primas para ponerse nuevamente en frenética actividad? ¿O acaso están las fábricas produciendo a un 30% o 40 % de su capacidad instalada, pero están en actividad, con hombres adentro de ellas, trabajando todos los días laborables del año? ¿Podrían esas fábricas pasar a producir a un 60% o un 70% de su capacidad instalada si tuvieran los insumos, las materias primasas, los hombres y los mercados como para llevar adelante una actividad económica exitosa?
Desgraciadamente es difícil responder afirmativamente a todos esos interrogantes.  Es probable que un porcentaje importante de las fábricas hayan tenido que cerrar. Y es altamente probable que la empresa que tuvo que paralizar totalmente sus actividades no pueda reiniciar la producción mediante una mera decisión voluntariosa - al mero toque del clarín - o incluso ni siquiera ante la presencia de un nuevo flujo importante de divisas para realizar las importaciones correspondientes de materias primas e insumos. Las fábricas, maquinarias y equipos – e incluso las tierras - se deterioran por la falta de uso. Hay un deterioro físico y una obsolescencia tecnológica. Hay perdidas de mercados. Hay desmantelamiento y venta de maquinarias y equipos para salvar lo que se pueda del capital inicial. También hay perdida del capital humano, que dominaba la técnica y que tenía la experiencia como para llevar adelante los procesos productivos.  
Es una visión muy idílica pensar que las fábricas, los hombres, las maquinas, los equipos, todo está en condiciones de volver a ponerse en movimiento conjunto, bajo las órdenes de gerentes emprendedores, para que todo vuelva a ser como antes.
La triste realidad es que ha habido, junto con la caída de la producción, una perdida grande de la capacidad productiva, que no está suficientemente cuantificada. Recuperar la pérdida de capacidad productiva, cuando ésta se ha perdido, es más difícil que recuperar los niveles de producción cuando la capacidad productiva se ha mantenido incólume. Para recuperar la capacidad productiva se requiere un esfuerzo muy grande de inversión financiera, inversión física e inversión en capital humano y se necesita tiempo. Por todo ello, se puede decir que el daño que la política económica le ha hecho al país es mucho más grande que lo que se mide por la vía del PIB y que la terapia de recuperación será mucho más dura y más larga que lo que puede suponerse a partir de la mera recuperación de la dotación de divisas con que cuente el país. 


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