(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y
NEGOCIOS el día 07 de marzo de2018)
En los primeros
días de marzo se firmará en Santiago de Chille el Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica, también conocido con la sigla TPP, entre 11 países de la cuenca del Pacífico: Chile, Perú, México, Vietnam, Japón, Australia,
Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur y Canadá.
En las negociaciones
preliminares de este tratado estuvo involucrado Estados Unidos, pero la llegada
de Trump a la presidencia de dicho país implicó la salida de éste tanto de la
negociación como de su posterior firma.
Este tratado
-como la mayoría de los acuerdos de su misma especie - está encaminado a generar
un área de libre comercio entre los países firmantes, es decir, a un desmontaje
programado de los aranceles recíprocos. También incluye compromisos en temas
que entran en el campo de las políticas públicas, que son los que más polémica
han generado en relación a este tipo de tratado. Al momento en que toda esa eliminación
de aranceles llegue a su culminación, las mercancías de cualquiera de esos países
entrarán sin pagar aranceles al territorio aduanero de todos y cada uno de los
países firmantes.
Para los tres
países latinoamericanos miembros de este acuerdo– Chile, Perú y México – la
firma de un tratado de esta naturaleza implica el acceso privilegiado – sin
pagar aranceles - de las mercancías provenientes de sus territorios a un área de
gran envergadura geográfica, demográfica y económica.
Que esa
ventaja relativa, ganada en la mesa de negociaciones, pueda ser aprovechada por
los agentes económicos públicos y privados para aumentar sus exportaciones a
los otros países miembros del TPP dependerá de la competitividad y la calidad
de sus productos. La experiencia latinoamericana es clara al respecto: aun
cuando entre dos países exista cero arancel, cada uno elegirá comprar en algún
tercer país aquellas cosas que necesita importar, si es que el país asociado vende
productos de baja calidad o de elevados precios. Solo en condiciones de relativa
igualdad de precios y calidades - con relación a terceros países de fuera del
área de libre comercio - el no pago de arancel lleva a preferir la mercancía de
un país socio del TPP, pero si no, no hay caso.
Con respecto
a la entrada a un determinado país de
las mercancías provenientes de los otros países firmantes, con el peligro de
que eso cause perjuicio a los productores de los bienes similares que producen para
el mercado interno - que no están en condiciones de enfrentar exitosamente esa
competencia - cabe recordar que ya los tres países latinoamericanos mencionados
tienen tratados de libre comercio -
firmados y en plena vigencia - con Estados Unidos y con la Unión Europea, y dos
de ellos los tienen con China, y sus
productores internos no se han arruinado masivamente en los términos que supone
esa visión catastrofista. La competencia proveniente de esos nuevos países asiáticos
con los cuales se firmará no será cualitativamente distinta a la proveniente de
los actuales socios comerciales, que son indudablemente grandes protagonistas
de la economía y del comercio internacional contemporáneo. Es decir, se trata
de países latinoamericanos que ya entraron - y ya pagaron los costos de entrada
- en el mundo de la competencia internacional, y un área de libre comercio más
no pasa de ser una raya más para el tigre.
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