miércoles, 14 de febrero de 2018

EL PIB: NO GUSTA PERO ENTRETIENE


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 8 de febrero de 2018)

En el Foro Mundial de Davos - donde se reúne la elite financiera y política del mundo actual - se ha lanzado un nuevo índice de crecimiento, denominado Índice de Crecimiento Inclusivo, que pretende medir una serie de aspectos de tipo cualitativo y cuantitativo que no son medidos adecuadamente por el Índice de Crecimiento del Producto Interno Bruto, PIB, que es el índice de crecimiento económico más universalmente utilizado para medir y comparar el resultado de la actividad económica de los diferentes países.
El malestar con el PIB no es nuevo. Ya años atrás, en el seno del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, se ideó lo que se llamó el Índice de Desarrollo Humano, que también pretendía superar las limitaciones y deficiencias que acompañaban al PIB.  El Índice de Desarrollo Humano, que sigue publicándose y analizándose anualmente, incluye medidas como la evolución de la salud y de la educación, además de las medidas convencionales sobre ingreso, todas la cuales se suman en forma ponderada para generar el índice final.
El Índice de Crecimiento inclusivo incluye mediciones sobre las posibilidades de encontrar empleo, la esperanza de vida, el ingreso medio de los hogares, la tasa de pobreza, el peso de la deuda externa, e incluso sobre el grado en que se usa carbón en el seno de la economía y de las familias. Todo ello, debidamente ponderado, conduce al índice final.
El PIB parte de una idea central que es la fuente de su fortaleza y de su debilidad: el crecimiento de una economía se mide por la cantidad de bienes servicios que se producen en un territorio determinado, la cual a su vez se mide por el valor que estos presentan en el mercado. Hay algunos servicios - tales como los servicios gubernamentales, que no se venden en el mercado, y que no tienen por lo tanto un precio de mercado - que se valoran de acuerdo a ciertos procedimientos convencionales. Pero la idea fuerza fundamental sigue siendo que tiene valor todo aquello que se puede comprar y vender en los mercados. Este indicador, así concebido, no se mete a analizar si el ingreso está bien o mal distribuido, o si la gente está contenta, o se sirve o no lo producido para generar una vida sana y productiva.
Pero para bien o para mal, el PIB tiene detrás de sí un cuerpo de teoría económica de bastante peso, en la cual confluyen las corrientes de más relevancia en el campo de la ciencia económica en los últimos 100 años: el pensamiento neoclásico, por un lado, que aporta la concepción del valor, y la teoría keynesiana, por otro, que aporta la relación entre las variables macroeconómicas fundamentales. Aun siendo válidas las críticas que se le formulan a este indicador, los índices alternativos carecen de un fundamento teórico tan sólido y se limitan a incorporar aspectos cualitativos de la realidad social - que son necesarios de incorporar o de analizar en todo análisis de la realidad nacional - pero que no logran tener una base conceptual suficientemente buena.
En todo caso, el recientemente estrenado Índice de Crecimiento Inclusivo está encabezado por Noruega, y le siguen Islandia, Suiza y Dinamarca. Estados Unidos - icono del mundo occidental – se ubica en el lugar 23, dentro de los países desarrollados, en este índice elaborado por el Foro Económico Mundial. Entre los países en desarrollo, Panamá es el primer país latinoamericano que tiene figuración en este índice, ubicándose en el lugar 6 entre los países en desarrollo, seguido de cerca, por Uruguay, en el lugar 8, y por Chile en el lugar 9. Se analizan un total de 113 países, entre los cuales no figura Venezuela.

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