viernes, 22 de diciembre de 2017

SOBRE LA HIPERINFLACION


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 20 de Diciembre de 2017)


El objeto de este artículo no es discutir sobre si estamos o no en estado de hiperinflación, sino aportar algunas reflexiones sobre las consecuencias de esta eventual situación.
La hiperinflación es en alguna medida buena para el gobierno porque puede imprimir y gastar billetes y monedas independientemente de los ingresos que haya captado previamente por la vía de la tributación. Este es un fenómeno que figura como causa de la hiperinflación, pero también como consecuencia de la misma, en una espiral perversa. Pero metido en ese lio el gobierno puede gastar día a día sin preocuparse de cuanto entró en los meses anteriores en las arcas fiscales. Su única preocupación es cuantos billetes logran las maquinas impresoras imprimir cada día.
La hiperinflación es mala para el grueso de los agentes económicos que tienen que tomar decisiones sobre ahorro, pues nadie haría la locura de ahorrar en la moneda nacional, que está precisamente perdiendo valor día a día como consecuencia de la hiperinflación. Por lo tanto, la hiper -llamémosla así - desalienta o desincentiva el ahorro en moneda nacional. Dicho en una jerga más propia de los economistas, los billetes y monedas pierden su cualidad de ser buenos depósitos de valor. Y si una economía no ahorra, no crece.
La hiper es mala también para todos aquellos que viven de un salario que no se incrementa con la misma velocidad con que crecen los precios.  Aun cuando los salarios se reajusten nominalmente semana a semana, el incremento diario de los precios reduciría el monto real de ese salario monetario. Dicho nuevamente en jerga económica, el valor nominal de los salarios perdería relación con su valor real.
La hiper es mala para todos los que tienen que tomar decisiones económicas sobre inversión y sobre usos alternativos del dinero en el seno de esa economía, pues al calor de esa situación desaparece la unidad de medida que les servía para medir, calcular y comparar valores presentes o futuros y tomar decisiones sobre el nivel de los rendimientos esperados. El dinero pierde en forma casi absoluta su rol como unidad de medida. Y sin una unidad de medida que conserve su calidad de tal a través del tiempo, las decisiones económicas no se pueden tomar en base a lo que se denomina el cálculo económico. Se siguen tomando decisiones económicas, pero en base a la filosofía de Eudomar Santos: “como se vaya dando vamos viendo”. En otras palabras, las decisiones económicas pierden totalmente la lógica que les permitía acercarse a la eficiencia y medir si la habían alcanzado o no.
La hiper es mala para las cuentas externas del país, pues, por un lado, las personas naturales y jurídicas se refugian en el dólar para salvaguardar el valor de sus activos, con lo cual le caen encima a cuanto dólar ande circulando en el país, generando una demanda de dólares que no tiene mucho que ver con la demanda por importaciones.  Pero, por otro lado, el gran tenedor de dólares del país se beneficia de un dólar que tiende naturalmente hacia la sobrevaluación, con lo cual el obtiene nuevamente ganancias económicas y poder político.

jueves, 14 de diciembre de 2017

INFLACIÓN Y LIQUIDEZ MONETARIA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición  digital de TAL CUAL el día 13 de diciembre de 2017)

La liquidez monetaria existente en una economía es un concepto y un indicador económico bastante preciso. Se conforma por la vía de la suma de cuatro otras categorías económicas fácilmente medibles o cuantificables. Esas cuatro categorías son la cantidad de billetes y monedas en manos del público, los saldos de los depósitos del público en sus cuentas corrientes en el sistema bancario, los saldos del público en depósitos de ahorro transferibles, es decir, los que son movilizables por la vía de tarjetas de débito y, finalmente, el cuasi dinero, que está constituido básicamente por los depósitos de ahorro no transferibles y cuentas a plazo. En términos más sencillos se puede decir que la liquidez monetaria está conformada por los  billetes y monedas en poder del público y los depósitos totales de éste en el sistema bancario.
La cantidad de liquidez monetaria es un concepto y un indicador económico importante por cuanto se le supone íntimamente relacionado con otras variables económicas relevantes, tales como la capacidad de compra que el público lleva adelante en los mercados, con la demanda efectiva que allí tiene lugar, con el nivel de consumo y, sobre todo, con la inflación que se presenta en esa economía. No hay una relación de uno a uno entre la liquidez monetaria y estas otras variables económicas mencionadas, pero toda la teoría y la practica económica muestran que hay una relación directa entre ellas, al menos en condiciones relativamente normales de funcionamiento de la economía nacional. Si aumenta la cantidad de liquidez monetaria, en magnitudes significativas, es casi una verdad astronómica que tiene que aumentar el consumo, medido en términos nominales, si como el nivel de inflación.
Veamos cómo se presentan estas variables en la economía venezolana actual. El 6 de enero de este año la liquidez monetaria presentaba un nivel de 10.498.773,9 millones de bolívares fuertes. El 10 de noviembre esa cifra había subido a 64.719.019,2 millones de bolívares fuertes, según las estadísticas publicadas por el Banco Central de Venezuela. La segunda cifra es 6.16 veces más grande que la primera, lo cual indica que el crecimiento ha sido del 516 % aproximadamente.
El 6 de enero la cantidad de billetes y monedas en poder del público -que como hemos dicho es una parte de la liquidez monetaria - sumaba 483.068,3 millones de bolívares fuertes. Once meses después, el 10 de noviembre reciente, esa cantidad había aumentado a 3.661.545,925 millones de bolívares fuertes. Es decir, la segunda cantidad es 7.57 veces más grande que la primera, lo cual refleja un crecimiento de 657%.
De estos datos podemos sacar algunas conclusiones tentativas. Primero, es obvio que si la liquidez monetaria ha crecido en más de 500%, la inflación es casi imposible que esté por bajo esa magnitud. Repetimos que la relación no es necesariamente de 1 a 1, pero hay una relación directa entre ambas variables. Aun cuando el gobierno y/o el Banco Central no publiquen cifras sobre inflación, es obvio que esta tiene que estar por arriba del 500% en los 10 primeros meses do año.
En segundo lugar, si la cantidad de billetes y monedas en manos del público ha crecido más rápidamente que la liquidez monetaria, es obvio que el público prefiere hoy en día, o tiene necesidad imperiosa, de manejar un porcentaje mayor de su liquidez monetaria, bajo la forma de efectivo, pues la rapidez en el crecimiento de los precios le impone esa necesidad. Esto último no significa que el gobierno haya tenido que emitir un 600 % más de efectivo, sino que puede significar que el público sacrifica sus depósitos en cuenta corriente o en cuentas de ahorro para tener más billetes y monedas en sus manos, disminuyendo así el efectivo en poder de la banca y con ello la capacidad crediticia de esta última.

jueves, 7 de diciembre de 2017

CHINA, BRASIL, CHILE Y PERÚ


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 5 de Diciembre de 2017)


China ha pasado a ser el principal país de destino de las exportaciones tanto de Brasil, como de Chile y de Perú.
En el año 2016 las exportaciones totales de Brasil alcanzaron a los 185 mil millones de dólares, de los cuales 35 mil millones de dólares, aproximadamente, se canalizaron hacia China, es decir, el 18 % de toda la cartera de exportaciones.
En el caso chileno, las exportaciones totales sumaron 59 mil millones de dólares, de las cuales 17 mil millones fueron ventas a China, es decir, aproximadamente el 28 %.
Perú exportó en el año 2016 mercancías por un monto de 37 mil millones de dólares, y, de ese total 8.5 mil millones fueron ventas a China, es decir, el 24%.
En los tres casos nacionales mencionados las exportaciones a China están altamente concentradas en pocos productos, los cuales a su vez tienen un alto componente primario y/o de escaso valor agregado.
En el caso de Brasil esas exportaciones están constituidas básicamente por habas de soya que suman en el año 2016 un total de 14,4 mil millones de dólares. No se exporta aceite de soya, harina de soya, ni tortas de soya, que son sus presentaciones más inmediatas aguas abajo. Después le siguen los minerales metalíferos, por 7.7 mil millones de dólares, el petróleo y sus derivados por 3,9 mil millones de dólares, la pasta de madera por 2,2 mil millones de dólares y la carne y despojos comestibles por 1.7 mil millones de dólares.  El carácter primario de dichas exportaciones es manifiesto.
Chile, a su vez, exportó a China, en el año 2016, cobre y sus manufacturas por un valor de 7 mil millones de dólares y minerales metalíferos por 6.3 mil millones de dólares. Esos dos productos representan casi el 78 % del total de lo exportado. Le siguen en orden de importancia la pasta de madera, por 1.2 mil millones de dólares y frutas diversas por 1.1 mil millones de dólares.
De los 8.5 mil millones de dólares que Perú exportó a China, 6.6 mil millones de dólares están constituidos por minerales metalíferos, es decir, el 76% de las exportaciones a China están basadas en un solo tipo de producto.
El carácter primario exportador de las economías latinoamericanas no ha cambiado mucho a lo largo de los últimos 100 años, aun cuando hayan cambiado los montos vendidos, los países de destino e incluso, en algunos casos, el producto estrella de dichas exportaciones. Poder insertarnos en los circuitos comerciales internacionales por la vía de la venta de manufacturas o de productos con base primaria, pero con mayor grado de valor agregado, sigue siendo una meta incumplida. El conseguirla pasa por caminar simultáneamente por dos vías: las negociaciones comerciales internacionales para abrir mercados a productos nuevos de la cartera posible de exportaciones latinoamericanas y, la más importante, por aumentar la competitividad, la calidad y el contenido tecnológico de los bienes que producimos. Sin esto último, no hay negociación que valga.

sábado, 2 de diciembre de 2017

LA TASA RIESGO PAIS

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 28 de noviembre 2017)


 La tasa riesgo país es un indicador emitido generalmente por la EMBI – Emerging Markets Bonds Index -  y que pretende medir la posibilidad o probabilidad de que un país incumpla con los compromisos emanados de su emisión de bonos de deuda soberana.
No se trata un dato emitido alegre e irresponsablemente por una institución financiera internacional dominada por las oscuras y tenebrosas fuerzas el imperio, y que pretenda perjudicar la situación y el prestigio de un determinado país. Mas bien, en principio, es todo lo contrario. La institución que emite finalmente la cifra sobre la tasa riesgo país trata de recoger las condiciones que imperan en el mercado de los bonos de deuda soberana y en función de eso saca sus conclusiones. En la práctica se trata de algo así como un círculo vicioso: el indicador sobre tasa riesgo país se convierte en un antecedente que debe ser tomado en cuenta por los agentes financieros en sus operaciones con bonos soberanos, y ese comportamiento es recogido, a su vez, para conformar el índice de riesgo país del periodo inmediatamente siguiente.       
Pero cualquiera que sea la forma en que ese índice se genera y se utiliza, lo cierto es que la banca de inversión a nivel internacional realiza prestamos, o compra de bonos soberanos, tomando en cuenta ese indicador. En otras palabras, cobra una tasa de interés igual o superior a la tasa riesgo país, para cubrirse de la posibilidad de impago.
Al día 14 de noviembre la tasa riesgo país publicada por EMBI con relación a Venezuela fue de 43 %. Se trata de una tasa absolutamente prohibitiva. Nadie en el mundo puede tomar deuda a esa tasa de interés, pues los intereses y amortizaciones de un crédito de esa naturaleza se convierten rápidamente en una bola de nieve imposible de detener.
Pero esa tasa de riesgo país extraordinariamente alta – quizás la más alta del mundo en los momentos actuales – no es consecuencia exclusiva, al parecer, ni de la decisión del gobierno venezolano de renegociar su deuda soberana, ni tampoco de la decisión tomada por el gobierno norteamericano en términos de aplicar prohibiciones en relación a ciertas operaciones financieras con el gobierno venezolano, aun cuando esas decisiones indudablemente contribuyen al alza.  Ya hace tres meses atrás esa tasa riesgo país estaba en 30 % y hace un año atrás estaba en 23 %, lo cual son tasas menores que las actuales pero igualmente prohibitivas. Por ello es que Venezuela no pudo seguir endeudándose por la vía de emitir bonos soberanos en el último año, a pesar de que las reservas internacionales y la capacidad para importar ya iban cuesta abajo. Aun cuando el gobierno no publique cifras sobre la situación económica del país, los agentes financieros conocen lo básico de la situación nacional, y lo que no lo saben, lo deducen, lo cual termina siendo todavía peor para los intereses del país.

 

EL COMERCIO CON ESTADOS UNIDOS


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 28 de noviembre de 2017)

La cantidad de importaciones y exportaciones realizadas entre Estados Unidos y Venezuela no está tan mal. Si uno se basara en la cantidad de improperios y acusaciones que uno y otro gobierno se lanzan periódicamente casi debería llegar a la conclusión de que ambos países suman, a las malas relaciones políticas y diplomáticas, una pésima relación económica. Pero en realidad las cosas no son así.
Estados Unidos sigue siendo el primer socio comercial de Venezuela desde el punto de vista tanto del destino de sus exportaciones como desde el punto de vista del origen de sus importaciones. En los nueve meses transcurridos del año 2017 las exportaciones a Estados Unidos han aumentado con relación al mismo período del año anterior, pasando de 8.172 millones de dólares a 10.076 millones de dólares. Por el lado de las importaciones se ha pasado de 4.003 millones de dólares a 3.177 millones de dólares. La balanza comercial es, por lo tanto, claramente favorable a Venezuela.
De acuerdo a los datos del 2017, del total de lo exportado hacia Estados Unidos, en los nueve primeros meses, el  94.7 % es petróleo o sus derivados, seguido del aluminio y sus manufacturas y del metanol que es un producto de la industria petroquímica. Por el lado de las importaciones venezolanas hay más diversidad, aun cuando el 44 %  están también constituidas por petróleo y sus derivados.
Las decisiones de Estadios Unidos en términos de prohibir ciertas operaciones comerciales y financieras con Venezuela no parecen, por lo tanto, haber tenido resultados inmediatos y catastróficos. Han tenido, seguramente, algún impacto en términos de limitar créditos, imponer períodos más cortos en los mismos y/o imponer el uso de efectivo en las operaciones correspondientes, con lo cual se ha afectado el flujo de caja de los agentes económicos ligados a ese comercio.
Pero más allá de los aspectos cuantitativos ligados al comercio venezolano norteamericano es propicia la ocasión para visualizar los aspectos cualitativos que caracterizan las exportaciones venezolanas hacia su principal socio comercial. Ya dijimos que el petróleo y sus derivados - capítulo 27 del arancel, - dan cuenta del 94.7 % de dichas exportaciones. A eso hay que agregar un 1.7 % de aluminio y sus manifacturas y un 1.3 % de metanol.  Con esos productos se llega casi al 98 % de las exportaciones venezolanas a Estados Unidos. Como es fácil visualizar se trata fundamentalmente de commodities con escaso grado de valor agregado.
Esa situación cualitativa debería ser objeto de preocupación estratégica por parte de no solo de nuestros gobernantes, sino de todos los agentes empresariales y políticos, para generar una política de estado en materia de exportaciones no petroleras. Superar el rentismo petrolero no puede ser una frase vacía, apta para rellenar discursos, sino que tiene que tener una traducción concreta en los procesos de industrialización y de exportación que se promuevan.