(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 14 de Diciembre de 2016)
La diplomacia vaticana tiene detrás de sí casi dos mil años de experiencia. Nadie podría decir que se trata de un desarrollo lineal y ascendente, en que cada año se acumulan más éxitos y destrezas. En toda institución hay rupturas, giros, virajes y retrocesos y es enteramente posible que en la actividad diplomática del Vaticano haya sucedido también mucho de ello a lo largo de su larga existencia. Pero, aun así, es posible decir que se trata de una de las diplomacias más eficientes existentes hoy en día en la geografía política mundial, aun cuando sus acciones y sus objetivos no siempre se conocen y/o se interpretan cabalmente en el corto plazo. Ejemplos hay muchos en el mundo. Su participación en la mejora de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en un ejemplo reciente. Los chilenos – y varios otros pueblos latinoamericanos - han conocido otros ejemplos de ello en períodos no muy lejanos.
En 1987 - aun bajo el gobierno militar - el Papa Juan Pablo II decidió viajar a Chile, en el contexto de una gira que lo llevaría por varios paises latinoamericanos. Los chilenos que luchaban contra la dictadura, fuera y dentro del paíst - por lo menos algunos de ellos - tuvieron algunas dudas iniciales sobre la conveniencia de esa visita. Podría interpretarse aquello - se pensaba - como una forma de apoyar o de legitimar al gobierno de Pinochet, que era repudiado por la mayoría del pueblo chileno y por la mayoría de los países civilizados del planeta. Sin embargo, esa visión era expresión de una mirada de corto alcance.
En Chile, durante todo el largo período de la dictadura - desde 1973 hasta 1990- la Iglesia Católica y también otros credos cristianos - jugaron un rol estelar, insustituible y positivo en términos de su defensa de los derechos humanos. La Vicaría de la Solidaridad - creada por la Iglesia Católica- era la primera instancia donde acudían los familiares de los presos y desaparecidos, y allí recibían el apoyo legal, moral, material, comunicacional e institucional como para rastrear el paradero de su seres quéridos. La Vicaría de la Solidaridad era la instancia que apoyaba, hasta donde le era posible, a los presos en las carceles y campos de prisioneros, que canaliza ayudas y apoyos nacionales e internacionales, que acopiaba y divulgaba antecedentes sobre cada caso que implicara una violación de los derechos humanos, y que hacia seguimiento - y participaba activamente - en las interminables causas legales que se abrían contra los ciudadanos del país. La Vicaría de la Solidaridad fue creada por el Cardenal Silva Henrquez, que fue un incansable defensor de los derechos humanos en el período dictatorial, y como tal, una molestia diaria para la cúpula militar.
El viaje del Papa no fue un apoyo a Pinochet. Fue un apoyo inmenso a la labor del Cardenal Silva Henriquez, de la Iglesia Católica y de la Vicaría de la Solidaridad. La presencia del Papa en Chile implicó un apoyo a la labor que venía realizando la Iglesia desde el comienzo de la dictadura. Pero hubo mas. Al calor de la visita del Papa el pueblo pudo salir a la calle, congregarse en grandes reuniones masivas y encontrarse y manifestarse en ellas con inusuales niveles de libertad. Pudieron en esos actos religiosos escuchar la voz de sus lideres poblacionales y/o de mucha de las víctimas más emblematicas de las violaciones a los derechos humanos. Se encontraron, por lo tanto, con su propio drama, en un contexto de solidaridad de miles de sus iguales. Eso generó, despertó o permitió organizar fuerzas que confluyeron al resultado final que fructificó poco mas de un año años más adelante en la derrota plesbicitaria de Pinochet. No fue, desde luego la única fuerza que causó ese resultado, pero fue una de ellas. La visita del Papa tuvo, por lo tanto, resultados claramente positivos.
Otra cosa importante que resultó de la visita papal fue el retorno de los exiliados. Habían miles de chilenos que se encontraban fuera del país - cualquiera que hubiera sido las circunstancias de su salida - que tenían prohibición expresa por parte de la dictadura de intentar entrar al territorio nacional . Su eventual aparición en cualquier punto fronterizo generaba el envio inmediato de regreso al punto de origen, lo cual implicaba costos e inconvenientes a las líneas aereas involucradas, que en función de ello se abtenían de embarcar a quienes estaban en las largas listas de impedidos de regresar a su país. El Papa negoció, con discresión y reserva, esa situación, y logró que poco después de su partida la dictadura empezara a publicar listados con los exiliados a quienes se les autorizaba desde ese momento a retornar a su país. Esa fue una medida que tuvo gran impacto en el desarrollo de la lucha contra la dictadura en el futuro cercano. Miles de chilenos, sobre todo los dirigentes históricos de los partidos que mantenían la resistencia contra Pinochet, pudieron volver al país e incorporarse de una u otra forma a las actividades de oposición y rebeldía que se desarrollaban por doquier.
No todas la circunstancias históricas son iguales y la diplomacia no siempre tiene los mismo objetivos. Pero creo que se puede decir que la diplomacia vaticana tiene experiencia y tiene paciencia en lo que respecta al accionar por conseguir los objetivos que la iglesia visualice como positivos para sus intereses de largo plazo.
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