(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 28 de
Agosto de 2015.)
Venezuela le
debe- o le debía - 53 millones de
dólares a Uruguay por concepto de importaciones que estaban pendientes de
pago. Uruguay, a su vez, le debía- o le debe- a Venezuela un
monto cercano a los 262 millones de dólares por concepto de compras impagas de
petróleo. Venezuela tiene grandes dificultades
en su producción agropecuaria y debe importar volúmenes importantes de alimentos
para abastece su mercados internos.
Solución: Uruguay le venderá a Venezuela
235 mil toneladas de alimentos - 90 mil
toneladas de arroz, 44 mil toneladas de leche en polvo, 9 mil toneladas de
pollos, 12 mil toneladas de quesos, y 80 mil toneladas de soya - lo cual tiene un
valor de 300 millones de dólares, con lo cual Uruguay y Venezuela terminan por
pagarse mutuamente las deudas que arrastraban. Todo este arreglo, ratificado
por los Presidentes Maduro y Tabaré
Vazquez, cuando ambos se vieron en la reciente cita del Mercosur, tiene
aspectos dignos de analizarse.
En el fondo
se trata de un trueque de petróleo por alimentos, mecanismo que no es primera
vez que se utiliza por parte del gobierno venezolano. Se ha utilizado con
anterioridad con países de Centroamérica y del Caribe, que le han pagado la factura
petrolera a Venezuela por medio de caraotas u otros productos que escasean en
el país.
El trueque
tuvo alta importancia en los albores de la sociedad comercial, antes del
desarrollo de las diferentes formas de dinero. Con el advenimiento del dinero -
desde sus primeras formas de dinero mercancía hasta las formas más modernas de
dinero papel o del dinero meramente electrónico - el trueque ha ido perdiendo
espacio en el comercio nacional e internacional, y su presencia hoy en días es
prácticamente insignificante. El trueque tiene sin embargo la ventaja de que
evita el uso del dólar – que es el dinero mas universalmente utilizado hoy en
día en las transacciones internacionales- y que es precisamente lo que está más
escaso en la economía venezolano. Como se carece de dólares en las arcas del
Banco Central, entonces de recurre a cambiar algún otro activo físico o financiero
– el petróleo en este caso o las deudas por ventas petroleras – por activos
físicos que el país necesita como son los alimentos. Con esto gana Uruguay, que termina vendiendo
una cantidad importante de su producción agropecuaria y termina saldando su
deuda petrolera y ganan también los consumidores venezolanos que tendrán algo
de arroz, pollo, leche y queso en sus mesas. Quien pierde es Pdvsa, que primero
vendió petróleo, después se quedó con papeles o títulos de duda que no podía
cobrar, y que finalmente se quedó sin papeles, sin petróleo y sin dólares. La liquidez y las finanzas de Pdvsa - ya bastante
maltrechas por la mala costumbre del gobierno
de poner a la empresa petrolera a pagar todo tipo de activos y de misiones
dentro y fuera del país - sufre un nuevo golpe con esta transacción con Uruguay.
A partir de
esta transacción no tiene sentido entrar en una discusión bizantina sobre si el
trueque es bueno o malo para el comercio internacional. Creo que si el 99,99%
del comercio internacional se hace con dinero y no por la vía del trueque no es
por falta de oportunidades, sino porque ha quedado suficientemente claro en los
últimos 5 mil años de desarrollo de la humanidad, que la economía monetaria potencia
la división del trabajo, la productividad
y los intercambios. Con el trueque sería inconcebible el desarrollo
impresionante que ha alcanzado el comercio internacional en la actualidad.
Lo que sí cabe
discutirse es porque el país que tiene las más altas reservas internacionales de
petróleo del mundo y es un gran exportador de hidrocarburos, se quedó sin
plata, y porque, además, es incapaz de potenciar la producción agropecuaria en
su propio territorio, para alimentar a su población. Esa es la discusión de fondo.
sergio-arancibia.blogspot.com
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