(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 26 de Agosto
de 2015)
Al igual
como sucede en el campo de la física - donde el vacio es rápidamente llenado
por la materia circundante- así también en la economía las mercancías que un
país se niega a venderle a otro, son rápidamente compradas a un tercero. Dicho
en otras palabras, en un mundo sumamente
competitivo e interconectado como el actual, si alguien se sale de la
competencia lo único que genera es una inmensa alegría del resto de los
competidores, pero la carrera sigue su marcha normal. Estas reflexiones tienen mucho que ver con la
situación que caracteriza al comercio entre
Colombia y Venezuela.
La relación
comercial de Venezuela con Colombia ha sufrido
alzas y bajas - que tienen mucho que ver con el estado de las relaciones políticas
bilaterales- pero la tendencia de mediano o de largo plazo muestra un claro
deterioro de las ventas venezolanas. En
los últimos doces años las exportaciones venezolanas a Colombia han pasado de
788 millones de dólares en el año 2002, a 437 millones de dólares en el año
2014. Su mejor momento fue en el año
2006, cuando Venezuela exportó hacia Colombia por un monto de 1.496 millones de dólares. Uno puede entender que la caída de los
ingresos petroleros lleve a Venezuela a reducir sus compras desde Colombia y
desde muchos otros países del mundo, pero precisamente por lo mismo, se debería
tratar de mantener o de incrementar tanto como se puedan las
exportaciones, sobre todo hacia los países vecinos. Pero la cruda realidad es
que las exportaciones han bajado. Se ha perdido gran parte del mercado colombiano
para las mercancías venezolanas.
Obviamente,
Colombia no podía quedarse a esperan a que Venezuela decidiese reanudar el
esfuerzo comercial bilateral. Hizo lo que haría cualquier país medianamente sensato en el mundo actual:
buscó otros países vendedores que pudieran proporcionarle las mercancías que
necesitaba. Y Venezuela fue por lo tanto
quedando rezagada como socio proveedor de Colombia, mientras otros países de la
región hacían gozosamente lo que Venezuela se negaba a hacer. Así entonces Brasil,
que está mucho más lejos geográficamente de Colombia que Venezuela, pasó de exportar
a Colombia 643 millones de dólares en 2002, a vender en dicho país 2.461
millones de dólares en el 2014. La pequeña
Bolivia, que en el 2002 le vendía a Colombia 139 millones de dólares, en el año
recién pasado le vendió 551 millones de dólares, más que Venezuela. México,
pasó de 678 millones de dólares en el 2002, a 5.265 millones de dólares en el
2014. Ecuador - país del Alba, solidario hasta donde se pueda con Venezuela -
pasó de venderle a Colombia 367 millones
de dólares en el año 2002, a 918 millones de dólares en el año 2014. Es difícil
encontrar en la región algún país que haya desaprovechado la oportunidad de
venderle a Colombia tanto como hayan podido, en etapas, por lo demás, de crecimiento económico de dicho país. Excepto
Venezuela.
En el año
2002, Venezuela era el segundo país proveedor de Colombia - después de Estados
Unidos - superando a cualquier país europeo y a cualquier otro país latinoamericano.
El 6.2 % de las compras colombianas provenían de Venezuela. En el año 2010, exportando
Venezuela a Colombia solo un monto de 304 millones de dólares, quedó relegada
al lugar 24 en el ranking de los proveedores internacionales de Colombia, y esa
ventas significaron escasamente el 0.75 % de las compras internacionales de
dicho país. En el año recién pasado –
con ventas venezolanas a Colombia de 437 millones de dólares - Venezuela fue el
proveedor número 23 de dicho país, y le vendió el 0.69 % de sus importaciones,
por debajo de países como Bolivia, México, Trinidad Tobago o Vietnam.
Es difícil
encontrar en el mundo actual otro caso tan patético y profundo de pérdida de un
mercado externo por parte de un país que necesitaba desesperadamente aumentar
sus exportaciones. Más aun, se trataba precisamente de las exportaciones más
deseadas en Venezuela, como son las
exportaciones no petroleras.
Perder un
mercado externo es mucho más fácil que recuperarlo, sobre todo en países donde
las decisiones de comprar o vender en el ámbito internacional son tomadas en alta
medida por empresas privadas. La
relación entre compradores y vendedores tienden a perdurar, pues se basan no
solo en los precios, sino que también en relaciones de confianza y de conocimiento
mutuo - entre empresas y entre empresarios - que son activos que se construyen
lentamente y que no se cambian de la noche a la mañana. Por lo tanto, no es
dable pensar que se recuperará el mercado colombiano, por parte de Venezuela,
como consecuencia de unas pocas decisiones en materia cambiaria y/o por obra y
gracia de una política y una diplomacia más
amigable. Sin dudar de que la
recuperación de ese mercado- y de otros
- es enteramente posible por parte de Venezuela, es igualmente cierto de que
eso requiere esfuerzos por parte de empresarios y de gobierno, que sean sostenidos
en el tiempo y que sean concertados, de modo de construir realmente una política
de carácter estratégico y de naturaleza realmente nacional. Además, no hay que olvidar que el mundo actual
es competitivo, lo cual implica que los países de la región que se han
convertido en socios comerciales importantes de Colombia – y que no son tontos-
harán todo lo que esté a su alcance para conservas las posiciones ya ganadas.
En síntesis, los errores o las omisiones en el campo del comercio internacional
contemporáneo, tarde o temprano se terminan pagando por parte de los países que
creen, en sus momentos de gloria o de delirio, que están tocados por la mano de
Dios.
sergio-arancibia.blogspot.com
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