(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 19 de Agosto
de 2015.)
Los latinoamericanos
–a pesar de lo mucho que podamos hablar de integración y de hermandad - en
realidad sabemos poco de lo que sucede en los países de la región, más allá del país donde vivimos. Con respecto a Panamá,
hay una buena parte de la opinión pública latinoamericana que solo sabe que se
trata de un país cortado por un canal
que comunica a los océanos Atlántico y Pacífico. Eso es cierto. Pero es bueno recordar que ese
canal estuvo durante gruesa parte del siglo XX bajo control de Estados Unidos, el cual no solo
administraba el canal propiamente tal, sino que tenía prácticamente soberanía
sobre 5 millas a cada lado de la vía acuática. Allí llegó Estados Unidos a tener 14 bases militares de
triste recuerdo. Si esa situación pudo finalmente eliminarse no fue gracias a
que los norteamericanos hayan sido derrotados en una guerra de expulsión, o de
liberación, o por obra y gracia de una
insurrección popular imposible de resistir, que haya obligado a los norteamericanos
a salir arrancando de ese territorio. Si esa situación cambió, y si los panameños llegaron a ser íntegramente
dueños soberanos de su territorio, fue gracias a la larga resistencia cívica
del pueblo panameño y a los acuerdos Torrijos Carter, mediante los cuales se pactó, en 1977, la entrega del canal para 1999. Se trató, en
pocas palabras, de un triunfo de la política y de la diplomacia, y en alguna
medida de la sabiduría y de la prudencia, por parte de todas las partes
involucradas. Así vistas las cosas, se trata, indudablemente, de un excelente
ejemplo para toda la América Latina, donde la buena diplomacia tiende a ser sustituida
muchas veces por la retorica y el discurso encendido.
Una segunda
cuestión que es interesante de ser tenida en cuenta en el caso panameño es que
el canal, en manos panameñas, ha funcionado excelentemente bien. Siendo una
obra monumental de la ingeniería del siglo XX - que requiere de mucho dominio
técnico para su funcionamiento y su administración - el canal es una vía acuática
que sigue eficientemente a disposición del comercio y del tráfico marítimo
internacional. Son 35 o 40 barcos los que cruzan diariamente el canal, en un
sentido o en otro, con entera seguridad. Todo parece indicar que la
administración del canal no se ha convertido en un trofeo para los gobernantes
de turno, ni en una caja chica, ni en una fuente de colocación laboral para amigos
y militantes. Las palabras eficiencia, tecnocracia
y meritocracia que se han convertido casi en malas palabras en ambientes políticos
como el venezolano, siguen teniendo
plena vigencia en al contexto panameño, por lo menos en lo que dice
relación con el canal.
Cuando estaba
en manos norteamericanas el canal no tenía, formalmente, fines de lucro. Se
supone que si algo se cobraba por atravesarlo, era solo para cubrir los costos
de funcionamiento, pero no se generaban utilidades que se repartieran a sus dueños.
Estados Unidos se sentía suficientemente recompensado por el hecho de tener a
disposición una vía que le permitiera unir sus costas atlánticas con las pacíficas,
lo cual reducía costos y tiempos en el seno de su propia economía. Eso cambió
con la administración panameña. Ahora se define claramente al canal como un
mecanismo que tiene, entre otras funciones, la de proporcionar un ingreso por concepto de
peaje a la economía de Panamá. Hoy en día el canal aporta aproximadamente 900
millones de dólares anuales al fisco panameño, además de lo que paga en
salarios y en la adquisición de bienes y servicios locales. Se trata, por lo
tanto, claramente, de lo que los economistas definirían como una economía rentista.
El rentismo
panameño ha permitido la creación de obras de infraestructura – autopistas,
metro en Ciudad de Panamá, remodelación del casco antiguo, parques,
aeropuertos, etc. - – y el apoyo a un sector financiero y de servicios altamente
integrado a la economía
internacional. Lo interesante del rentismo
panameño es que no parece canalizarse hacia la producción de cualquier tipo de
mercancías, ni hacia una elevación generosa de los niveles de ingreso y de
consumo de la población, sino hacia potenciar a Panamá como una economía abierta
y de servicios. Parece confirmarse en el análisis de Panamá que el rentismo no
es intrínsecamente malo- como pretenden postular algunos analistas venezolanos
que no hayan ya a quien echarle la culpa de su males – sino que es enteramente
posible disponer con sensatez de una renta económica que no se agote en sí
misma, sino que abra nuevas fuentes de riqueza al país que la posee. Con la culminación de las obras de ampliación
del canal – lo cual debe suceder a fines de este año o principios del próximo -
la renta panameña aumentará, pues permitirá el paso de más barcos y de mayor
tonelaje.
Otra característica
importante de la economía panameña es que se integra a le economía internacional
por la vía fundamentalmente de la venta de servicios: los servicios del canal,
los servicios portuarios que proporcionan
los puertos de Colon y de Balboa – los dos más grandes de América
Latina-, los servicios financieros, los
servicios ligados a la interconexión aérea de todo el continente, los servicios
comerciales relacionados con la zona libre de Colon. No se visualiza como un
pecado ni como una deuda histórica el no tener un sector industrial
suficientemente poderoso. Y lo interesante es que el sector moderno y de servicios
genera un crecimiento que dinamiza al conjunto de la economía y que absorbe
lentamente a los bolsones de pobreza y de falta de modernidad que todavía subsisten en la
sociedad y en la economía panameña.
Una última
cuestión: quien recorre Panamá no encuentra un solo afiche, ni pancarta, ni
aviso en la prensa - en ningún punto del país- donde se muestre el nombre o la
cara del Presidente de la República y donde se alabe su accionar. Y en todas
las gasolineras, restaurantes y hoteles - de cualquier categoría - se encuentran
baños limpios y bien provistos de papel toilette. Son algunas pequeñas grandes
cosas, que se suman a las anteriormente mencionadas, que colocan a Panamá en la
senda de los países civilizados. Cochina envidia debería darnos.
sergio-arancibia.blogspot.com
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