jueves, 8 de mayo de 2014

UN SECTOR AGRÍCOLA QUE NO ALIMENTA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 7 de mayo del 2014.)


El sector agropecuario y agroindustrial de cualquier país puede contribuir a la alimentación de sus compatriotas por dos vías complementarias: o produce los alimentos o los insumos alimenticios que el mercado interno reclama, o produce los agrodólares como para adquirir con ellos, en el exterior, los alimentos que el país no puede producir internamente.
Desde luego no hay ningún país, en el mundo contemporáneo, que se autoabastezca  totalmente de todo los alimentos que consume habitualmente. Eso - aun en el caso de que fuera técnicamente posible - no es económicamente recomendable, pues hace ya varios cientos de años que el mundo descubrió las bondades de la especialización  y de la división del trabajo. Es bueno producir en grandes cantidades - más allá de las propias necesidades – todo aquello para lo cual la naturaleza o nuestra propia capacidad científico técnica nos ha preparado mejor, vender aquello, total o parcialmente, en el mercado internacional, y con esos agrodólares comprar aquello que se no se produce en nuestro territorio o se produce con rendimientos muy modestos.
Lo importante en ese ciclo es que los agrodólares que se obtienen por concepto de las agroexportaciones sean suficientes como para adquirir, por la vía de las agroimportaciones, todos aquellos bienes que necesitamos comprar en el exterior. Si eso sucediera, podríamos decir que ese sector agrícola  genera seguridad alimentaria, pues genera las condiciones como para producir o comprar la cantidad de alimentos que el país necesita. Si el sector agrícola genera dólares más que suficientes como para pagar las agroimportaciones y deja un remanente de dólares como para financiar las necesidades del sector manufacturero o del sector servicios, tanto mejor.
En la América del Sur, casi todos los países que la componen tienen exportaciones agrícolas – considerando en ese concepto tanto las directamente agropecuarias como las agroindustriales- que son superiores a las importaciones de alimentos y productos agroindustriales que el país necesita realizar en forma habitual. En otras palabras, casi todos los países tienen una balanza comercial agrícola positiva. Casi todos los países, pero no todos. Venezuela es la excepción  a esa regla.
Según datos de Aladi, correspondientes a 2012, Argentina, Brasil y Chile son los países que tienen la balanza agrícola más positiva y elevada en toda la región. Sus exportaciones de los primeros 24 capítulos del arancel de aduanas – que es lo que tradicionalmente se considera sector agrícola en su sentido más amplio –, son de 42 mil millones de dólares, 80 mil millones de dólares y 16 mil millones de dólares, respectivamente. Sus importaciones de esos mismos rubros – los primeros 24 capítulos del arancel- suman 2 mil millones de dólares, 12 mil millones de dólares y 6 mil millones de dólares, respectivamente.  Eso deja un saldo positivo para Argentina de aproximadamente 40 mil millones de dólares, para Brasil de 68 mil millones de dólares y para Chile de 10 mil millones de dólares. Aportes netos positivos y bastante elevados de la agricultura al resto de la economía nacional.
Ecuador tiene un saldo positivo cercano a los 5 mil millones de dólares, Uruguay supera en ese campo los 4 mil 500 millones de dólares  y Perú tiene una balanza favorable de aproximadamente 3 mil millones de dólares. Bolivia y Colombia tienen los saldos favorables más pequeños, pero favorables en todo caso: casi mil millones de dólares en el primer caso, y 500 millones de dólares en el segundo.
Venezuela, aun cuando no tiene consignadas en Aladi las cifras del 2012, presenta en el 2011, un déficit superior a los 5.350 millones de dólares. No exporta casi nada en materia de bienes agropecuarios o agroindustriales. Escasamente 50 millones de dólares en el año mencionado, contra importaciones por el orden de los 5.400 millones de dólares. Una diferencia tan brutal con respecto a lo que sucede en el resto de la América del Sur no puede atribuirse a clima o geografía radicalmente diferente. La causa fundamental es una mala política económica agropecuaria y una mala política de comercio exterior. La buena noticia es que, precisamente porque no es la naturaleza la que se opone a nuestros designios, esta situación es superable.

sergio-arancibia.blogspot.com   

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