(Articulo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 23 de mayo de 20104.)
En condiciones
relativamente normales de funcionamiento de una economía, un empresario que
necesita insumos importados para llevar adelante su proceso productivo – o un
comerciante que necesite mercancías importadas para abastecer a sus clientes-
planifica con la debida antelación sus compras en el exterior. Nadie busca un
proveedor internacional el día antes de que se agoten sus existencias. Lo
normal es tomar contacto con dos o tres proveedores de calidad, pedirles cotizaciones,
establecer con cada uno las posibles condiciones de entrega, tomar decisiones
respecto a cual proveedor es el más conveniente, empezar los tramites bancarios
correspondientes, ver los problemas de costos y tiempos relacionados con el
flete, y cuando la mercancía llegue a puerto en el país de destino, hay que
tomar las providencias como para poder desaduanarla cuanto antes y finalmente
movilizarla dentro del país desde el puerto hasta los locales de venta o de
almacenaje. Todo ese proceso toma por lo menos tres meses.
Si el
importador no tiene acceso seguro a los dólares necesarios como para pagar las
mercancías que compra, entonces toda esa cadena se corta o se interrumpe. Nadie
puede comprar nada en el exterior diciéndole al vendedor “…mira pana, te pago
apenas salga favorecido en las subastas del Sicad 2”. Eso es una lotería que
queda totalmente fuera del control de importador. Un proveedor internacional,
si conoce bien a su cliente en el país comprador puede que esté dispuesto a venderle
a crédito, a dos, tres o más meses. Pero una vez cumplidos los plazos establecidos
hay que honrar la palabra –y/o los documentos – que se han comprometido. Si no,
la confianza, la amistad y los créditos se acaban.
En
condiciones normales, en países bien organizados, es posible coordinar las
compras nacionales e internacionales de modo que nunca una empresa quede
desabastecida de los insumos que necesita - pues eso significaría paralizar el
proceso de producción - pero que tampoco tenga un exceso de los mismos en bodega,
que eso implicaría costos financieros y de seguridad. Es lo que se llama hoy en
día el sistema logístico o de distribución “justo a tiempo”. Esa es la tendencia
de los tiempos.
Pero en
Venezuela, con el Sicad 2, las cosas son totalmente diferentes. Solo es posible
poner en marcha el proceso de compras internacionales una vez que el empresario
ha salido beneficiado en la asignación o subasta correspondiente. Allí le dirán
cuantos dólares tiene a disposición y a qué precio. Solo entonces sabrá que volumen de mercancías podrá comprar en el
exterior. Desde ese momento, hasta que las mercancías aparezcan en los circuitos comerciales venezolanos
pueden pasar tres meses. Puede pasar más tiempo aun si los barcos que traen las
mercancías tienen que esperar semanas en las afueras de los puertos antes de
poder atracar a los muelles de descarga, o si el proceso de desaduanamiento se
alarga más de la cuenta por ineficiencias o por otras causas de fácil
suposición.
Todo esto lleva
a que el Sicad 2 sea un proceso que luce como un claro generador de ineficiencia
en todo el sistema comercial y productivo nacional. Más allá del problema de si
lo asignado es mucho o poco, o si es barato o caro cada dólar que allí se
transa, lo más perverso del sistema es que no hay nada transparente, nada
seguro, nada a partir de lo cual se puedan planificar o anticipar procesos de
comercialización. Hay que vivir al día y actuar en función de cómo se vayan dando
las cosas. Sería casi un chiste pensar que con este sistema se pueda generar
algo parecido al sistema logístico del justo a tiempo. Más bien lo que se genera es una política de abastecimiento
a borbotones. Cuando se sale beneficiado
en la subasta, hay que comprar todo lo que se pueda, mucho o poco, y colocarse de nuevo a la cola para la próxima subasta.
Otra
consecuencia de este sistema de los borbotones es que, entre un borbotón y
otro, hay que aguantar períodos de sequia. Quien tiene mayor capacidad de resistencia
no son las pequeñas y medianas empresas, sino las grandes, que tienen,
además, más capacidad de presión y de relacionamiento. Esto genera, por lo
tanto, entre otras cosas, una tendencia clara a
la concentración y centralización del capital industrial, comercial y
financiero.
sergio-arancibia.blogspot.com
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