(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 16 de mayo del 2014)
Los
conflictos en las cuales se ve involucrado Estados Unidos en el presente son
particularmente curiosos, por decir lo menos. En Ucrania - donde hay división
del país, formación de milicias ajenas al gobierno central y varios cientos de
muertos – y donde Rusia avanza con implacable decisión, Estados Unidos y la
Unión Europea responden con represalias económicas contra los personeros rusos
o ucranios que tengan particular responsabilidad en los acontecimientos. Como
se diría en criollo, gran cosota. Con esas decisiones, de carácter más bien
simbólico y carentes de verdadero carácter disuasorio, no se revierte nada de
lo que allí ha sucedido, ni se evita lo que está por suceder. Pero nadie ha
dicho que haya una situación de guerra entre Rusia y Estados Unidos, por lo que
sucede en Ucrania. Hay conflictos, diferencias y tensiones, pero no guerra.
Con
Venezuela la situación es diferente. El Gobierno ha dicho en reiteradas
ocasiones que enfrentamos una guerra (económica) cuyo principal protagonista es
Estados Unidos. Además, las autoridades
de dicho país han recibido una cantidad brutal de insultos, groserías e improperios
a lo largo de los últimos años, procedentes de Venezuela, y han sido
acusados de ser los culpables de todos
los males que se viven en el país. Por
esas y por otras causas más recientes - como la represión a las protestas
ciudadanas - Estados Unidos ha decidido quitarles las visas a los dirigentes
más destacados del gobierno venezolano y, además, ha levantado la amenaza de sanciones económicas contra esos
personeros, pero no contra el país.
La negación
de las visas significa que se les niega la posibilidad a muchos altos dirigentes
gubernamentales, y a sus familias, de
pasearse por las calles de Miami, de tostarse en sus playas, de comprar en sus
centros comerciales, o de llevar a los niños a los parques temáticos de
Orlando, todo lo cual puede ser poco grato para ellos y para sus familias, pero
no lo suficiente como para modificar sus comportamientos en materia de derechos
humanos.
La amenaza
de sanciones económicas se traduce, en concreto, en la posibilidad de congelar
las cuentas bancarias que esos personeros puedan tener en la banca norteamericana.
Pero como guerra avisada no mata soldado, el temprano anuncio de que podrían
tomarse medidas en ese campo abre la posibilidad de una generalizada corrida de
depósitos hacia Panamá o hacia otras islas
del Caribe, donde esos depósitos pueden gozar de mayor tranquilidad, máxime si
el país receptor es beneficiario de los generosos subsidios petroleros venezolanos.
Para hacer esos cambios de un banco a otro, bastan hoy en día unos pocos minutos frente al computador. En
esa forma, todos quedan contentos. Ninguno de los nuevos ricos venezolanos va a
perder ni un solo dólar y Estados Unidos y el gobierno venezolano podrán seguir
intercambiando acusaciones e insultos sin hacerse daño alguno.
Paralelamente
el comercio de petróleo y de otras mercancías
sigue en buen pie, sin que nadie pretenda ocasionarle daño al otro. Estados Unidos todavía necesita del petróleo
venezolano y Venezuela necesita los dólares constantes y sonantes que ese
comercio le proporciona, pues ello es lo que tonifica las escuálidas reservas
internacionales del Banco Central de Venezuela, con las cuales medio se
mantiene en funcionamiento el país. Esas divisas, se gastan, a su vez, en cerca
de un 30 %, en realizar compras en el propio mercado norteamericano, el cual
sigue tan abierto como siempre a las demandas de todo lo que Venezuela esté en
condiciones de pagar. ¿Alguien ha conocido una guerra económica más peculiar
que esta?
Estados
Unidos ha demostrado que sabe hacer la guerra – económica o de las otras – cuando
se lo propone, aun cuando no siempre ha salido victorioso, ni de las unas ni de
las otras. Y cuando está en una o en otra, se nota, lo cual no parece ser el
caso hoy en día en relación a Venezuela.
Así que
Venezuela tendrá que buscar otros culpables para los muertos y heridos que
quedan en su propio campo de batalla, pues esa guerra (económica) con Estados
Unidos ya no se la cree nadie, ni dentro ni fuera del país.
sergio-arancibia.blogspot.com
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