(Articulo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 30 de mayo 2014)
A nivel
internacional viene manifestándose con mucha fuerza la tendencia a producir
bienes – y en alguna medida también servicios - por la vía de integrar la
producción que se realiza en diferentes partes del mundo. Si es posible que
la producción de un bien se pueda descomponer
en muchos procesos, partes y piezas independientes, es posible también
que cada una de esas piezas o bienes intermedios se produzca en un lugar del
mundo diferente, de modo de aprovechar las ventajas que cada país tenga en ciertas
actividades productivas. Esa fragmentación de los procesos productivos tiene
que ir acompañada, en un fase determinada, por la integración de los productos correspondientes,
de modo de dar origen al bien final que se lanzará al mercado. Se constituyen
así lo que se ha pasado a denominar cadenas de valor internacionales.
La macro
empresa altamente integrada, que producía en su propio seno todos los insumos y
bienes intermedios que necesitaba para finalmente lanzar al mercado un determinado
bien de cierta complejidad tecnológica, es un prototipo empresarial cada vez
menos presente tanto en la geografía económica de los países desarrollados como
subdesarrollados. La tendencia es hacia la producción deslocalizada, que aproveche
más intensamente las ventajas competitivas que pueden estar presentes en una
determinada región o país, y que rescate el viejo principio de las ventajas de
la especialización y de la producción a gran escala.
Lo que le
concede ventaja a un determinado país - en relación a la producción de un
determinado bien intermedio - puede ser su carácter de productor de las
materias primas necesarias para su producción, la presencia de mano de obra
barata, la cercanía con respecto a los mercados de destino, el aprovechamiento
de capacidades técnicas específicas, las concesiones en materia de política tributaria
- o de política económica en general - llevadas adelante por los gobiernos respectivos,
los acuerdos de liberación comercial, la existencia de infraestructura
portuaria, su estabilidad política, etc.
Según un
reciente estudio realizado por la Comisión de Naciones Unidas para el Comercio
y el Desarrollo, UNCTAD, el 60 % del comercio mundial está constituido hoy en
día por bienes y servicios intermedios,
es decir, que se producen en un país para efectos de integrarse a procesos
productivos que tendrán lugar en otro. Eso da una idea del peso y la
importancia que tiene este tipo de comercio.
Es muy
difícil, y cada vez menos frecuente, que estos procesos de fragmentación,
primero, y de integración, después, se
produzcan por obra y gracia de la magia o la mera coordinación impersonal
del mercado. Si estos procesos pueden tener lugar con eficiencia y rentabilidad
- y han llegado a dominar gruesa parte del comercio mundial - se debe en alta
medida a que se han generado niveles de coordinación o de administración de
estas cadenas internacionales de valor, que constituyen la vanguardia de los
procesos administrativos o gerenciales a nivel mundial. Las partes constitutivas
de estas cadenas internacionales de valor pueden ser filiales de la casa matriz
– que coordina el funcionamiento global de la cadena – o pueden ser empresas independientes que
están asociadas con la casa matriz por la vía de contratos específicos de
mediano o de largo plazo. Desde un punto de vista ingenieril, las partes
componentes de la cadena tienen que someterse a rigurosas norma técnicas, de
modo de asegurar la compatibilidad con el resto de las partes y piezas y
asegurar la calidad del producto final. Pero desde un punto de vista económico la
rentabilidad del negocio global, y la repartición de las ganancias entre las
partes componentes, dependerá de la capacidad negociadora de cada una de estas
últimas, del apoyo de su gobierno, del grado de competencia que exista a nivel
mundial en esa actividad, del dominio tecnológico que la empresa tenga con
relación a su producto, de la existencia de patentes que otorguen propiedad
intelectual con respecto a determinados procesos, etc. El éxito en ese tipo de negociación o de puja
no está asegurado, desde luego, para nadie - entre otras cosas, porque depende
de situaciones cambiantes de la economía mundial que no están definidas de una
vez y para siempre. Pero lo que sí es indudable, es que mantenerse al margen de
la economía mundial y de sus tendencias económicas y tecnológicas - y refugiarse
en una honrosa independencia - es una forma segura de caminar hacia el
aislamiento y el fracaso.
sergio-arancibia.blogspot.com