(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 10 de Febrero
de 2014.)
Se han
reducido en forma sustantiva las reservas internacionales…. la inflación se
acelera…. se reduce el ritmo de crecimiento de la economía… el déficit fiscal
se financia con fuerte emisión monetaria… se devalúa la moneda nacional...se
dificulta el acceso a las divisas… hay una gran brecha entre el precio del
dólar oficial y el paralelo…hay escasez de muchas mercancías. ¿Sabe el lector a que país se refieren esas afirmaciones? Pues
no se refieren sólo a Venezuela, sino que ellas permiten también caracterizar
plenamente lo que está pasando en Argentina.
EL TANGO.
Efectivamente,
las reservas internacionales de Argentina- que estaban en 53 mil millones de
dólares en enero del 2011 - han bajado a 28 mil millones de dólares en enero
del 2014. Se redujeron en 25 mil millones de dólares en el lapso de tres años.
El dólar se ha convertido en una mercancía escasa y codiciada, a pesar de la
bonanza en los precios de las exportaciones - fundamentalmente agropecuarias -
que caracterizó a la economía argentina en los últimos años. ¿En que se gastaron
esos dólares que fluyeron en forma abundante hacia la economía argentina durante
varios años? En subsidiar una serie de bienes y servicios de consumo masivo y
popular, y en mantener baratas las
importaciones y el turismo en el extranjero, mediante un precio del dólar
oficial artificialmente bajo, con todo lo cual se daba a los argentinos y al
mundo la imagen de una Argentina rica y generosa. Más aun, se difundió la idea
de que se estaba en presencia de un nuevo modelo de desarrollo y se estaba
entrando en una nueva era en la economía argentina. En realidad el modelo aplicado es viejo en
Argentina y en otros países de la región. Consiste básicamente en gastar tanto como
se pueda - e incluso un poco más - para sostener el consumo popular, ganar
elecciones y perpetuarse en el poder. El único problema es que ese modelo
requiere que el flujo de divisas se mantenga o se incremente en forma sostenida.
Cuando las divisas se acaban o su flujo creciente se detiene, el modelo se cae.
En estas desagradables situaciones, mantener una economía subsidiada requiere
un déficit fiscal elevado, financiado a su vez
por una emisión monetaria que sale de las arcas de un
Banco Central complaciente con los deseos
coyunturales del Ejecutivo. Pero eso tarde o temprano se traduce en inflación,
lo cual hace que la ciudadanía busque resguardarse de la misma por la vía de
refugiarse en el dólar. La presión sobre el dólar se traduciría en elevación de
su precio - si hubiera un mercado libre de esta mercancía - o en generación de un
mercado paralelo, si es que lo anterior no sucede. Frente a toda esa situación
el gobierno – con control cada vez menor de la situación - refuerza los
controles de precios y los eventuales acuerdos con empresarios y comerciantes,
al mismo tiempo que trata desesperadamente de evitar la devaluación de la
moneda –mediante medidas administrativas que limiten las importaciones y el
acceso del público al mercado de divisas. Finalmente, ante la realidad de los
hechos económicos y políticos, la moneda nacional se devalúa y se permite el
acceso regulado de los particulares al mercado de divisas.
EL JOROPO
Venezuela
puede perfectamente verse reflejada en ese espejo. Durante los años de bonanza
no se acumularon reservas ni ahorros, sino que se gastó a manos llenas para
financiar el gasto social y electoral, las importaciones baratas y la fuga de
divisas. Cuando el flujo masivo de dólares se detiene, hay que financiar el gasto
con emisión monetaria inorgánica, con la consiguiente presión inflacionaria y
con la obvia presión sobre el dólar. En uno y en otro caso, no se emplea la
riqueza para generar más riqueza, ni para tener un resguardo para los años de
vacas flacas. Se gasta tanto como se pueda – lo que se tiene y lo que se pueda
pedir prestado - pues la coyuntura electoral permanente así lo exige, y ante
ella hay que sacrificarlo todo.
DIFERENCIAS
ENTRE EL TANGO Y EL JOROPO
Pero no
todas son semejanzas entre el tango y el joropo. Hay algunas diferencias que
son importantes de rescatar. En
Argentina las divisas no son generadas directamente por empresas estatales, como
sucede en Venezuela con PdVSA. Las divisas las generan allí, fundamentalmente,
los productores de soya, de carne, de leche y de trigo y la parte de las mismas
que cae en manos del Gobierno es fruto de la
institucionalidad tributaria existente, de las decisiones parlamentarias
y de presiones, negociaciones y
tensiones políticas y económicas que no son tan fáciles de decidir
autónomamente por el Ejecutivo. En
segundo lugar, aun cuando los esposos Kirchner no ocultan un cierto talante autoritario,
la democracia argentina permite todavía que el Gobierno pierda elecciones, que
el Parlamento y el Poder Judicial exhiban grados relevantes de autonomía y que
existan fuerzas opositoras con posibilidades de incidir sobre las grandes decisiones
políticas del país, aun cuando la mayoría de ellas se autodefinan como peronistas.
Por lo tanto, la capacidad del Gobierno de hacer grandes desastres económicos
que comprometan el futuro del país, para
ganar elecciones presentes, es sustantivamente menor que en Venezuela.
Todo lo
anterior ha incidido en diferencias importantes en las medidas económicas que
se han tomado en uno y otro país en el transcurso de los últimos dos meses. Mientras
en Venezuela se devalúa el bolivar a través de medidas parciales y no del todo transparentes - acompañadas de un discurso oficial que pretende
negar la esencia de esa decisión - en Argentina se asume en forma abierta y clara una devaluación
que lleva la moneda argentina a una paridad
de 8 pesos por dólar. Paralelamente, mientras en Venezuela se mantiene un rígido
cerco alrededor del dólar, para hacerlo prácticamente inaccesible para el ciudadano
de a pie, en Argentina se tomó la decisión – indudablemente difícil y
arriesgada- de permitir que cada ciudadano argentino pudiera comprar en el
mercado oficial un monto de 2.000 dólares mensuales, sin necesidad de estar
inventando ni viajes ni compras en el extranjero. Se asume como un derecho ciudadano
el tener la posibilidad de convertir sus activos económicos en divisas extranjeras.
Se mantiene en todo caso la necesidad de de informar el origen de los fondos con
que se compran esas divisas, con lo cual la compra de dólares deja huellas que tienen
posteriores efectos tributarios. Se asumió, en definitiva, el riesgo de que esa
medida liberatoria tuviera un impacto muy fuerte sobre la demanda inmediata de
divisas, cosa que no sucedió. Aun cuando todavía es temprano para medir en toda
su profundidad las consecuencias de esa medida, todo parece indicar que las
compras de dólares no han superado lo que el Banco Central está dispuesto a
sacrificar para sostener el nuevo precio del dólar. Se espera que la devaluación
y la venta de dólares al nuevo precio permita reducir – si no suprimir del todo
- la diferencia entre el precio oficial de la divisa y el precio en el mercado
paralelo, que fluctúa alrededor del 50%.
Todo ello constituye otra diferencia
importante con la situación imperante en Venezuela. Obviamente, el nuevo precio
del dólar oficial genera incentivos para el sector exportador, al mismo tiempo
que desincentiva en algo las importaciones.
Dos
diferencias más entre la situación venezolana y argentina. En el país del sur,
el Gobierno busca concertar y negociar precios con sectores económicos importantes,
incluidos los supermercados, mientras en Venezuela se opta directamente por la
represión. Y en Argentina es posible, aun cuando no seguro, que la situación
económica logre estabilizarse después de que se digiera el impacto de las
medidas recientes, aun cuando el hecho de que la Presidenta Fernandez esté de
salida genera una manifiesta falta de liderato en la conducción política y económica,
mientras que en Venezuela todo el mundo sabe que las medidas económicas actuales
no tienen horizonte alguno, aun cuando el Presidente Maduro esté recién
iniciando su mandato.
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