(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMIA Y NEGOCIOS el día 2 de Abril del 2013.)
Hace unos meses atrás se desató una interesante polémica entre el Fondo Monetaria Internacional y la República Argentina sobre la calidad de las estadísticas económicas que este país presenta ante la comunidad internacional y ante su propia ciudadanía. En particular, se generaron dudas sobre los índices que miden la inflación, y sobre la tasa de crecimiento que se le atribuye al producto interno bruto, PIB.
Una polémica de esa naturaleza no está encaminada a poner de relieve aspectos meramente estéticos de la economía de un país, o a restarle o sumarle puntos al prestigio o a la imagen de un determinado gobierno. El fondo del asunto tiene que ver con el hecho de que las cifras económicas de un período determinado obligan - incluso en términos legales - a determinadas acciones económicas en el período siguiente. Y cuando estas últimas no se quieren asumir, se recurre al expediente de modificar las cifras del periodo precedente.
Pero independientemente de si el FMI tiene o no la razón en el caso argentino, esta polémica ha puesto en el debate latinoamericano la cuestión de la calidad de las estadísticas económicas que cada país presenta. Cuando el organismo que realiza las estadísticas es absolutamente dependiente del Ejecutivo nacional – como sucede en Venezuela con el Instituto Nacional de Estadísticas y con el propio Banco Central - la posibilidad de que se realicen operaciones cosméticas es mucho mayor que cuando esos organismos tienen altos grados de independencia técnica y política. En este país ya las estadísticas sobre producción e ingresos petroleros se han convertido en secretos de estado - o en voladores de luces en los cuales nadie cree - al mismo tiempo que las estadísticas sobre gastos fiscales han perdido el significado que tenían antes, pues los gastos parafiscales – en particular los de PDVSA – modifican o anulan todo cuanto se pueda aprobar previamente por el parlamento, por la vía de la ley anual de presupuesto. Pero también hay elementos extraños en materia de estadísticas de comercio exterior. Veamos algunos ejemplos.
Brasil - en las estadísticas que entrega a ALADI y que este organismo publica – declara exportaciones a Venezuela por un valor de 4 mil 591 millones de dólares, en el año 2011. Sin embargo Venezuela, en la misma fuente estadística, declara compras en Brasil sólo por un monto de 3 mil 60 millones de dólares. Hay una diferencia de 1.500 millones de dólares entre lo que Brasil dice que vendió y lo que Venezuela dice que compró. Es posible que esa diferencia obedezca a formas diferentes de llevar las estadísticas en un país y en otro. Pero también alguien – mal pensado desde luego - podría concebir la idea de que aquí hay operaciones raras que dejan huellas diferentes en uno y en otro punto de la cadena de comercialización.
Con las ventas en sentido contrario pasa algo similar. Brasil declara haber comprado en Venezuela mercancías por un total de 1.369 millones de dólares, pero Venezuela dice que le vendió a Brasil, en el año 2011, mercancías por un total de 118 millones de dólares. Una diferencia, nada pequeña, de 1200 millones de dólares. En este caso podría uno pensar que la diferencia obedece a las ventas de petróleo, que son un secreto para Venezuela, pero un dato público para Brasil. Pero Brasil declara compras de petróleo a Venezuela, en ese año, por un monto de 737 millones de dólares. Siguen faltando más de 500 millones de dólares para que todas esas cifras sean compatibles las unas con las otras. ¿Raro, verdad?
Veamos que sucede en el comercio con Chile. Venezuela declara haber comprado en dicho país, en el año 2011, un total 1.258 millones de dólares, mientas que Chile declara haberle vendido a Venezuela mercancías sólo por un valor de 692 millones de dólares. Una diferencia superior a los 560 millones de dólares. En sentido contrario, Venezuela dice haberle vendido a Chile un total cercano a los 7 millones de dólares, mientras que Chile reconoce haber comprado 184 millones de dólares. En este caso, nuevamente las ventas de petróleo y petroquímicos, que Venezuela no muestra en sus estadísticas, pueden hacer la diferencia.
Toda esta situación desacredita las estadísticas de comercio exterior y las convierte en instrumentos poco fiables para efectos de tomar, a partir de ellas, decisiones de política económica que puedan afectar en forma sustantiva la situación comercial y competitiva del país. En alguna parte hay errores conceptuales u operativos que merecen aclararse.
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